La casa de papel: la venganza y la culpa, los motores de la nueva temporada
La casa de papel 3 (España/2019). Productores: Álex Pina y Jesús Colmenar. Dirección: Jesús Colmenar. Guion: Álex Pina y Javier Gómez Santander. Elenco: Úrsula Corberó, Rodrigo de la Serna, Itziar Ituño, Álvaro Morte, Pedro Alonso, Alba Flores, Jaime Lorente, Miguel Errán, Esther Acebo, Enrique Arce, Darko Peric, Hovik Keuchkerian, Najwa Nimri y Fernando Cayo. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Una regla no escrita dice que el éxito de una saga depende de la repetición sucesiva de determinadas características de los personajes principales. Entrega tras entrega, héroes y villanos son y hacen más o menos lo mismo. El asunto tiene su lógica, si "equipo ganador no se toca". Cuando se descubre "la fórmula del éxito" mejor dejar las cosas como están. Sin embargo, acá está La casa de papel para patear el tablero, barajar y dar de nuevo.
Aunque la premisa parece ser la misma: el regreso de la banda para un nuevo e imposible robo. De lo visto en las dos primeras temporadas a los ocho capítulos que conforman la tercera, se dan una serie de cambios fundamentales que reavivan el interés, tanto del fan como del profano, que poco y nada sabe de lo sucedido previamente.
La serie comienza con el equipo de ladrones diseminado por el mundo en pequeños grupos, tratando de llamar lo menos posible la atención. Sin embargo, un conflicto de intereses entre Tokio (Úrsula Corberó) y Río (Miguel Errán), que comparten sus días en un archipiélago panameño lleva a la captura del segundo, y a la desesperación de la primera por contactar al Profesor (Álvaro Morte) para que la ayude a recatarlo. Así, y con el equipo nuevamente operativo, surge el nuevo objetivo del grupo: atrincherarse en el banco de España para hacerse de los lingotes de oro (entre otros secretos) que se guardan en su interior.
En la premisa de esta nueva entrega ya aparecen los primeros cambios. El motor de La casa de papel 3 es la venganza y la culpa, la de Tokio por lo que le pasó a Río; del Profesor por la muerte de su hermano Berlín (Pedro Alonso) durante el golpe anterior; y la de las fuerzas del orden, que no están dispuestas a dejarse engañar otra vez. En este último apartado aparece uno de las variaciones más interesantes de la serie, porque esta vez se invierten los roles en el juego del gato y el ratón. Con el cambio de bando de la inspectora Raquel Murillo, ahora conocida como Lisboa (Itziar Ituño), dos nuevos personajes ocupan su lugar: la inspectora Sierra (Najwa Nimri) y el coronel Tamayo (Fernando Cayo), un dúo que es capaz de hacer caso omiso a cualquier protocolo y regla con tal de atraparlos. A una mente tan metódica y estructurada como la del Profesor, este elemento lo desespera y altera todos sus esquemas.
En el otro rincón, a la banda se suma Palermo (Rodrigo de la Serna) para ocupar el lugar de jefe del operativo que ostentaba Berlín. Mediante una serie de flashbacks se revela la relación entre estos dos hombres y el hecho de haber sido ellos los creadores de este nuevo plan. Palermo, un psicópata misógino y brusco, es la más interesante de las nuevas incorporaciones, en gran medida gracias al trabajo de De La Serna que se destaca especialmente en los últimos cuatro capítulos de esta entrega.
El contraste que se ha logrado con el refinamiento que ostentaba Berlin genera una regocijante incertidumbre. A diferencia de su predecesor, Palermo no tiene códigos, ni límites, es una bomba siempre a punto de explotar.
Habiéndose pervertido el status quo de las primeras dos temporadas, y con un presupuesto generoso que contribuye a la espectacularidad, La casa de papel 3 presenta desde su inicio un ritmo frenético y sostenido, muy superior a la experiencia anterior. Y si bien esta característica se sostiene a lo largo de los ocho capítulos que la componen, la historia no está exenta de puntos muertos y mesetas.
En general, cuando la acción se corre de la trama principal, esto es: avance, desarrollo y obstáculos del plan, el entusiasmo decae. Las historias personales no tienen el mismo peso que antes, por lo que se termina entrando en una suerte de "síndrome trébol de cuatro hojas", cícilico y apenas atractivo: me quiere mucho, poquito, nada… Soy buen padre, soy más o menos bueno, soy mal padre… y vuelta a comenzar. Estas subhistorias, al menos en lo que se vio hasta ahora (habrá que ver en la parte 4), rompen con el ritmo y ni siquiera funcionan para que la trama avance. El ejemplo más claro es la reaparición de "Arturito" (Enrique Arce), metido con forceps y sin ninguna justificación que amerite su presencia. En este aspecto, da la sensación de que los creadores de la serie se vieron forzados a incluir elementos y personajes de las entregas precedentes para contentar a los fans y sostener la audiencia; o una hipótesis aún peor, que la historia original fuera más larga (la primera temporada tuvo 13 capítulos), y condensar todo en ocho haya obligado a cercenar el desarrollo y lucimiento de estas ramificaciones argumentales.
La casa de papel 3 arriesga y gana, con una tercera temporada de tensión sostenida, siempre al límite de las circunstancias. Ya no hay tiempo para pararse y pensar, ahora se trata de ir hacia adelante a toda velocidad y atropellar, cueste lo que cueste.
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