Claudio Rissi: la revancha del tornero mecánico que protagoniza grandes series televisivas
Claudio Rissi es de esos actores que pueden adaptarse y pasar personificar al capo de una cárcel o a un efectivo policial casi sin esfuerzo. Desde hace muchos años que se viene preparando para este momento, y hoy es parte de dos de las ficciones con más perspectiva internacional del país: El Marginal (el unitario de Underground que se emite por la Tv Pública y que el 9 de julio estrena su tercera temporada ), y El jardín de bronce, la serie de HBO Latinoamérica en la que "cruza de bando" y se convierte en policía.
Según dice, como la popularidad le llegó de grande, la vive con tranquilidad, y no teme que el ego se coma al personaje. Eso quizá podría haber pasado si hubiese sido otra la historia de este tornero mecánico de Boedo que terminó tapándole la boca a todos sus amigos y familiares cuando les demostró que no solo tenía la pulsión de ser actor en su inconsciente, sino que esa afición sería su profesión en la vida. Un poco entre esos contrastes, entre lo que se espera de uno y lo que se es, entre el ladrón y el policía, entre el barrio de los oficios y el arte, entre el "populismo" y el neoliberalismo, va a girar esta charla en vísperas del estreno de El jardín de bronce 2, que podrá verse este domingo, a las 21, por HBO.
Rissi tiene barba de días por un personaje del que no puede "hablar", anteojos de sol y un look descontracturado. Sentado en un sillón del primer piso del coqueto Four Seasons, el actor, de 63 años, no puede evitar sentir empatía por quienes se están quedando sin trabajo, ni tampoco renegar de su padre, quien le prohibió cambiar de canal para ver su debut televisivo y se murió sin admitir que su hijo "lo había logrado", había salido de las sombras para comenzar un camino en la actuación hasta convertirse en un artista reconocido. "Soy tornero mecánico porque él no quería que fuera a una escuela técnica. Decía: 'técnicos hay muchos, lo que no hay es mano de obra especializada'", cuenta. Además, asegura que para él actuar es "jugar como cuando era un niño", y que si todos descubrieran lo que se disfruta, no habría público: serían todos intérpretes.
-¿Cómo llevás esta transición de pasar de ladrón a policía?
-Hace muchos años había escuchado que para ser un buen policía tenías que tener cabeza de delincuente, porque si no era imposible encontrarlos. Son dos condiciones distintas de accionar: uno es más desembozado y el otro menos, uno utiliza la inteligencia para obtener determinados resultados respecto de lo espurio y lo que va subterráneo, y el otro trabaja la inteligencia para poder contrarrestar ese submundo marginal. En algún lugar conviven. ¿Para qué está la policía si no hubiera delincuentes?
-En El jardín de bronce 2, Fabián Danubio (Joaquín Furriel) vuelve a sumergirse en una investigación por un niño desaparecido, mientras intenta reencontrarse con Moira, la hija que logró rescatar después de 10 años de cautiva. ¿Qué podés contar de tu personaje?
-Está del lado de la ley, en investigaciones. Tiene una serie de actitudes que son un poco confusas. Es un tanto artero lo que hace. Camina por un mundo paralelo, lo transita. Es un personaje bastante misterioso, tiene conflictos con otros personajes. Hay una cuestión temporal también, ahí hay una serie de encontronazos con personajes que están en el pasado y en el presente de esta temporada.
-En la temporada anterior se hizo hincapié en ciertos personajes corruptos dentro de la policía, ¿se va a volver a tratar ese tema?
-Es algo que convive en el inconsciente colectivo: está y está en la realidad también. No podemos evitar al policía corrupto. No se puede evitar la corrupción que está inmersa en la sociedad toda, es constante ese fenómeno que se da. Mi personaje es apenas un botón más de muestra de ese mundo paralelo. La corrupción es algo inherente a la sociedad, me parece, cuanto menos a la Argentina.
-Justo estamos en un momento en que la corrupción está en boca de todos...
