Reportera del crimen: el renacimiento artístico de Angela Lansbury y la frustración que la convirtió en un dolor de cabeza para los creadores de la serie
La serie, que mantenía una implícita referencia con la obra de Agatha Christie, se convirtió en todo un éxito, aunque puertas adentro la producción y su protagonista transitaron tensos momentos
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Con la dulzura de una abuelita, Jessica Fletcher hacía su paseo en bicicleta mientras saludaba a los vecinos del pueblito costero en el que vivía. De fondo, una pegadiza melodía en piano -que ahora vuelve a retumbar en la cabeza a pesar del paso de los años- con interrupciones de máquina de escribir, ponía al espectador en situación: comenzaba otro misterio para la Reportera del crimen.
Aunque en la Argentina solo se vieron las primeras, la serie protagonizada por Angela Lansbury tuvo doce temporadas, que fueron emitidas en los Estados Unidos entre 1984 y 1996. Como apunte curioso, vale recordar que al momento de su estreno en nuestro país, (a mediados de la década del 80) se la conoció en localmente como A la manera de Agatha Christie, en curioso mix con uno de los títulos que fuera marca registrada de Gerardo Sofovich. Y aunque la serie nada tenía que ver con el recordado conductor y productor argentino, sí estaba íntimamente emparentada con la obra de la escritora inglesa.
Reportera del crimen fue la consagración de tres amantes del género de misterio: Peter S. Fischer, Richard Levinson y William Link, trío ya habían intentado en la década anterior trasladar la narrativa de Ellery Queen, y había creado éxitos como Mannix y Columbo, entre otros.
Ya desde su título original, Murder She Wrote, era evidente la referencia al libro Murder, She Said, de Agatha Christie. Por su parte la protagonista era la imagen que todo admirador de la obra literaria se había formado de Miss Marple, la detective aficionada que era capaz de matarle el punto a Hércules Poirot en el ranking de sabuesos creado por la escritora. De hecho, la grieta, que hoy podríamos definir como “Team Marple” y “Team Poirot” solía ser habitual tema de conversación entre fans de las obras. Y el resultado estaba tan equilibrado como dividido.
De carácter fuerte pero buenos modales, la detective televisiva siempre se encontraba en medio de una situación límite que requería de su atención. Con una mezcla de sagacidad y sentido común, la escritora de novelas policiales y maestra se las arreglaba para dar con el asesino, y en el camino, salvar su vida.
Con una estructura clásica para la época, y el convencimiento de que el diferencial de la serie lo haría la protagonista, los creadores y productores se lanzaron a buscar a la actriz perfecta, que llegó cuando ya estaban a punto de tirar la toalla.
La tercera es la vencida
Desde el primer momento Peter S. Fischer estaba convencido de que la mejor de Hollywood para cargarse al hombro el protagónico de la serie era Doris Day. La lógica era impecable: se trataba de una intérprete muy querida por el público, de la que hacía una década que no se sabía mucho. Era traerla de nuevo al centro de la escena, con más años de experiencia y en un registro en el que, a priori, no se la identificaba. Pero no sucedió. Day declinó muy amablemente la invitación, aduciendo falta de ganas para firmar un contrato por cinco temporadas para una serie semanal, ritmo que, pasados los 60 años, no tenía ganas de seguir.
Jean Stapleton fue el plan B, pero las conversaciones tampoco llegaron a buen puerto, esta vez no por falta de interés sino por cantidad de pergaminos: el talento de Stapleton era inversamente proporcional al entusiasmo del público por verla. Cuando parecía que no había nadie con la edad y el physique du rôle llegó Angela Lansbury, que dijo que sí, tomando una decisión profesional que haría reverdecer su carrera artística.
Luego de un notable camino en Hollywood, con puntos tan altos como la maravillosa El bufón del rey (The Court Jester, 1955) o la también excelente El embajador del miedo (The Manchurian Candidate, 1962), la década del 80 encontró a la actriz trabajando en películas para la pantalla chica; algunas mejores que otras, pero ninguna que le permitiera ubicarse en un lugar estelar para el gran público. El prestigio lo tenía ganado desde hacía rato, faltaba solamente el proyecto.
Cuando llegó la proposición formal, Lansbury estaba a punto de firmar para hacer Las chicas de oro (The Golden Girls, 1985) en NBC, otra serie de éxito pero de un registro totalmente diferente. Por esas cosas del destino, la actriz se decantó por el policial, dejando su lugar a su amiga y colega Bea Arthur, quien de esa manera también pudo reafirmar se camino profesional.
En gran medida, la decisión de la intérprete tuvo que ver directamente con el origen del material que le proponían. Angela no solo era una gran admiradora de Agatha Christie, sino que también había participado de las dos adaptaciones cinematográficas más importantes que se habían hecho hasta ese momento a partir de sus libros: El espejo roto (The Mirror Crack’d, 1980) y Muerte en el Nilo (Death At The Nile, 1978).
Felices con la decisión, protagonista y creadores se pusieron a trabajar en el piloto y en los primeros capítulos. Pero muy pronto, el terceto de guionistas descubrió que la dulzura y sonrisa de la estrella, eran solamente para la cámara. Jessica Fletcher era encantadora; pero Angela Lansbury, un dolor de cabeza.
¿Abuelita o lobo feroz?
