¿Qué veo? La inglesa, una historia de amor y venganza bajo las vestiduras del western
Hugo Blick, el creador de The Honorable Woman, narra en esta serie una visión muy personal de la llamada “conquista del Oeste” a través de una memorable road movie que une a una viuda que busca al asesino de su hijo y a un exsoldado indígena que pretende convertirse en agricultor
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La inglesa (The English, Reino Unido-Estados Unidos/2022). Creador: Hugo Blick. Elenco: Emily Blunt, Chaske Spencer, Stephen Rea, Tom Hughs, Valerie Pachner, Ciarán Hinds, Toby Jones. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: muy buena.
“Estaba escrito en las estrellas. Y nosotros creíamos en las estrellas.” La voz en off que inaugura La inglesa es la de su protagonista, Lady Cornelia Locke (Emily Blunt), una aristócrata que ha llegado a los Estados Unidos para vengar la muerte de su hijo. En su Inglaterra natal, Cornelia era una oveja negra, madre soltera y habitante de la casa oculta del condado familiar, obtenido por su padre con sangre de batalla y orgullo de señor. Pero a Cornelia poco le importan los títulos y los modales: se ha aventurado al Oeste a buscar al hombre que dio muerte a su hijo, llevando un mechón de su cabello en un relicario y un bolso lleno de dinero.
La miniserie escrita y dirigida por Hugo Blick (The Honourable Woman, Black Earth Rising) es un western a todas luces, con sus amplios paisajes y sus colores terrosos. Pero es también una historia de venganza, como todas las del Oeste pionero, de conquista y barbarie, como aquellas que narran la fundación de los primeros estados y la gestación de los mapas modernos. Y es también una historia de amor imposible, signada por las pasiones y los prejuicios. La voz de Cornelia nos conduce a su llegada a Estados Unidos apenas 13 años antes, en 1890, y a su pesquisa hasta un hotel solitario en el nuevo territorio de Kansas. Lo que la espera en su búsqueda es un indio pawnee colgado en la entrada, a la espera de un viaje y un castigo. Ese hombre es Eli Whipp (Chaske Spencer) -uno de sus tantos nombres-, exsargento de caballería que ahora vuelve al Norte a reclamar sus tierras. Colgado al sol ardiente, solo le queda su piel curtida y su orgullo.
Heredera de los westerns tardíos, aquellos cruzados con la tragedia shakesperiana y cargados con la decadencia de una civilización recién fundada — como los de Anthony Mann y algunos del revisionismo de los 80 y 90 como el Gerónimo de Walter Hill-, y de cierta pátina autoconsciente del spaghetti western de Sergio Leone, La inglesa se sitúa décadas después de la Guerra de Secesión, tras la reorganización del Viejo Oeste y la creciente llegada de pioneros para poblar ese amplio territorio. Cumplido su tiempo con el uniforme azul de la Unión, Eli Whipp ha decidido regresar a su tierra natal, reclamando aquellas tierras prometidas cuando era oficial. “Aquí dentro eres uno de nosotros; allí fuera, uno de ellos”, le recuerda uno de su subalternos cuando lo despide, vaticinando que el color de su piel y su pertenencia a un pueblo originario como obstáculos seguros para su integración social y su conversión en propietario.
Tras el fortuito encuentro entre Eli y Cornelia, su travesía será el fruto de una compañía necesaria y una acuerdo tácito entre quienes han perdido mucho y aún anhelan seguir buscando. La estructura que propone Blick es la del viaje, en una extraña road movie cubierta de tropiezos y repentinos salvatajes, pero junto a ella el diseño de un mundo nuevo, crujiente del mismo dolor de la anterior barbarie. La disputa sangrienta entre ganaderos y pequeños granjeros fue desde siempre un tópico incómodo para el gran relato del western, abordado tempranamente en El caballero del desierto (1940) de William Wyler, y luego tema del gran fracaso de Michael Cimino, Las puertas del cielo (1980). Aquí la perspectiva es la de los outsiders, tanto los pawnee desposeídos de sus tierras ancestrales, como la de las mujeres solitarias que persiguen venganza, mientras la codicia de los ganaderos y la llegada de colonias menonitas se enfrentan en un nuevo juego. Y esa mirada es recreada por un inglés como Blick, que recoge el tamiz europeo en aquel gran fresco de la historia americana, un relato indirecto que observa sin remordimiento lo antes negado.
Quizás en algunos pasajes Blick se adhiera demasiado al preciosismo de sus imágenes, esquivando la furia que siempre latía bajo el lirismo de los westerns de Mann o Boetticher, pero su interés radica menos en la (contra) historia oficial que en la periferia de esas grandes epopeyas. No solo el camino de Cornelia y Eli transita por los márgenes de la verdad escrita, por los cordones de lo autorizado, sino que el tono consignado para su mirada sobre la violencia es consciente y doloroso, nunca cínico o resignado. Un mundo vital y exuberante, carcomido por odio y mezquindad, pero al mismo tiempo libre, como toda tierra prometida. El notable equilibrio de las actuaciones de Blunt y Spencer, sus intercambios de miradas, la secreta pasión tras sus conversaciones, conjuga el entrañable atractivo oculto tras las grandes acciones.
La inglesa establece el punto de llegada en un pequeño pueblo en Wyoming llamado Hoxem, comandado por un sheriff que solo parece patrullar un cementerio. Hacia allí conducen los hilos de búsquedas y disputas, la sangre que corre veloz por las praderas en busca de paz y redención. Bajo esa estructura de creciente torbellino, en el que varios personajes — un violento ganadero, un matrimonio indígena, una joven viuda- se enredan sin remedio, Cornelia y Eli construyen su propia historia, en la contracara de esa legendaria imaginería del western, bajo el sol del atardecer y el arrullo del amor.
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