Ruta 66: el episodio levantado tras el magnicidio que conmovió al mundo, la furia de Jack Kerouac y la conexión musical argentina
Haciéndose eco del conflicto generacional de la época, un Corvette le permitió a esta serie encarnar la incertidumbre juvenil frente a un futuro que parecía no entenderlos y reflejó las luces y sombras de una sociedad en estado de duda
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Dos jóvenes a bordo de un Chevrolet Corvette rojo, recorriendo los Estados Unidos sin rumbo fijo. Con esta premisa, entre 1960 y 1964, Ruta 66 capitalizó televisivamente la rebeldía contracultural adolescente, el impacto social de la brecha generacional y la prédica inconformista de la Generación Beat. Echando una mirada crítica a las políticas gubernamentales, la serie interpeló la conciencia de un país en busca de la identidad capaz de integrar a todos sus habitantes; y se vio forzada a levantar un episodio por sus similitudes con el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy. Éxito de escala planetaria, le permitió a su figura estelar, George Maharis, iniciar una carrera musical que, incluso, lo trajo a cantar a la Argentina y grabar un disco con el acompañamiento de Cacho Tirao y Domingo Cura. Eso sí, a pesar de estar íntegramente filmado en exteriores, el programa nunca pisó la auténtica ruta 66.
Los buscadores
Había ocho millones de historias en New York, y Stirling Silliphant se ufanaba de conocerlas todas. Al menos, todas las que venía utilizando en La ciudad desnuda, serie policial que había alcanzado una buena performance en la temporada televisiva de 1958. Gran parte del atractivo del programa se encontraba en el estilo semidocumental que el guionista y productor le supo imprimir a cada caso, exacerbando la nocturnal melancolía gris del crimen pasional, la muerte violenta, el desamparo social de la clase trabajadora expulsada del paraíso urbano.
Con el aval de la cadena ABC, Silliphant se puso a trabajar en su nueva propuesta: The Searchers. “La idea era seguir el derrotero de dos exmilitares que intentaban restablecerse laboralmente en la Gran Manzana, algo que no podían concretar por un enfrentamiento familiar con el crimen organizado. Al final, decidían abandonar la ciudad y buscar un lugar de los Estados Unidos en donde pudieran afincarse sin problemas”, contó Silliphant. Con los roles principales agendados a George Maharis y Robert Morris, el capítulo piloto terminó siendo emitido el 28 de abril de 1959 como un episodio semanal de La ciudad desnuda, en un intento postrero por levantar el rating de la serie que perdía encendido de manera notoria.
No funcionó. ABC canceló el proyecto y levantó La ciudad desnuda. Sin darse por vencido, Silliphant unió fuerzas con el escritor y productor Herbert Leonard, hacedor de Las aventuras de Rin-Tin-Tin, que impuso algunos cambios. El más importante, resignar la trama policial para concentrarse en los disparadores que habían hecho de la rebeldía juvenil un fenómeno nacional: la brecha generacional y el rechazo a los valores conservadores. Al tanto del impacto popular alcanzado por la Generación Beat, Leonard tenía en mente algo más parecido a la bohemia contracultural que a la novela negra. Aunque nunca lo reconoció, el modelo a seguir fue En el camino, novela de Jack Kerouac ambientada en la mítica Ruta 66.
En tiempo récord, Leonard y Silliphant reformularon la serie. Lejos de su historial militar, los protagonistas pasaron a ser dos jóvenes inseguros sobre su futuro e insatisfechos con su lugar en la sociedad: el huérfano Buz Murdock, honesto trabajador con un pasado signado por la delincuencia juvenil; y el universitario Tod Stiles, único heredero de una compañía naviera en bancarrota. Al comienzo de la trama, el padre de Stiles moría de un ataque cardíaco, legando a su hijo el poco patrimonio que le quedaba: un Chevrolet Corvette rojo con el que los dos amigos salían a buscarle un sentido a sus vidas en el interior profundo de los Estados Unidos.