-Es un momento complicado, extremadamente complicado. Están saltando cosas, ¿no? Fiscales acusados que no se ajustan a derecho, el descubrimiento de causas que no quieren que se investiguen, hay denuncias de empresarios que han sido apretados. Pero además el tema del espionaje ilegal que se hace de las personas, eso se está soslayando. Me duele mucho lo que pasa. Es muy injusto ver gente que va quedando fuera del sistema, ya lo vivimos en los 90, pero esta vez es peor.
-¿Por qué?
-Me resulta mucho más grave. Están cerrando empresas, negocios, fábricas. La gente ya tiene intenciones de irse del país otra vez, como pasó en 2001 que hubo una gran fuga de mis amores ["amigos, hermanos, familiares, mis sueños, mi país que va quedando cada vez más chiquito, mi Patria Grande", explica] y de cerebros. Hoy además de la fuga de capitales, pasa lo mismo porque no hay futuro aquí. Nos están arrancando los sueños. No sé cómo sigue esto, me entristece, prefiero cambiar de tema porque me entristece mucho.
-En varias notas contaste que fuiste obrero, ¿sentís que eso te hace empatizar más con las otras realidades?
-Antes de actor era tornero mecánico en la municipalidad y sé lo que significa levantarse todos los días a las 4 de la mañana durante 30 años y que, de pronto, tu fábrica no exista más y te digan que no tenés más trabajo. Es duro, yo soy un privilegiado: más ahora que, a pesar de que hay poco trabajo, tengo más trabajo. Porque cuando sos joven tenés más o menos cómo rebuscártelas: hoy comés arroz, mañana comés arroz, pasado no comés y así más o menos. Cuando tenés 50 años, una familia y te quedaste en la calle de golpe no es solo esa persona sino todo ese entorno que se desmorona. No hay sociedad posible, no hay sociedad que pueda desarrollarse cultural y económicamente de esa manera. Es el sometimiento más absoluto de una sociedad: la indignidad. No puedo ignorarlo.
-¿Cómo ves el país?
-Antes había parte de la sociedad que se quejaba porque había subsidios para... Hoy ese dinero no está, entonces no está dentro del mercado interno, no se desarrolla y ahora estamos subsidiando gente que especula con el dinero. Esto tiene que colapsar en algún momento. Si antes decían que gastábamos más de lo que entraba, hoy se gasta mucho pero mucho más de lo que entra porque no se está produciendo, sino que se está pidiendo plata afuera. Y los de afuera ponen plata para poder someterte. Cuando veo eso y veo gente tirada en la calle, no puedo más que rebelarme.
-¿Antes estábamos mejor?
-Con el modelo anterior estábamos mejor, no hay ninguna duda. Lo que pasa es que se ha generado toda una idea... ¡qué casualidad que todos los gobiernos aparentemente populistas, como si fuera un insulto, están cargados de corrupción! Que hay corrupción ya lo hablamos antes, no hay duda y hoy, ¿no hay? Si uno ve la inauguración del Paseo del Bajo, veredas que se hacen 5 veces, la venta de los inmuebles, el Tiro Federal, ¿no hay corrupción? Yo quiero saber cuánto cuesta el Paseo del Bajo... Lo que pasa en este país es una locura.
"Como actor lo que tengo que hacer es desaprender lo que la cultura me impuso, que son las responsabilidades: ´ya sos un adulto, dejá de hacer el ridículo´. Pues no, yo con el ridículo vivo y gracias al ridículo que hago le modifico por un ratito la realidad a las personas. Con eso estoy más que pago".
-¿Cómo fue ese camino de obrero a actor?
-Creo que eso es el desarrollo y la persecución de un sueño. A los 10 años quería ser actor pero era imposible, según esa mirada pequeña de gente que no podía salir más que a la esquina como eran mis padres, mis amigos, mi barrio. Nadie de ellos creía en mí como actor, era un delirio. Para ser actor, ¿qué hay que ser? ¿Marciano? "No, tenés que tener algún familiar". ¿Por qué hay que tener un familiar actor para ser actor? ¿Acaso todos los descendientes de Picasso son pintores? Pues no, yo estaba en contra de esa idea y hoy está claro que se habían equivocado absolutamente todos.
-¡Tuviste tu revancha!
