Riviera: Buenos Aires, una muerte y una corrupta campaña política, en la nueva temporada de la serie inglesa
Entre las llamas de un monumental incendio y las culpas y remordimientos que la alejaron de la familia Clios, Georgina (Julia Stiles) resurge de las cenizas en la nueva temporada de Riviera. El primer episodio –que se entrena hoy a las 23 en Fox Premium Series- la encuentra en Londres, convertida en adalid de la restitución de obras de arte, todavía perseguida por sus últimos días en la Costa Azul, por los atormentados recuerdos de su infancia, pero dispuesta a iniciar una nueva vida lejos de su pasado.
Durante una conferencia en un claustro universitario, Georgina recibe la visita de Gabriel Hirsh (Rupert Graves), un especialista en restitución de obras de arte quien le propone seguir la pista de un Picasso apropiado por un coleccionista en una villa de Venecia. Allí comienza una nueva aventura que no solo tendrá a las costas de Saint-Tropez nuevamente como escenario privilegiado, sino a Buenos Aires y una intriga que involucra un rosario, una muerte y una campaña política teñida de secretos y corrupción.
Creada por Neil Jordan, Riviera fue desde el comienzo una heredera británica de la legendaria Dinastía, cambiando aquellos escenarios petroleros de Colorado por la opulencia de la costa europea, sus yates y palacios, sus secretos y mentiras. Y Georgina fue desde entonces su singular heroína, convertida en la temprana viuda del magnate Constantine Clios (Anthony LaPaglia), descubridora de su secreto linaje y sus negocios financieros, sobreviviente a tragedias y fatalidades propias y ajenas. Pese al cambio temporal de escenario y a la sustitución de gran parte del elenco, Riviera no resigna en esta nueva entrega sus aires de glamour y estilo. Con su nuevo apellido de soltera Rayland, Georgina es una de las invitadas del coleccionista Luca Aliperti (Maurizio Lombardi) a su mundana subasta vestida de gala, presidida por el Picasso que resulta ser una pieza apropiada. Cumplida la misión justiciera, y presentados los documentos para la restitución del cuadro, Georgina y Gabriel se aventuran en la noche veneciana hasta que descubren que alguien los sigue por los pasadizos que separan los canales.
Con esa arriesgada excursión nocturna comienza una de las principales líneas dramáticas de esta nueva temporada que tiene como epicentro a la ciudad de Buenos Aires. El jefe del gobierno porteño, Víctor Alsina Suárez (Gabriel Corrado), lleva adelante su campaña para la reelección en medio de una ola de protestas por el asesinato del joven Tomás Castillo a manos de la policía de su jurisdicción. Quien lidera las marchas de protesta es un cura del Barrio 31, el padre Enrique (Fabio Aste), el principal enemigo de Alsina Suárez en sus aspiraciones a la permanencia en el poder. Pero el jefe de gobierno tiene un as en la manga: un rosario de color esmeralda que guarda un secreto que puede eliminar al cura como obstáculo para su reelección. Allí está el eslabón que une a la política de Buenos Aires con la fatal travesía veneciana de Georgina y Gabriel, quienes pronto se verán enredados en aquella conspiración que extiende sus tentáculos al otro lado del Atlántico.
Como no podía ser de otra manera, desconocidos y antiguos personajes atraviesan la nueva vida de Georgina. Una de las principales contribuyentes a la campaña de Alsina Suárez resulta ser la enigmática Alex Harewood (Synnøve Macody Lund), una especie de gurú tecnológico y millonaria excéntrica que cruza su destino con Georgina en la soleada Saint-Tropez. Allí se instala la acción a partir del segundo episodio y nuevamente los colores y los brillos de la Costa Azul visten a Riviera. No solo ese escenario conocido reaparece, sino los hermanos Nico y Daphne Eltham (Jack Fox y Poppy Delevingne), la dinastía que competía con los Clios en dinero y tragedias. Ahora las mundanas intrigas de los hijos de Alsina Suarez, Darío (Eliseo Barrionuevo) y César (Franco Masini), se cruzan con el drama shakesperiano de los mellizos Eltham, cuya historia teñida de sangre y pasiones vuelve a tocar de cerca a la reinventada Georgina.
Riviera sostiene las mismas coordenadas que en las temporadas anteriores, siguiendo de cerca estos nuevos mandatos de la postelenovela, que consisten en aggiornar un género que parecía agotado con la lógica y el estilo de las series contemporáneas. En este sentido, el derrotero argentino que inaugura esta temporada le permite sumar algo de un realismo nunca demasiado sucio pero sí astuto en su contrapunto con las extravagancias de yates y palacios en el litoral mediterráneo. Las imágenes de Buenos Aires que aparecen muestran también los contrastes entre las casas del Barrio 31 y los altos edificios de Retiro, la humildad del cura Enrique y la prepotencia de Alsina Suárez, el dolor de familiares y vecinos del joven Tomás Castillo y el brutal accionar de la policía. Riviera cruza esas oposiciones maniqueas propias del melodrama con los enigmas del thriller en las persecuciones que protagonizan Georgina y Gabriel, improvisados justicieros a la caza de una verdad que parece escaparse de ciudad en ciudad.
Quizás una de las más solventes incorporaciones sea la de Gabriel Corrado en el rol de Alsina Suarez, al que otorga ciertos matices que humanizan lo que podría ser un mero villano de caricatura. Habituado al registro de la telenovela y ahora convertido en el reverso de sus tradicionales galanes, Corrado encarna a su personaje con algunas notas interesantes: debajo de esa pérfida ambición asoma una misteriosa y simbólica enfermedad, la trágica muerte de su esposa le permite un gótico ceremonial en sus visitas al cementerio, y un duelo personal con el cura encuentra atractivos ecos de un pasado todavía por descubrir. En la pista del rosario y la declaración de amor que oculta, Riviera abre una historia que excede los altos circuitos del jet set y las finanzas globales que habían sido su epicentro en temporadas pasadas, no solo en el rostro de los barrios pobres de la geografía porteña sino también en las contradictorias emociones que forjan su contracara de poder y ambición.
Por último, si en las primeras dos temporadas Georgina investigaba las muertes de su entorno y expiaba las culpas que la perseguían desde su infancia, ahora se convierte en una heroína forjada por las heridas de todo sobreviviente, que es capaz de una conciencia de sí misma que todavía no vislumbraba en su pasado, y que encuentra en la espectral Alex Harewood una némesis a su medida. Secundada por Ellen Swann (Clare Hope-Ashitey), su mano derecha, Alex se convierte en una presencia dominante en las sombras, que intenta llenar el vacío de la inolvidable Irina de Lena Olin –cuyo destino de muerte permanece en suspenso- y ofrecer a Georgina un duelo sin precedentes. En este nuevo escenario que sustituye al rocambolesco mundo de los Clios, las intrigas se despliegan de una geografía a otra, de los confines monegascos al barro de los potreros rioplatenses, de los asesinatos en hoteles lujosos a los secretos inconfesables de la alta alcurnia porteña, todo en esta nueva Dinastía de lujo y poder que se reinventa temporada a temporada.
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