Cada año de las doce temporadas que duró al aire Reportera del crimen, Lansbury estuvo nominada al Emmy a la mejor actriz de serie dramática. No ganó ni una sola vez. Conforme iba acumulando decepciones, la estrella comenzó a meterse cada vez más en los guiones, pidiendo cambios de último momento y mostrándose disconforme con lo que le traían. El programa se había convertido en uno de los más vistos de Estados Unidos, con temporadas que llegaron a los 40 millones de espectadores. Un éxito tal, que volvía muy difícil decirle que no a los caprichos de su figura principal.
Por cuestiones de temperamento, el cortocircuito principal era con Peter S. Fischer quien, como ya se dijo, era el que había peleado por tener a su admirada Doris Day en el papel. Así que los humos de Lansbury le caían particularmente mal. El clima de trabajo se volvió tan complicado que promediando la quinta temporada, y aprovechando que vencía su contrato, la actriz anunció que no iba a seguir con la serie, y señaló a Fischer como uno de los responsables de su decisión. Como CBS no estaba dispuesto a echar por la borda a uno de sus programas insignia, negoció la continuidad de la actriz, y le pidió al productor que hiciera lo que fuera necesario para suavizar el clima de trabajo. La “sugerencia” surtió efecto, y Fischer de mala gana se vio obligado a reescribir el último episodio, para reafirmar la continuidad del personaje. De a poco, el guionista fue corrido de ese rol para evitar nuevos roces, que igualmente continuaron con los años. Finalmente, Peter S. Fischer abandonó la serie en 1992.
Entre los destellos de originalidad que mostró el show, uno en especial llamó la atención de los fans: un crossover entre la investigadora y Magnum, el detective de camisas floreadas interpretado por Tom Selleck. Así pudo saberse que ambos personajes eran “parte de un mismo universo” (como se dice ahora), ayudándose mutuamente en más de una ocasión.
La década del 90 fue una bisagra en el gusto de los espectadores. Los intereses se mudaron hacia otras temáticas, y Reportera del crimen comenzó a perder seguidores. Si bien las historias mantenían la misma impronta que la había convertido en un suceso de público, la competencia comenzó a ser cada vez más dura. Al comienzo de la última temporada, un calculado cambio de horario con mucho de puñalada artera, la puso a competir mano a mano con Friends, la serie del momento. Y Jessica Fletcher por primera vez no supo qué hacer: así que resolvió su último misterio, se subió a su bicicleta y se fue para siempre. O casi.
Misterios virtuales
Cuando todavía tenía poder de decisión -es decir antes de salir por la puerta de atrás y silbando bajito-, Peter S. Fischer soñaba con crear una suerte de franquicia de Reportera del crimen, a partir de varios spin off de historias que se hubieran contado. Los capítulos Murder, She Wrote: The Grand Old Lady y Murder, She Wrote: Jack and Bill (ambos de 1989) fueron filmados con una lógica de piloto. Se trataba de historias que narraba la protagonista al principio del episodio, la primera sucedía en la década del 40 y la segunda en la actualidad.
CBS nunca entendió la idea, y no le dio la menor importancia. Empecinado con seguir adelante y sin aviso previo, Fischer la ofreció a la competencia, que lógicamente también la rechazó. Demás está decir que el productor no era muy diestro a la hora de hacer amistades en el medio. Y así le fue.
Luego de la cancelación del programa, llegando al nuevo siglo, la reportera del crimen regresó en cuatro películas para televisión que mantuvieron la calidad de la propuesta original y marcaron un digno y emotivo revival para los fans.
Previo a ello, la marca había tenido una sorprendente buena recepción en el público infantil. Con el precedente de haber captado a una nueva generación gracias a ser la voz de la tetera en La bella y la bestia (Beauty and the Beast, 1991) y cantar su tema icónico, Angela Lansbury saltó a las computadoras en 1996 como la cara de Murder, She Wrote: Mystery Jigsaw Puzzles. Se trataba de un juego para PC que combinaba la interacción del usuario mediante un CD-ROM con la resolución de un rompecabezas que venía incluido, y que se encontraba lleno de pistas para resolver los cuatro casos propuestos.
En 2012 llegó Murder She Wrote 2: Return to Cabot Cove, videojuego que tomaba gran cantidad de elementos de la serie, en torno a un misterio que necesitaba de un jugador sagaz para resolverlo. En ambos casos, los guiones retomaron el estilo impuesto por el programa, convirtiéndose en una original manera de mantener vivo su espíritu, al mismo tiempo que una nueva generación que se volcaba al DVD en busca de los capítulos originales.
Más acá en el tiempo se comenzó a hablar de un relanzamiento del programa. En 2013, medios estadounidenses revelaron que Octavia Spencer había sido elegida para el protagónico, decisión que fue condenada por la mismísima Angela Lansbury. Sin mucha confianza en que el proyecto pudiera desenterrar el recuerdo de su predecesor, el piloto terminó en el fondo de un cajón, sin posibilidades de ver la luz.
Aun cuando hoy no es la primera opción a la hora de pensar en series retro sobre crímenes, Reportera del crimen se ganó un lugar en la historia de la televisión mundial. Gracias a una conjunción que, al menos en la ficción, consiguió una alquimia perfecta. La vida real, en cambio, fue otro tema.
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