Rachel Brosnahan, la chica que hace reír a la creadora de Gilmore Girls
A los 27 años, acaba de recibir una nominación a los Globo de Oro con su primer protagónico en la serie de AmazonLa maravillosa señora Maisel; a pesar de no haber hecho jamás comedia, Brosnahan –que se había lucido en House of Cards– deslumbró a Amy Sherman-Palladino, gran descubridora de talentos
Si ya escucharon esta anécdota, me avisan: es la de una actriz que se agarra la peor gripe de su vida. Tiene tanta fiebre que por momentos pierde la consciencia. Su cabeza es como una máquina de humo. Apenas recuerda cómo se llama. Los bollitos de pañuelos de papel usados cubren el piso. Y también está a punto de comenzar la rutina de stand-up más importante de su carrera. Tiene que hacer reír durante cinco minutos a cuatro personas que pueden cambiar su destino. Lo que está en juego es simple pero crucial: si los hace reír, el mundo será suyo. Pero he aquí lo importante: la actriz no es una comediante. Nunca actuó en un café concert. Ni siquiera actuó en el living de su casa.
El cuento no tiene remate: esta historia realmente ocurrió. Cuando Rachel Brosnahan, que tiene 27 años y no es una comediante, aunque ahora interprete a una en la serie de AmazonLa maravillosa señora Maisel (que recibió dos inesperadas nominaciones al Globo de Oro, a mejor comedia y mejor actriz de comedia protagónica para la propia Brosnahan) apenas podía mantenerse en pie. Ya la había postergado una vez, con la esperanza de que la gripe aflojara. Pero la fiebre había subido.
Esa se despertó empapada en sudor, desorientada y completamente aterrada: si ese día no lograba arrastrarse hasta Hollywood, Amy Sherman-Palladino y su esposo y cocreador, Daniel Palladino, le darían el papel de Midge Maisel a la siguiente actriz de la lista.
Amy Sherman-Palladino escribe a sus protagonistas femeninas –Lorelai en Gilmore Girls , Michelle en Bunheads–, como locuaces herederas de Dorothy Parker, capaces de abrirse paso en la vida a chiste limpio. Y Rachel Brosnahan sentía que realmente podía ser Miriam (Midge) Maisel, una joven ama de casa judía de 1958 que se las ingeniado para lograr todo lo que se espera de ella: un impecable departamento en el Upper West Side de Nueva York, un marido consentido que de día trata de vender anuncios publicitarios y de noche usa transgresoras poleras, una parejita de hijos pequeños y adorables, y una figura que se asemeja bastante a una botella de Coca-Cola.
La idílica vida de Midge no sobrevive el primer episodio. Y así debe ser: ¿quién quiere ver una serie sobre una feliz ama de casa de mediados del siglo XX? Primero, Midge descubre que su esposo Joel, que pasa sus noches en el escenario de un café en Greenwich Village, está robando los chistes de su rutina cómica. Al confrontarlo con esa transgresión, Joel, Emasculado, le revela que está teniendo un romance con su secretaria. Cuando Joel se va, Midge se baja una botella de tinto, se trepa al escenario del Gaslight Café, empapada y borracha. Lo que sigue a continuación es menos un número de comedia que una performance: Midge da vueltas por el escenario como una valkiria y se bandea entre el drama y la comedia tan salvajemente que su público no sabe si reír o huir despavorido. Y como gran final, se desnuda, y la policía se la lleva mientras ella grita “¡No hay forma de que esa maldita Penny Pann pueda competir con estas tetas!”.
Esa fue una de las escenas que Brosnahan tuvo que interpretar durante su audición. Pero la enfermedad le jugó a favor. “En un determinado tuve que sacarme los zapatos, porque me sudaban hasta los pies”, recuerda. “Fue todo un desastre. Y Amy me frenaba todo el tiempo para pedirme que me empolvara la cara ¿Habré tenido un ACV y no me di cuenta? La verdad que no recuerdo nada de la audición.” Sherman-Palladino se llevó otra impresión. “Entró como una tromba. No temblaba en absoluto. Literalmente, no tenía miedo.” Daniel Palladino agregó que si bien sabían que obligar a una actriz a hacer stand-up frente a un auditorio vacío era “un poco sádico”, tenían que encontrar para el papel a alguien capaz de ser ingenioso bajo presión.
