Sebastián Wainraich y el éxito de Casi feliz: "Es muy loco lo que sucede con la serie"
No llega al dramedy. Casi feliz apela esencialmente al humor para espejar a muchos en esta historia de situaciones cotidianas y balances de la media vida, esos arqueos que exponen en blanco sobre negro el debe y el haber. Allí reside en buena parte la repercusión de la serie que, desde su estreno el 1° de mayo por la plataforma Netflix, se ubica entre los títulos más vistos en nuestro país. Sebastián Wainraich celebra que esa narración salida de su pluma y que, en buena medida, habla también de él más allá del personaje, haya calado hondo.
Conocedor de las idas y vueltas de la industria del entretenimiento, habla con LA NACION desde la mesura, sin el desborde de triunfalismos banales. "No sabe cómo manejarse con sus vínculos, pero sus vínculos tampoco con él", reconoce Wainraich sobre Sebastián, el personaje al que le da vida en la serie de 10 episodios y que se llama, obviamente, igual que él. Autor y obra siempre constituyen un maridaje de manera más o menos explícitas. Aquí sucede igual. No son pocos los puntos de contactos entre el Sebastián de la serie y el que le dio vida. "No soy yo, aunque en muchos aspectos somos parecidos, hay mucho de mí".
-Las vertientes autobiográficas son claras. ¿Qué te diferencia de él?
-El no sabe qué hacer con su popularidad, con ese trabajo público en la radio. No sabe cómo manejarlo. A mí eso no me sucedió. Tampoco tengo los problemas de relaciones que tiene él.
Actor y personaje están atravesados por el universo de la radio. El Sebastián de ficción sucumbe ante la respuesta del público. En cambio, el Wainraich que debutó en una radio de la ex calle Añasco y avenida Juan B. Justo, un 17 de agosto de hace treinta años, ha podido crear un vínculo con su audiencia de manera más natural, sin laberintos traumáticos.
En Casi feliz, el protagonista atraviesa el dolor de la separación con la madre de sus hijos, interpretada por Natalie Pérez; intenta sobrellevar de la mejor manera un vínculo rebuscado con su hermano, personificado por Peto Menahem; lucha con las propias trabas para poder relacionarse con otras mujeres; y se mortifica ante los cambios laborales que le perturban cierta zona de confort. Un combo interesante para ese hombre de cuarenta y algo que ve el futuro de manera incierta, distópica. "No compongo antihéroes, sino personas a las que le sucedieron cosas", reflexiona.
Con inteligencia, ese perfil del "hombre perdedor" le sienta bien, le es empático. No es la primera vez que lo aborda. Acaso porque logró trascender en lo suyo puede adentrarse en los laberintos de la frustración y radiografiarlos. Metro y medio, su programa vespertino en Radio Metro, está instalado desde hace muchos años y Frágil, la obra de teatro que lo llevó a recorrer el país, siempre contó con la aprobación del público. Ahora, la trascendencia de Casi feliz lo hace ilusionar con una continuación de la historia: "No depende de mí, pero ya estoy escribiendo la segunda temporada". Todo dicho.
-Escribiste y protagonizás la historia, ¿recurrís a referentes cercanos para que te faciliten una mirada externa sobre tu propio trabajo?
-Sí, le paso guiones a Peto Menahem y al director Hernán Guerschuny, pero debo reconocer que soy un poco "canuto", ¿así se dice?, para mostrar lo que hago hasta no tenerlo bastante organizado.
-En los procesos de escritura, ¿tenés método de trabajo?
-Pueden aparecer ideas caminando por la calle o manejando. Cuando sucede, anoto, me envío mensajes de voz, o mails. Pero el trabajo de escritura es extenso, de muchas horas.
-Decía el poeta: "Que la inspiración te encuentre trabajando".
-Es así. No hay otra fórmula.
El estudio propio se convierte en guarida a la hora de ensayar sus obras de teatro o escribir sus textos. "Es un espacio donde puedo desarrollarme, abstraerme". A Natalie Pérez y Peto Menahem se suman al elenco Hugo Arana, Adriana Aizemberg, Santiago Korovsky y Lucas Wainraich, sobrino de Sebastián. La serie, además, cuenta con participaciones especiales de Carla Peterson, Julieta Díaz, Juan Minujín y Adrián Suar. "Es un equipo increíble. Estoy muy contento con el grupo que se ha podido reunir y con la gran dirección de Guerschuny". A diferencia del personaje de ficción, el Sebastián real asume ser una figura pública y redobla la apuesta interesándose por la opinión de sus oyentes o espectadores: "Estuve conversando con una espectadora de India, es muy loco lo que sucede con la serie".
