Succession: el regreso de los ricos, poderosos y maquiavélicos Roy
La ficción de HBO que recorre las luchas intestinas de poder entre dos generaciones de una dinastía global de medios, lucha para imponerse a una realidad que amenaza con superarla
Hace un año, Rupert Murdoch se preparaba para entregar el grueso de su imperio, tras una venta que prometía poner fin al debate favorito en todos los cócteles de Londres, Los Ángeles y Nueva York: ¿cuál de todos los hijos de Murdoch, obsesionados con la herencia, tomaría el control de la empresa familiar? La respuesta, cuando llegó, fue tan inesperada como poética: ninguno de ellos. Por la friolera de 71.000 millones de dólares, Fox terminó en manos de Disney.
Pero mientras la dinastía Murdoch se disolvía, otra dinastía de los medios, liderada por un porfiado octogenario, vivía los últimos estertores de una batalla a todo o nada por la supervivencia de su imperio: la ficticia familia Roy, los protagónistas de Succession, cuya segunda temporada estrena HBO pasado mañana, a las 22 (también estará disponible en HBO Go y en Flow al día siguiente).
Los paralelismos entre ficción y realidad en Succession son inquietantes. "No quería una versión falsificada del mundo", dice el creador de la serie, el británico Jesse Armstrong, quien previamente escribió para tres series con la política en primer plano: Veep, Black Mirror y The Thick of It. La ficción -que está nominada a cinco Emmy, incluyendo mejor serie dramática- surgió de un guion previo de Armstrong llamado simplemente Murdoch, que había concitado cierta atención en Hollywood, pero que nadie se animaba a producir. Logró convertirse en tema de una serie cuando Armstrong amplió su alcance para incluir el panorama más amplio de Wall Street, gracias a su familiaridad con barones de los medios y el entretenimiento norteamericano como Summer Redstone y John Malone.
"¿Qué pasaría si un carismático, confiable y temido CEO de pronto desaparece de escena?", se preguntaba Armstrong para al momento de imaginar la serie. "¿Cuáles serían las consecuencias?" Para que el relato fuera plausible, Succession recurrió a consultores como Merissa Marr, quien durante su época de editora y periodista de The Wall Street Journal cubría los avatares de la vida de Redstone, y William D. Cohan, un periodista de investigación financiero que trabajó en Lazard Frères, JPMorgan Chase y Merrill Lynch. Al equipo de guionistas de Succession se sumó una experta en el caso Enron, Lucy Prebble, autora de una obra de teatro de 2009 sobre el derrumbe de la gigante energética con sede en Houston.
El íntimo conocimiento que muestra tener la serie del mundo corporativo que describe, evidente en las escenas en las que entran en juego la complejidad de los vínculos familiares y los detalles de las internas en los directorios de las empresas, ha sido lo suficientemente persuasivo para captar espectadores que sabían poco y nada del tema. Incluso Jerry Hall -actual esposa de Murdoch, exesposa de Mick Jagger- es fanática consumidora de la serie.
Pero si todo fuera trabajo y nada diversión, la serie sería muy aburrida, y lo cierto es que Succession se aparta lo suficiente del mundo real para brindar una buena historia. Para crear el personaje del patriarca Logan Roy (interpretado por Brian Cox), Armstrong dice haber usado a Murdoch como figura fundacional, con pizcas de Redstone y de otros líderes de los medios, pasados y presentes. "Hasta de los Sulzberger", agrega Armstrong, en referencia a la familia propietaria de The New York Times.
En esta flamante segunda temporada -la primera, de diez episodios, está disponible en HBO Go-, los Roy se enfrentan a un clan de medios rival que parece una mezcla de los Sulzberger y los Bancroft, quienes le vendieron The Wall Street Journal al propio Murdoch después de ochenta años al timón del diario. "La inspiración para la serie viene de muchos lados, así que toda investigación nos sirve", dice Armstrong.
Perder el control
El fino conocimiento del mundo de los negocios sobre el que se construye la serie se revela ya en escenas del segundo episodio, desencadenante de la acción a futuro. Para crear ese capítulo crucial, los autores se plantearon: ¿cómo hace una familia para perder el control de una empresa familiar?
La respuesta de Armstrong parece salida de una columna de análisis de The Wall Street Journal: "Siempre imaginamos que la familia Roy controlaba su parte de la corporación, que cotiza en Bolsa, a través de una empresa privada, y cuando lo discutíamos se nos ocurrió que esa estructura podía esconder secretos financieros que no eran posibles en una empresa cuyas acciones se vendían públicamente".
