Dama de hierro: Robin Wright se adueña de House of Cards
Los movimientos precisos, la voz monocorde apenas un tono más elevado de la calculada parsimonia usual y la mirada a cámara: "Es mi turno". Fundido a negro, final abierto y la promesa de que el futuro sería de las mujeres. O más precisamente de Claire Underwood, a la que la actriz Robin Wright construyó como una esfinge perfecta. Ambiciosa, inteligente y efectiva como a pocas se les permite ser, incluso en la ficción.
Así, la quinta temporada de House of Cards terminó con el foco puesto en la presidente Claire Underwood y ese último plano, fundamental para el arco narrativo de la serie que en 2013 puso a Netflixen el mapa del consumo audiovisual global tuvo algo de premonitorio. Profecía autocumplida, dirán algunos cuando vean los ocho nuevos episodios de la sexta y última temporada que Netflix estrenará el viernes.
Para empezar hay que tener en cuenta otros acontecimientos: a punto de grabar la sexta temporada, todo se detuvo cuando las denuncias de repetidas conductas sexuales inapropiadas por parte de Kevin Spacey empezaron a acumularse con velocidad y contundencia. El premiado actor –que también era productor ejecutivo de la serie– intentó una disculpa ante las primeras acusaciones, pero más pronto que tarde Netflix decidió despedirlo y entonces de un día para otro su nave insignia se quedó sin horizonte hacia donde ir. Y sin su capitán, claro. Un panorama complicado hasta que apareció la capitana y, de repente, el programa que contribuyó a cambiar la industria de la TV para siempre pudo seguir adelante.
"Hola", dice Wright en castellano desde Los Ángeles. El saludo, más que una verdadera habilidad para el idioma, responde a un gesto amable con quien la llama desde Buenos Aires. La amabilidad obliga a ajustar las expectativas: Robin Wright no se parece a Claire Underwood. Y, aunque la situación irregular de tener que promocionar un ciclo que perdió a su protagonista y cara más visible por motivos potencialmente criminales la obliga a ser cauta, su calidez está en las antípodas de los modos de su personaje.
La actriz, que comenzó su carrera en la TV de los años 80, medio que la dejó apenas pudo, impulsada por el éxito de la película La princesa prometida –de 1987, un film fundamental para el cine de Hollywood, dirigido por Rob Reiner y escrito por el legendario guionista William Goldman –, habla suave y pausado con un tono alegre y, lo más sorprendente de todo –después de años de verla con gesto adusto y sonrisas de hielo– se ríe. Es que le causa gracia, y al mismo tiempo dice gustarle, eso de ser "la matriarca" del Netflix que conocemos ahora, muy diferente a la plataforma de streaming que en 2013 apenas empezaba a dar sus primeros pasos en la producción original de series.
El poder de una ausencia
Algo de esos tiempos recuerda Michael Kelly, el actor que será por siempre conocido como el inteligente y obsesivo Doug Stamper, fanático seguidor de Francis Underwood que esta temporada tendrá que resolver en quién depositará su enfermiza lealtad. "Cuando empezamos a grabar, el director armó un primer corte y se lo mostré a mi represente. Supe enseguida que estábamos haciendo algo especial. Todo lo relacionado con el proyecto era lo mejor de lo mejor: el director, el elenco y el equipo técnico. Claro que no estábamos seguros de que alguien lo fuera a ver porque Netflix en 2013 apenas tenía un par de series nuevas en su plataforma y era conocido como el lugar donde conseguías los DVD. Recuerdo una conversación con Kate Mara (interpretó a la malograda Zoe Barnes en las primeras dos temporadas), en la que hablábamos de los premios Emmy y nos preguntábamos si nos podrían nominar; si un programa de Netflix siquiera sería considerado televisión", recuerda el actor en charla telefónica desde Los Ángeles. Esas dudas se disiparon pronto.