De acuerdo con Silliphant, “queríamos que la dupla funcionara más como testigo que como protagonista de cada aventura. Nos interesaba poner en debate la identidad estadounidense, disparar preguntas que interpelaran la conciencia social de la platea”. Ávidos de historias, salieron a recorrer distintos pueblos al costado de la ruta, caminaron sus calles y se entrevistaron con sus gentes. Los guiones se volvieron realistas en extremo, le pusieron nombre y apellido a los sueños y pesadillas, deseos y frustraciones, luces y sombras de los ciudadanos y sus comunidades.
El último cambio fue de reparto. Leonard no quedó conforme con la química entre Maharis y Morris. “George estaba muy bien y daba el perfil que buscábamos para Buz Murdock, inconformista a mitad de camino entre Marlon Brando y James Dean -definió Silliphant-, pero necesitábamos algo más refinado para Tod Stiles”. Con Morris fuera, la primera opción fue un joven Robert Redford, pero al final se decidieron por Martin Milner, “cuya imagen era la del típico norteamericano acaudalado, educado y lleno de contradicciones con su pertenencia de clase”, aseguró Leonard.
Con el nuevo piloto terminado, lograron interesar a la CBS, que encargó una primera temporada de la serie y sumó el auspicio informal de Chevrolet. Como The Searchers era un título que ya estaba registrado por Warner, hubo que buscar una nueva denominación para la serie. “Decidimos llamarla Ruta 66 -confió Leonard-, porque ese había sido el itinerario principal que siguieron los emigrantes que iban al oeste en busca de oportunidades”.
En el camino
Visto hoy día, el rosario de temas abordado por la serie resulta tan progresista como actual. Desempleo, explotación laboral, conflictos generacionales, delincuencia juvenil, embarazo infantil, violencia de género, consumos problemáticos, supremacismo blanco, represión policial, fanatismo religioso, salud mental, paranoia nuclear, terrorismo, el resurgir del nazismo, grandes negociados, pérdida constante de la calidad de vida de la clase trabajadora, ausencia de políticas públicas dirigidas a los más vulnerables, angustia existencial ante un futuro cada vez más negro e incierto.
El ritmo de producción se volvió frenético. “La mejor decisión que tomamos fue grabar toda la serie en exteriores, en la ruta y las ciudades reales a su alrededor”, expuso Leonard. Mientras actores y técnicos rodaban en una locación específica, dos o tres pueblos por delante Silliphant escribía los capítulos en base a las problemáticas o anécdotas que recogía entre los habitantes. “Encontramos de todo, desde el nihilismo dramático a la comedia naif -reveló el guionista-. Y no edulcoramos nada, sólo le dimos forma televisiva”. Durante toda su existencia, el equipo fílmico recorrió 25 de los 48 estados de la Unión, sumando una jornada de trabajo en Ontario, Canadá. Se mostró sumamente respetuoso a la hora de incorporar usos, costumbres y acentos, bagaje cultural y expresiones étnicas de cada lugar que visitaron. Eso sí, por cuestiones presupuestarias nunca filmaron en la auténtica Ruta 66, sino en otros senderos viales del país.
Ruta 66 (Route 66) se estrenó el 7 de octubre de 1960 en el prime time de CBS. Fue un éxito rotundo e instantáneo, tanto entre la platea juvenil como en el público adulto. De la noche a la mañana, Maharis se convirtió en ídolo de multitudes al calor de la cortina musical de la serie. Compuesta e interpretada por Nelson Riddle, arreglador habitual de Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y Tom Jobim; y futuro autor del tema principal del Batman de Adam West, la canción instrumental fue una de las primeras músicas televisivas en rankear dentro del top 30 de la revista Billboard. De todas formas, lo que realmente capturó la atención del mundo fue el Chevrolet Corvette rojo. Su figura estilizada, alargada y minimalista quedó masivamente instalada como sinónimo de auto deportivo y máximo objeto de deseo masculino de la época. “Lo más raro es que el Chevrolet rojo nunca fue rojo -contó décadas después Maharis-. Como la serie era en blanco y negro, los colores que mejor fotografiaban eran los azules, verdes, marrones y metalizados. Pero quedó popularmente instalado que era rojo porque así apareció pintado en la caja del juguete de mesa más vendido de esos años”.