Casi feliz se permite afrontar la esencial cuestión de la plenitud, quizás el gran tema de la filosofía, y el tiempo como un signo inexorable de la evolución y la finitud. Atravesada por el humor, la historia también apela a algunas desopilantes digresiones y a aquello "políticamente incorrecto" como puede ser el descubrimiento, de parte del hijo, de la plena vida sexual de sus padres en la madurez. A ese estupor se suma la revelación de un tesoro de juguetes sexuales no tan bien resguardados por los ancianos progenitores. Desparpajo para contar la vida, como sucedió con Ser feliz me da vergüenza, aquel libro que mostró al actor en su faceta literaria. También se metió con los vínculos de pareja en Una noche de amor, donde compartió el protagónico con Carla Peterson. Hablar de esos conflictos de los que nadie puede escaparse parece ser un anzuelo convocante.
Cuarenta y algo
Nació el 23 de mayo de 1974, como buen integrante de familia judía en ese Villa Crespo que lo vio desarrollar sus primeras armas como comunicador. "Fui un privilegiado porque mis padres jamás me obligaron a estudiar nada que estuviera vinculado a un mandato social", reconoce. "Trabajé muy poco en actividades que no tuvieran que ver con mi vocación. Mis padres me ayudaron mucho y, de joven, además, uno no tiene muchos gastos, así que me podían bancar. Éramos una clase media sin sacrificios". Papá comerciante y madre de múltiples actividades, fomentaron la realización personal de sus hijos. Esa crianza libre ayudó para romper tabúes a la hora de indagar en su propio yo: "Hago terapia desde hace muchos años. Es un espacio para pensar y lo atravieso sin ninguna vergüenza. Me permito reflexionar sobre mis zonas oscuras".
-¿A qué te referís con "zonas oscuras"?
-Uno tiene todas sus facetas y va desarrollando algunas en mayor medida que otras. Pero, por ejemplo, a la hora de pararme en el rol de jefe, fui un tipo al que le costó mucho tener que indicar un error o corregir a alguien. Aprendí a ser un jefe justo, y eso es más difícil que ser un jefe bueno. Pero creo que el jefe justo es el que más se recuerda.
-Compartís temporalidad con tu personaje de Casi feliz. A él se lo nota un poco abrumado con la cuestión. A vos, ¿cómo te atraviesa el paso del tiempo en este tiempo que te toca transitar?
-Es una batalla perdida. Como a todos, le tengo miedo a la muerte. A la propia y a la de los seres queridos. ¿Qué se puede hacer ante eso? El tiempo transcurre, no hay otra posibilidad.
-La pandemia del Covid-19 nos enfrentó a un confinamiento y a la fragilidad del ser humano frente a determinados flagelos como puede ser una peste. ¿Qué mirada tenés ante esta situación concreta?
-No soy de los que le echan la culpa al hombre por la pandemia ni creo en una suerte de castigo a la especie humana por sus malos comportamientos. No tengo esa mirada. Creo que hay mucha gente que hace mucho bien, y no siento este fenómeno del coronavirus como una suerte de merecimiento. Me parece una simplificación pensar eso. De todos modos, tengo los mismos temores que todo el mundo ante la incertidumbre que genera esta pandemia con respecto al futuro.
Con la locutora y actriz Dalia Gutmann conformó una pareja sólida que se convirtió en familia con la llegada de sus hijos Kiara y Federico. En sintonía con su personaje de ficción en la serie emitida por Netflix, el rol de padre es gozoso, a diferencia de otros formalismos de la vida adulta: "Me llevo muy bien con las reuniones del colegio y todo lo que se refiera a los chicos. En cambio, soy un desastre para hacer trámites. Me salen mal, no los termino, por eso dejo todo eso en manos de mi contador".
-Dalia y vos son figuras públicas vinculadas al espectáculo. Se dice que en una pareja donde "dos se maquillan" aparece, inexorablemente, la competencia. Ustedes darían por tierra tal aseveración del argot de la industria.
-No hay competencia entre nosotros. Todo lo contrario. Nos apoyamos, nos consultamos. Cada uno tiene su espacio, no nos invadimos. Pero jamás hubo celos o algo por el estilo. Me parece que si eso sucede es porque el vínculo no es del todo sincero o sano.
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