Hasta entonces, Brosnahan pasó una década “a punto de” llegar. Y no es que pasara desapercibida. Cuando tenía 21 años y estaba por recibirse en la Universidad de Nueva York, interpretó a Rachel Posner, una prostituta de alto nivel en House of Cards . Originalmente, el papel estaba pensado para alguien mayor, y se suponía que Brosnahan iba a aparecer en tan sólo dos episodios. “Estaba completamente segura de que iba a perder el papel y que se iban a dar cuenta de que soy un fraude”, explica la actriz.
No sólo consiguió el papel, sino que la buena química que tuvo con Michael Kelly, quien interpretaba a Doug Stamper, el jefe de gabinete presidencial encargado de lidiar con “el problema” de Posner y que termina enamorado de ella, que los creadores de la serie modificaron un rol pensado para cinco líneas de diálogo y lo convirtieron en un papel de nueve episodios, que le valió a Brosnahan una nominación al Emmy. Su personaje tiene un final atroz, pero para entonces ya tenía asegurado otro papel en TV. Interpretó a Abby Isaacs, la joven esposa de un médico en la serie Manhattan, sobre la fabricación de la bomba atómica. Abby fue un adelanto de lo que Brosnahan tendría que hacer como Midge: era otra mujer que pierde su inocencia.
Hasta Midge, Brosnahan había interpretado casi exclusivamente papeles dramáticos. Es allí donde se siente más a gusto. Como descubrió más tarde, hacer chistes conlleva un grado de vulnerabilidad y de exposición que excede ampliamente el llorar en cámara. Por suerte, las mujeres que escriben los Palladino son de diálogos cortos y tiempos precisos: no hay nada elástico en ellas. Ese timing está cuidadosamente planificado de antemano, palabra por palabra (“Es una monstruosa cantidad de texto, y hay que soltarlo sin pestañear”, dice Brosnahan.) Si bien ese rigor no habría funcionado para una comediante costumbrada a improvisar, a la intérprete esas restricciones le jugaron a favor.
El humor de su personaje no surge de un pozo de inseguridades, sino de una osadía descarada que ni ella misma puede explicar y que nunca pensó que podía tener un canal de expresión, hasta que se trepó a un escenario. En estos momentos tan turbulentos, cuando muchos hombres –especialmente los cómicos– son expuestos como acosadores, depravados y delincuentes, aquel relato está siendo reescrito. Estamos descubriendo que muchas mujeres talentosas fueron obligadas a darse por vencidas frente al embate de la misoginia, especialmente en el mundo de la comedia, donde ser una mujer exitosa suele estar asociado a hacer reír a los muchachones que tienen poder.
La maravillosa señora Maisel tiene cierta cualidad de realismo mágico. Arranca con una boda –la de Midge y Joel–, en la que obviamente, Midge insiste en hacer su propio brindis. Es una mujer que ha disfrutado de todos los privilegios. Una de las escenas más impactantes del piloto muestra la extensa rutina de belleza nocturna de Midge, que se levanta dos veces en el transcurso de la noche, una vez para quitarse el maquillaje y otra para volver a maquillarse, para que al despertarse, su esposo siempre se encuentre con un rostro perfecto. Cuando Joel la abandona, para Midge es un cataclismo. Es por eso que sus revelaciones están tan imbuidas de humor: es una mujer convencida de ser merecedora de todo; cuando esa fachada perfecta se cae a pedazos, queda furiosa. “Lo que me encanta de Midge es que no es una feminista –dice Broshanan–. Es producto de su época.” Maisel hace lo que tiene que hacer para salir adelante en un mundo de hombres. “Tiene una curiosidad insaciable. Lo que no sabe, lo quiere aprender. Y sólo sabe ir hacia adelante.”
Broshanan dispara sus líneas con la regularidad de un metrónomo. Como Midge, que es de ese tipo de mujeres que impone su ritmo vertiginoso y espera que el resto del mundo le siga el tren.
(Traducción de Jaime Arrambide)
Rachel Syme
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