¿Qué veo? Plomeros de la Casa Blanca repasa el Watergate a mitad de camino entre el absurdo y la fidelidad a la historia
La miniserie de cinco episodios de HBO Max está protagonizada por Woody Harrelson y Justin Theroux como dos agentes del gobierno no muy brillantes
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Plomeros de la Casa Blanca (White House Plumbers, Estados Unidos/2023). Dirección: David Mandel. Guion: Alex Gregory y Peter Huyck. Música: Jeff Cardoni. Fotografía: Steven Meizler. Elenco: Justin Theroux, Woody Harrelson, Lena Headey, Kathleen Turner, Domhnall Gleeson. Disponible: los lunes a las 22, en HBO Max. Nuestra opinión: buena.
En Todos los hombres del presidente (1976), “Garganta profunda”, el informante del periodista Bob Woodward, explica la razón que llevó a la debacle del Watergate y la renuncia de Nixon: “La verdad es que estos tipos no son demasiado brillantes y las cosas se fueron de las manos”. White House Plumbers es una sátira política concentrada en demostrar que ciertamente los involucrados en ese escándalo que sacudió a su país no eran brillantes bajo ningún aspecto y hasta qué punto todo se les fue de las manos.
Esta miniserie de cinco episodios comienza con lo que parece la escena central del caso Watergate: dos agentes del gobierno (uno de la CIA, E. Howard Hunt, y otro del FBI, G. Gordon Liddy) junto a tres exiliados cubanos anticastristas (“Macho” Baker, “Villa” González y “Musculito” Martínez) intentan ingresar por la noche al edificio donde funcionaban las oficinas del Partido Demócrata para instalar secretamente dispositivos de vigilancia. Acto seguido queda claro que no se trata del momento que imaginábamos: los intrusos ni siquiera logran pasar la puerta de entrada porque “Musculito” no puede con la cerradura. Al parecer, hubo cuatro intentos de ingresar al edificio, los tres primeros truncados por la irreductible torpeza para superar las medidas de seguridad más elementales de estos autopercibidos maestros del espionaje (“La única diferencia entre James Bond y yo es que Bond es una ficción” le suelta más tarde Hunt a una azafata para conseguir su teléfono).
La primera misión encomendada a Hunt y Liddy había sido desacreditar a Daniel Ellsberg, quien filtró a la prensa los llamados “papeles del Pentágono”, documentos que demostraban que la Casa Blanca ingresó a la guerra de Vietnam sabiendo que no podía ganar y el altísimo costo en vidas que insumiría. Su estrategia consiste en irrumpir en el consultorio del psicoanalista del informante y obtener los registros de sus sesiones: obviamente Ellsberg, a quien consideraban un comunista al servicio de la URRS, mencionaría su filiación marxista y su plan para traicionar a su país en la terapia. Disfrazados con pelucas inverosímiles, se cuelan en la oficina del terapeuta pero no logran abrir el fichero metálico con sus archivos, de modo que lo fotografían cerrado como prueba de que algo sospechoso debía ocultar. Este resultado provoca una gran impresión en el gobierno republicano y ambos son nombrados líderes del Comité para la reelección del presidente Nixon. El dúo se rebautiza “Plomeros de la Casa Blanca” (evitarían filtraciones) y reclaman un millón de dólares para cumplir su propósito. Las acciones con las que pretendieron asegurar la reelección de Nixon llevaron al escándalo del Watergate que, eventualmente, terminó provocando la renuncia del presidente, la única en la historia de los Estados Unidos.
La secuencia de sucesos que llevó a la caída de Nixon es uno de esos momentos en los que la realidad se rarifica y se vuelve más insólita que la ficción, de modo que es difícil para quien no sea un estudioso de este período saber exactamente cuánto de lo narrado aquí es auténtico y cuánto es una exageración que queda al amparo de la licencia creativa. ¿Realmente Liddy escuchaba conmovido grabaciones de los discursos de Hitler a máximo volumen? Se percibe una tensión en la serie entre darse a la sátira genuina y mantenerse fiel a los hechos. Esto la ubica en un punto intermedio que no la beneficia: no es tan graciosa como una parodia desatada al estilo de Veep (donde el aquí director David Mandel ofició de showrunner durante cuatro temporadas) ni tan cautivante como un thriller político. Tanto Woody Harrelson (Hunt) como Justin Theroux (Liddy) construyen caricaturas -absurdas pero no necesariamente hilarantes- que hacen que nuestra inversión emocional en lo que les sucede sea baja. Cuando el tono se pone serio y nos recuerda que estos sucesos son de una extrema gravedad, no nos importa demasiado.
La relevancia política de la serie, la atracción gravitatoria con la que pretende mantenernos en su órbita, sale de que la demencia de estos acontecimientos de hace medio siglo parecen reflejar la demencia y la disrupción provocadas por la aparición de Donald Trump en la esfera pública norteamericana hace 7 u 8 años. “Si lo que hice fue socavar la confianza de los ciudadanos en el gobierno, entonces esto pagará dividendos al partido republicano en el futuro”, afirma Liddy. Trump fue el antipolítico que finalmente vino a desarmar la política desde adentro pero con ella también la legitimidad de los procesos institucionales de la democracia: si las elecciones no lo dan ganador, ¿para qué sirve tener elecciones? Plomeros de la Casa Blanca parece decirnos que ese modo de entender la política comenzó aquí. Lamentablemente, ni la crítica ni el humor resultan tan afilados como para hacer de esta miniserie un acontecimiento tan memorable como los que relata.
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