En 2013, House of Cards fue nominada en nueve categorías para el Emmy –ganó tres–, incluyendo mejor actor y actriz principal. Distinción que recibieron cada año desde entonces. Y que tal vez Wright pueda finalmente llevarse a casa en 2018. Es que en este final, el mundo de la ficcional Washington que muestra el programa empieza y termina con Claire Underwood. Y si existen estos ocho episodios –que estarán disponibles el viernes– es gracias a la actriz que la interpreta.
"En ese momento no sabíamos qué hacer, pero no queríamos decepcionar a los fanáticos y, lo más importante, si no hubiéramos continuado con esta sexta temporada, 2500 personas del equipo técnico se habrían quedado en la calle", cuenta la actriz, que prefiere no mencionar a Spacey, el gran ausente en la realidad y en la ficción, aunque en la trama del programa la muerte de Francis Underwood sobrevuele el desarrollo dramático de cada uno de los ocho episodios.
Lo cierto es que frente a la debacle causada por las supuestos abusos y el subsiguiente despido de su colega, fue Wright la que se puso firme e insistió en que a pesar de todo lo ocurrido valía la pena salvar el programa. Aunque ella –otra vez en la vereda opuesta de su personaje– ahora hable del esfuerzo conjunto.
"Cuando decidimos seguir con la serie todos nos pusimos en modo trabajo, los escritores tenían que cambiar los guiones y Michael (Kelly) y yo estuvimos involucrados en ese proceso. Se trataba de diseñar el nuevo arco de nuestra historia. Que, honestamente, no cambió demasiado, porque esta siempre iba a ser la temporada de Claire Underwood", explica Wright y aunque se cuida de no adelantar lo que veremos en estos últimos episodios, asegura que Claire termina exactamente donde siempre debía terminar. Y que ella trabajó para eso.
Desde el principio, la intención de House of Cards era mostrar el acuerdo político entre esta pareja en busca de poder. Ella nunca iba a ser simplemente la esposa, sino que esperaría su momento apoyándolo, estoica. Y estaban de acuerdo en que él la ayudaría a llegar hasta allí, al Salón Oval de la Casa Blanca. Claro que en el camino hacia la cima, Francis la traicionó, y luego lo hizo de nuevo. "Mala idea", agrega Wright con un dejo de cariño por un personaje que, dentro del relato, nunca se esforzó por conquistar al espectador. Todo lo contrario. En esta temporada, elige describir a Claire como alguien que "hace amigos para crear enemigos".
Entre ellos estarán los hermanos Bill y Annette Sheperd, interpretados por Greg Kinnear y Diane Lane, formidables adversarios que, con el poder que les otorgan sus negocios multimillonarios tratarán de convertir a la presidenta en su peón (mala idea, claro).
Para Wright, otra vez en las antípodas de la estoica Claire, el verdadero poder está lejos de los reflectores. Por eso, desde las primeras temporadas de la ficción, divide su tiempo entre la actuación y la dirección. Así, para esta última vuelta, decidió quedarse con la responsabilidad de dirigir el capítulo final de House of Cards. "Fue emocionante que me permitieran hacerlo y muy importante también porque dirigir el último episodio me dio la oportunidad de darle un cierre al programa en todos los frentes", detalla.
Wright no sintió que fuera demasiado difícil dirigirse a sí misma en los momentos decisivos de la historia, aunque sí que cada vez que le tocaba estar frente a cámara deseaba terminar rápido para poder dedicarse a diseñar lo que sucedía detrás de ellas. "Al actuar sentía que estaba perdiendo un tiempo precioso que prefería dedicar a la dirección. Eso es lo que siento cada vez que dirijo", dice. Sin entrar en detalles, adelanta que ya tiene listo su próximo trabajo soñado: dirigir un largometraje.
Antes participará de Mujer Maravilla 1984, donde volverá a interpretar a la general amazona Antíope, otra formidable figura de autoridad como la que encarnó en Blade Runner 2049. Dos personajes que forman, junto a Claire Underwood, un tríptico que reafirma aquello del principio: "Es mi turno"
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