¿Qué veo? La periferia, la nueva apuesta de ciencia ficción de Amazon, tiene buenas ideas y mejores secuencias de acción
La nueva serie de Amazon Prime no le hace plena justicia a la novela original de William Gibson pero está impulsada por buenas secuencias de acción y un presupuesto que permite la creación de un mundo sólido
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La periferia: conexión al futuro (The Peripheral, EEUU, 2022), Creador: Scott B. Smith. Dirección: Vincenzo Natali. Guion: Scott B. Smith, Jamie Chan, Greg Plageman. Elenco: Chloë Grace Moretz, Gary Carr, Jack Reynor, Eli Goree, Charlotte Riley. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: buena.
En 1982, William Gibson, el escritor que volvería cool el imperio de nerds y réprobos que era la ciencia ficción y se convertiría en el nombre más reconocible del cyberpunk, publicó el cuento “Quemando cromo” en el que acuñó el término “ciberespacio” para describir el entorno virtual creado por una computadora. Dicho de modo más sencillo: predijo la existencia de Internet y le dio su nombre alternativo. Luego del éxito de su novela de 1984 Neuromante, que es una expansión del mundo presentado en aquel cuento, y tras que la realidad inesperadamente se sincronizara con algunas invenciones de su ficción, empezó a ser considerado un profeta moderno, un escritor cuyo mayor talento estaba en su inquietante precognición del futuro cercano.
Sin embargo, si se toma distancia de esta presentación repetida al hartazgo se puede notar que las novelas de Gibson, en su carácter oracular, tienen tantos aciertos como fallos (su ciberespacio no se parece en nada a nuestra Internet, en su siglo XXI aún no existen los teléfonos celulares y Japón es la mayor potencia mundial) y que su mérito no está en un dudoso don de adivinación sino en proyectar y hacer visible en el porvenir aquello que no somos enteramente capaces de nombrar de nuestro presente. Sería injusto, además, no mencionar su capacidad para construir personajes y circunstancias con una resonancia cultural irresistible y elaborar, en un género que suele contentarse con la creación de mundos novedosos, una escritura potente con un estilo que recibe tanta atención como la trama. Si William Burroughs y Raymond Chandler hubieran intentado escribir a cuatro manos una historia de James Bond enfrentando a ninjas clonados e inteligencias artificiales del futuro quizás habría resultado algo parecido a sus primeras novelas.
Luego de abandonar el cyberpunk cuando el mundo se volvió cyberpunk y después de publicar una trilogía situada en el presente inmediatamente posterior al 11 de septiembre, Gibson regresó a la ciencia ficción con The Peripheral (2014), una novela que transcurre no en uno sino en dos futuros desolados. En 2032, los hermanos Flynne y Burton Fisher sobreviven en un pueblo rural de los Estados Unidos ejerciendo trabajos de bajísima ralea como la operación de impresoras 3-D o el testeo de videojuegos. Flynne es mucho mejor jugadora que su hermano, un exsoldado que sufre de daño neurológico a causa de sus implantes hápticos, y ella suele tomar su lugar en los juegos más difíciles. Ambos necesitan dinero para afrontar el tratamiento de su madre moribunda, tan costoso que solo pueden comprar la medicación a narcotraficantes. El segundo futuro se ubica en 2099, cuando es posible enviar información a través del tiempo, incluida la conciencia completa de un individuo. En ese futuro, una conciencia proyectada desde el pasado hacia ese presente es alojada en un “periférico”, una suerte de cuerpo descartable en el que la experiencia se percibe igual que en el propio. Así, mientras Flynne cree que prueba un juego de realidad virtual, en verdad está ocupando un periférico en la Londres de 2099, una ciudad dominada por CEOs y herederos de la cleptocracia rusa, donde rápidamente queda envuelta en una intriga criminal.
Estas son las coordenadas iniciales de la novela y de la adaptación que estrenó Amazon Prime Video. Sin embargo (al menos, al juzgar por los tres episodios que se adelantaron a la prensa) las similitudes no avanzan mucho más. Extrañamente, la adaptación está purgada de los más reconocibles rasgos gibsonianos del libro (la exploración de nuevas tendencias sociales y, en particular, nuestro culto a las celebridades, la disección de subculturas urbanas o el análisis de nuevos medios masivos) y se parece mucho más a las temporadas finales de Westworld, cuyos creadores Jonathan Nolan y Lisa Joy también son productores de esta serie y, evidentemente, ejercieron una considerable influencia en La periferia.
La pregunta de qué es real y la confusión entre personajes (la conciencia de uno en el cuerpo de otro), que fueron los recursos más característicos de Westworld, reaparecen aquí de modo innecesario: no estaban en la novela y en poco tiempo son abandonados y olvidados sin consecuencia. El diseño de la ciudad futura y de los androides también recuerdan a los de aquella serie. Es como si Nolan y Joy reclamaran para sí la autoría de este mundo. El showrunner, sin embargo, es el novelista y guionista Scott Smith, autor de Un plan simple, por cuya adaptación fue nominado a un Oscar. Afortunadamente La periferia: conexión al futuro, tras un breve desconcierto inicial, resulta mucho menos pretenciosa y más comprensible que Westworld. Al mismo tiempo, se puede objetar que reduce el argumento rico de la novela a un esquema básico: lo que sabemos tras tres episodios es que hay una mujer desaparecida, una fuerza que la busca y otra contraria que quiere eliminarla. Este goteo narrativo se debe a un mal de época: la necesidad de retener vueltas de tuerca para que todo pueda ser extendido indefinidamente, por tantas temporadas como los números acompañen.
La serie sí preserva en su doble distopía las críticas del libro al presente norteamericano: la caracterización de la América profunda como un territorio de milicias nutridas de exsoldados abandonados a su suerte por el gobierno, la expansión de la economía de laissez faire que solo dejó trabajos de mínima calificación con salarios de hambre e hizo de la cobertura médica un privilegio inaccesible y la colonización del pasado por el futuro como una analogía sobre el imperialismo. Esta fuerte dosis de anticapitalismo es menos panfletaria de lo que suena y se mantiene en segundo plano para dar espesor a la construcción de las dos realidades entrelazadas.
Tal cosa, en particular la creación del futuro más lejano, y las muy logradas escenas de acción son los principales motores de cada episodio aunque, a veces, ceden demasiado a diálogos explicativos y a un romance prescindible. Cada vez que aparecen ideas de ciencia ficción, y mientras más pulp mejor (¡un arma de ondas sónicas! ¡una toxina que mata al atraer un enjambre de insectos enloquecidos! ¡un escuadrón de exmarines conectado por sus sinapsis!), la serie cobra vida. Si bien no es la introducción ideal a la obra de Gibson –hasta ahora no tuvo suerte con el cine y la TV– cuenta con el presupuesto y la competencia técnica para conjurar un futuro sólido, intrigante y que, mientras tiene algo nuevo que mostrar, invita a seguir mirando.
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