Quién fue Halston, el rey de la moda y de la noche neoyorkina de los 70 que inspiró a la serie de Netflix
Dueño de una tumultuosa vida, vistió a Jackie Kennedy, fue amigo de Liza Minnelli y Andy Warhol y alcanzó el éxito por sus modelos monocolor, sencillos pero impecables
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Este viernes 14 se estrena en Netflix la miniserie de cinco capítulos Halston, basada en el libro Simply Halston, de Steven Gaines, sobre la vida del célebre diseñador Roy Halston Frowick, que dominó la escena fashion neoyorquina de los ´70 y ´80 y fue figura fundamental en las noches del mítico Studio 54. Dirigida por Daniel Minahan (American Crime Story) y producida y escrita por el ascendente y controvertido Ryan Murphy, está protagonizada por Ewan McGregor (Trainspotting, Moulin Rouge, Lo imposible, Star Wars), un actor que desde el comienzo de su carrera no le teme a los desafíos.
“Tengo una visión. Voy a transformar la moda estadounidense”, dice Halston en el comienzo de la miniserie. Y no se equivocó. “El primer diseñador pop star”, como se lo apodó, fue el que cambió por completo las reglas del vestir en los Estados Unidos de los ´70, añadiendo al aire práctico y deportivo de la moda local la elegancia que solía asociarse a la europea. Sus inicios fueron tan memorables como sus diseños: saltó a la fama cuando diseñó el sombrero que llevó Jackie Kennedy en la ceremonia de inauguración presidencial de John Kennedy. Desde ese momento, su popularidad fue in crescendo, convirtiéndose en uno de los impulsores de la Nueva York dorada, en la que primaban las fiestas, la libertad y el arte.
Fue amigo de Andy Warhol e Yves Saint Laurent, vistió a grandes estrellas como Elizabeth Taylor (a quien llegó a acompañar a una entrega de los Oscar), Lauren Bacall y Liza Minnelli (con la que también fue compañero de fiestas) y dictaminó quiénes serían las supermodelos de la década: bajo el nombre de Halstonettes, Anjelica Huston (sí, la actriz), Pat Cleveland y Alva Chinn lo secundaron fielmente y en una suerte de simbiosis en todos sus desfiles.
Halston había nacido en la ciudad Des Moines, del estado de Iowa, el 23 de abril de 1932, en el seno de una familia de clase media, en la que su padre, de origen noruego, era empleado contable, y su madre una ama de casa con gran afición por la costura. De adolescente se dedicó a sumarle detalles a prendas de su madre y su hermana, así como a idear sombreros y tocados para que los luciesen. Tras tomar un curso de arte comenzó a decorar vidrieras hasta que abrió su primera tienda en 1957 en Chicago, adonde la familia se había mudado, y sólo unos meses más tarde pasó a colaborar con una diseñadora de sombreros neoyorquina, Lilly Daché, lo que lo conectó con algunos editores de moda del momento. Pronto logró ocuparse de la colección de sombreros de Bergdorf Goodman, el más prestigioso almacén de Nueva York, oasis de la alta sociedad. Quienes lo vieron llegar a la Gran Manzana lo describían como un varón alto y guapo a la manera de Rock Hudson, muy asombrado de poder entrar en bares exclusivamente de hombres que buscaban compartir algo más que una cerveza y algo menos que una noche.
Cuando Jackie Kennedy acudió a finales de 1960 a Bergdorf Goodman en busca de un sombrero para la inauguración del mandato de su marido, y escogió uno de las creaciones de Halston, su fama se multiplicó y ahí comenzó su apogeo. Halston pensó que ese día todos estarían pendientes de lo que dijera Kennedy y de lo que vistiera Jackie, de modo que su sombrero no podía taparle la cara ni permitir que el viento o el pelo molestaran a quien sería el rostro de la nueva era. Dejándole protagonismo a Jackie, el diseñador consiguió atraer atención sobre su diseño y así el sombrerito pillbox lanzó su carrera y hoy se considera una pieza histórica.
Pronto comenzó a diseñar vestidos y a acuñar frases célebres: “La moda es una caricia, pero también un látigo, algo que sin saber por qué nunca jamás olvidas”. Lo suyo fueron las prendas sencillas, ceñidas y monocolor, principalmente en tonos blanco, negro, burdeos y beige, con materiales como la lana, la antelina de microfibra lavable o el cashmere. Sus principales piezas -vestidos largos, caftanes, pantalones y vestidos camiseros- eran austeras pero de corte impecable. Fue tal el impacto que estas prendas provocaron que desde entonces inspiraron la moda norteamericana venidera. Sólo basta observar las colecciones de Donna Karan, las de Calvin Klein o las de Gucci by Tom Ford, que replican la obsesión de Halston por el orden y las líneas puras, por las superficies limpias y las prendas bien cortadas.
Al principio no se drogaba ni bebía, sólo parecía tener interés en progresar y cumplir su promesa de “vestir a toda América”. Y al tiempo que su amigo Yves Saint Laurent creaba su propia maison en París, Halston abandonó definitivamente los sombreros y se centró en el prêt-à-porter. Perfiló una silueta para esa mujer que empezaba a incorporarse al sector empresarial, que necesitaba un vestuario para trabajar y otro para su vida social. Y para ello se inspiró en el Hollywood de los años treinta y cuarenta, en un ejercicio posmoderno de reglamurizar al propio glamour. Abusó del cuello halter hasta hacerlo sinónimo de su nombre, también la manga murciélago, los tops con pantalones fluidos y los trajes de inspiración masculina. Se podría decir que si Yves Saint Laurent uniformaba con sus smokings, Halston lo hacía con el estilo gangster.
En el momento de mayor de éxito (tienda en Madison Avenue incluida), Halston conoce a la vez el amor y el descontrol, dualidad que muestra muy bien la miniserie de Netflix. En el marco de la discoteca Studio 54 conoce a Victor Hugo Rojas, un decorador venezolano que en principio comparte con Andy Walhol y luego será objeto de toda su devoción. Mientras se adentra acompañado por este adonis en una rutina sin límites por las noches neoyorquinas, pasa a formar parte de un grupo profesional más amplio, que extiende sus colecciones a las prendas masculinas, los accesorios y la perfumería.
No obstante, Halston no mantiene una relación fluida con el holding que invierte en él y allí empiezan sus problemas. Cuando inicia una colaboración repentina con los almacenes J.C.Penney (competencia directa de Bergdorf Goodman), la casa de moda que lo vio nacer rechaza sus colecciones y Halston pierde apoyo en el grupo empresarial que fabricaba sus prendas. A mediados de los ´80, disminuye su presencia e influencia en el mercado tras la aparición de nuevos creadores, como Calvin Klein y Donna Karan, que replican su estilo con gran apoyo monetario.
Con una situación monetaria y profesional empobrecida y una salud diezmada, Halston decide entonces mudarse a San Francisco. En 1988, tras ser diagnosticado con sida, enfermó gravemente de dolencias pulmonares que lo llevaron a la muerte el 26 de marzo de 1990. Así se desvaneció la gran estrella de la moda norteamericana que había alcanzado metas hasta el momento impensadas para “un modisto del noreste del país”: desde vestir a una primera dama hasta hacerse cargo de los uniformes del equipo nacional en las Olimpíadas de 1976, pasando por diseñar el atuendo de las azafatas de Braniff Airlines y firmar el vestuario de los ballets de la exigente Martha Graham. Con espíritu entretenedor, la miniserie de Netflix le hace justicia a su derrotero de vida y cadena de logros.
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