El único incómodo con semejante nivel de repercusión fue Jack Kerouac. Voz fundacional de la influyente Generación Beat, Kerouac entendió que Ruta 66 era una copia descarada de su novela En el camino; y amenazó con accionar legalmente contra Leonard, Silliphant, CBS y Chevrolet. “Por suerte no pasó a mayores -confió Leonard-. Los abogados de la cadena televisora y la automotriz, lograron convencerlo de que estaba equivocado”.
El rey de las pistas
En piloto automático, la serie lideraba cómodamente la franja horaria y alcanzaba hitos históricos para la televisión norteamericana. Por su participación en un episodio, la actriz Ethel Waters obtuvo la primera nominación de una persona afroamericana (hombre o mujer) al Premio Emmy. Peter Lorre, Boris Karloff y Lon Chaney Jr. aparecieron juntos en un capítulo, representándose a sí mismos y con Karloff y Chaney Jr. vistiendo sus clásicos maquillajes del Monstruo de Frankenstein y el Hombre Lobo. Para un paso de comedia reminiscente del antiguo vaudeville, contó con la actuación especial de dos glorias del cine mudo: Buster Keaton y Joe E. Brown. La lista de celebridades que pedían participar no paraba de crecer. Entre consagrados y futuras estrellas, también dijeron presente Alan Alda, James Caan, Joan Crawford, Keir Dullea, Robert Duvall, Douglas Fairbanks Jr., David Janssen, Dorothy Malone, Lee Marvin, Walter Matthau, Vera Miles, Leslie Nielsen, Robert Redford, William Shatner y Martin Sheen, entre muchos otros.
La primera señal de alarma llegó, sin embargo, sobre el final de la segunda temporada. En 1962, a causa de una hepatitis, Maharis tuvo que ser internado y la pasó realmente muy mal. Tanto, que a pesar de la fama y el dinero, decidió abandonar la serie. “Si sigo manteniendo este ritmo de trabajo, soy un tonto -afirmó-. Aun teniendo cuatro millones de dólares en el banco, no puedo comprarme otro hígado”. Por razones contractuales, se vio obligado a regresar para la tercera temporada, pero a principios de 1963 dio el portazo y abandonó intempestivamente las grabaciones. Mediante artilugios legales, Leonard buscó impedirle continuar con su profesión, trabando cualquier nueva participación en cine y TV. Pero Maharis redobló su apuesta. “Ya no existe aquel viejo Hollywood donde una compañía puede comprar un actor como si fuera un pedazo de carne”, dijo durante el lanzamiento de su nueva carrera como cantante melódico y pop.
El público acompañó mayoritariamente a Maharis. Además de liderar los charts locales e internacionales, salió de gira por Europa y América. A la Argentina llegó en febrero de 1966, para dar una única presentación en el Teatro Opera de Buenos Aires, animar los carnavales del Club Comunicaciones (en un programa múltiple que también contaba con Neil Sedaka, Sandro y los de Fuego, Los 5 Latinos, Osvaldo Fresedo y Juan Ramón, entre otros artistas) y un concierto en el Club Atlético Provincial de Rosario. Además, para la CBS argentina grabó el simple George Maharis en Buenos Aires, incluyendo sus versiones de “La chica de Ipanema”, “Las reglas de la ruta”, “Rey de la ruta” y “La montaña”. Para la ocasión, Maharis estuvo acompañado por un grupo selecto de artistas locales, entre los que se encontraban Cacho Tirao, Domingo Cura, Antonio Agri y Jorge Padín. “Espero que ustedes gusten de estas cuatro canciones que grabé aquí en Buenos Aires. Personalmente son mis favoritas. Tuve la gran satisfacción de ser acompañado por músicos argentinos a quienes respeto y considero entre los mejores del mundo”, anotó Maharis de puño y letra en la contratapa del disco.