En pocas palabras, los Roy escondían deudas en sus libros contables. Los hijos, liderados por Kendall Roy (Jeremy Strong), pronto descubren que esas deudas pueden hundir la empresa si las acciones no caen por debajo de un precio determinado.
A primera vista, parece un poco exagerado. En el mundo real, cualquier empresa que cotiza en Bolsa y saca un crédito debería advertírselos a sus accionistas, ya que la jugada entraña potenciales riesgos. Pero según Armstrong, en el caso de los Roy, una inusual estructura propietaria le permite a la familia ocultar ciertos detalles financieros.
De hecho, ese escenario tiene anclaje en la realidad y es fiel espejo de la estructura usada por Redstone, cuya empresa National Amusement es la empresa madre de gigantes de los medios como CBS y Viacom (que en la Argentina controla Telefe). En 2008, Redstone sufrió presiones de sus accionistas, cuando descubrieron que National Amusement había tomado préstamos en base al valor accionario de CBS y Viacom. Durante sus años como periodista de The Wall Street Journal, a Merissa Marr, le tocó cubrir ese inusual acuerdo de deuda, que en la serie funciona como una suerte de "MacGuffin" hitchcockiano.
Al igual que los Roy, la familia Redstone estuvo sumida en una lucha sucesoria hasta hace poco tiempo, cuando quedo claro que había ganado la hija del patriarca, Shari, uno de los pocos casos en que una mujer asumió el mando de una dinastía familiar de medios. Marr dice que ella y el equipo de guionistas dedicaron mucho tiempo a la creación de una historia de origen realista para el imperio Waystar Royco. Los guionistas imaginaron al detalle "todos sus activos, sus propiedades y hasta su estructura de capital", dice, aunque esos detalles nunca aparecezcan en pantalla.
De todos modos, Succession se toma libertades que puden hacer dudar a los expertos en entramados empresarios. A diferencia de lo ocurrido con National Amusements, los Roy lograron esconder las deudas en los libros contables de la empresa que cotiza en Bolsa sin que los accionistas lo descubran, algo improbable en el mundo real.
La serie es una sátira muy filosa y su principal víctima son las corporaciones norteamericanas, pero también se enfoca en la cobardía y codicia que suele impulsar a quienes deben lograr acuerdos empresarios. Y si bien la industria de los medios parece un entorno ideal para que ocurran esas cosas, Armstrong dice que a la hora de imaginar el mundo de la serie no se limitó a pensar en los magnates mediáticos.
La segunda temporada que comienza el domingo presenta a Holly Hunter como jefa de la corporación rival, y con su aparición la ficción indaga aún más profundamente en los arcanos pormenores de las fusiones. La jerga corporativa abunda, y los espectadores no versados en conceptos como "swap de activos" o "fusión empresaria", pronto empiezan a entender de qué se trata. "La idea es establecer un equilibrio entre contar el mundo como realmente es y al mismo tiempo hacer que sea comprensible -dice Armstrong-. El público tiene que sentir que uno le está mostrando una versión real del mundo, sin que le tengan que explicar cada detalle técnico de las finanzas de las empresas". Para eso ya están notas como esta.
Los personajes y actores
Logan Roy (Brian Cox): "Hace treinta años hice una versión de Tito Andrónico que es exactamente este programa. Cuando uno pasa los 40 descubre lo ridículo de la vida y que uno es parte de esa ridiculez".
Kendall Roy (Jeremy Strong): "Tuve que releer Crimen y castigo para darme cuenta de que el castigo no tiene que ver con ser descubierto o con el crimen en sí mismo, sino con vivir con el aislamiento provocado por tus acciones".
Roman Roy (Kieran Culkin): "Solo estoy celoso del personaje de Matthew Macfadyen, Tom. Es la mejor persona del mundo. Me paso insultándolo en cámara y pidiéndole disculpas en los cortes".
Siobhan "Shiv" Roy (Sarah Snook): "El ingenio y humor de los hermanos son producto de una competencia feroz entre sí en cada faceta de sus vidas. Son como depredadores en su hábitat".
Connor Roy (Alan Ruck): "Cuando la serie comenzó, me sorprendió que la gente dijera que no había nadie con quién identificarse. Si todos son un desastre, pero son interesantes de mirar, ¿a quién le importa eso?"
Traducción de Jaime Arrambide.
Edmund Lee
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