-Hay algunos que para que me vean a la cara tienen que pagar la entrada directamente o verme por televisión. Hay algunos que me pusieron muchas trabas que ni quiero verlos. Hay algunos que ya están muertos, como mi viejo que se murió sin querer verme. ¡Qué tonto, cómo se lo perdió! Pobre tipo, pero eso no me detuvo. Hay algunos amigos que fueron duros conmigo. Cuando entré a la escuela Nacional de Arte Dramático, que era un sueño para mí, uno me dijo: "¿Por qué no estudiás algo en serio?". No me lo olvido más, fue un cachetazo. Yo si no entraba, me iba a criar ovejas o de hippie al sur.
-Sin embargo, tu camino fue por las laderas y recién entraste al mundo popular de grande, ¿cómo vivís ser popular hoy?
-A mí me hubiera gustado tener más trabajo cuando era más joven, por supuesto que sí, pero eran otros tiempos, otro estilo, otro lenguaje. Y que me agarre esta cosa de la masificación en este momento lo puedo disfrutar. A lo mejor si era más joven y me encontraba con esto me la hubiese creído. A lo mejor, porque hay pibes jóvenes que se hacen cargo de lo que les pasa y no obstante siguen formándose y trabajando para mejorar. Tenemos un ejemplo claro con Joaquín Furriel o Pablito Echarri. Si elegí cuando no tenía un mango, imagínate ahora que no es que tengo guita, pero tengo un techo.
-¿Te arrepentiste de no haber tranzado con el mundo televisivo antes?
-En el universo teatral hay prejuicios. Tuve sí la decisión de canjear hambre por capricho. Lo voy a traducir: he elegido el hambre caprichosamente para no hacer algunas cosas que no quería hacer. Había amigos que me decían: "Pero, Negro, vos sos loco, no seas boludo, hay que hacer todo". "No, todo no. El todo hacelo vos, pero vos no me pagás a mí el hambre, yo elijo cagarme de hambre, no te pido a vos que me des de comer". Es que la guita que me iban a dar no me resolvía el tema del hambre y me la tenía que gastar en lexotanil después. Hago lo que me gusta, lo que no me gusta no lo hago. Fui un chico caprichoso toda mi vida, por eso soy actor. Si le hubiera dado bola a todo lo que decían los demás, hoy sería un tornero mecánico sin laburo. Soy este actor que soy, ni mejor ni peor, con ganas de seguir creciendo. Tengo mucho para aprender, sino la vida sería un calvario y me convertiría en un sándwich de milanesa arrumbado.
El Marginal: los Borges
-¿Por qué pensás que los hermanos Borges pegaron tanto?
-Pegaron sí, quizá haya una cuarta temporada. El Marginal pasó del fenómeno carcelario a ser la historia de los hermanos Borges. Por suerte con Nicolás Furtado ("Diosito") nos queremos mucho afuera y adentro del set. No hay posible competencia, no hay posibilidad de considerar que el otro tiene mejor remate, al contrario, lo estamos creando. Surge una idea y la vamos desarrollando, la improvisamos, la trabajamos y después vamos y la grabamos. Para mí es extraordinario verlo a Nicolás cómo fluye: cuando se pone los dientes, cambia la manera de pensar, habla de manera distinta, le cambia la voz, todo. Es un disparate lo que hace.
-¿Qué tiene de vos Mario Borges?
-El arte del actor, el oficio, es precisamente ir a buscarlo, meter la mano en un pozo oscuro y hacerse cargo. Todos los personajes habitan en uno: desde el mendigo al rey, están todos allí adentro. Por eso, los grandes actores no se cuestionan nada, somos amorales cuando actuamos, no podemos juzgar a nuestros personajes, al contrario, hay que defenderlos. Así haga al miserable, lo tengo que justificar de algún modo. Si lo cuestiono, trabajo desde el prejuicio, entonces el personaje carece de sustento, empieza a desvanecerse, a transformarse en un cliché. A Borges, por ejemplo, lo trabajé desde un delincuente que está preso y quiere salir. Él quiere salir a hacer quilombo, a hacer lío. Hay sorpresas en la nueva temporada.
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