Recta final
La salida de Maharis no hizo mella en la calidad de la serie, pero retiró la magia que congregaba a la teleplatea semana tras semana. En la ficción, Buz se contagió de echovirus y debió permanecer internado en un hospital. Durante trece episodios, Tod recorrió el país en solitario, hasta que el 22 de marzo de 1963 invitó al introvertido Lincoln Case (interpretado por Glenn Corbett) a ocupar el asiento del acompañante del Corvette. La llegada de Case, veterano de la guerra de Vietnam enfrentado con su padre a causa de las experiencias vividas en el sudeste asiático, incorporó una explícita condena a la política exterior del Gobierno estadounidense, que también incluyó un apoyo crítico a la Cuba de Fidel Castro.
Con el rating en baja, CBS renovó la serie por una cuarta temporada, intentando imponer una nueva dinámica entre la pareja protagónica. Algo más aventurera, con un recorte cercano al policial y una mayor presencia del componente romántico. El 22 de noviembre de 1963, el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy en Dallas sumió a la población en un estado de zozobra. Programado para salir al aire una semana después, el capítulo “Estoy aquí para matar a un Rey” seguía los pasos de un asesino a sueldo que llegaba a las cataratas del Niágara para ejecutar a un Rey que estaba de visita en el país. “Era uno de los mejores capítulos de toda la serie, pero no era el momento para mostrarlo”, recordó Leonard. Sin dudarlo, los productores y CBS lo levantaron de la grilla y lo archivaron. Si bien pudo verse sin problemas en Europa y Latinoamérica, la aventura recién se difundió en los Estados Unidos algunos años después, cuando el programa ya recorría los canales independientes de las televisiones estatales en calidad de reposición.
A pesar de los méritos, el encendido nunca recuperó sus niveles anteriores. Y antes de que la debacle fuera total, Leonard y Silliphant eligieron salir de la ruta y guardar el Corvette en el garaje. “Hicimos lo que nunca había hecho alguien antes -se vanaglorió el guionista-. Terminar la serie cerrando las historias personales de los protagonistas”. En efecto, al llegar a Tampa (Florida), los amigos ponían punto final a su periplo y se separaban. Tod contraía matrimonio con la rica heredera Margo Tiffin (Barbara Eden, la Jennie de Mi bella genio) y se asentaba definitivamente en Houston. Por su parte, Lincoln decidía regresar a su casa para recomponer la relación con su padre. La escena final mostraba a los compañeros de viaje alejarse en sentidos opuestos, rumbo a un futuro que, por primera vez, se les aparecía luminoso y esperanzador. El 13 de marzo de 1964, con cuatro temporadas y 116 episodios, Ruta 66 detenía su cuentamillas, tranquila por haber hecho historia catódica. Consultado por los medios, Maharis lamentó el fin del programa que lo había vuelto famoso. “Creo que nos enseñó a todos cómo hacer para mantenernos íntegros frente a la adversidad -dijo-. Al menos, a mí me lo enseñó”.
A principios de los ‘90, Leonard produjo una secuela que también pretendía funcionar como remake. Al enterarse de que era hijo de Buzz Murdock, el joven Nick Lewis heredaba un Chevrolet Corvette rojo (de verdad) que había pertenecido a su padre recientemente fallecido. Decidido a repetir la historia, ganaba la ruta y cruzaba su camino con Arthur Clarke, que andaba por ahí haciendo dedo. Protagonizada por James Wilder y Dan Cortese, Ruta 66 (Route 66) debutó el 8 de junio de 1993 por la NBC. Fiasco absoluto, defenestrada por la crítica y el público, la serie fue levantada el 6 de julio tras cuatro miserables episodios. “Queríamos llevar al programa por caminos diferentes a los que había recorrido el clásico -declaró el productor-, pero se ve que nos equivocamos de ruta”.
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