Los actores, los directores y las tramas son argentinas, pero se filman del otro lado del charco
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La miniserie que revisa el atentado a la AMIA, el mayor acto terrorista en la historia de la Argentina, se filmó en las calles de Montevideo. Barrabrava, la ficción que se sumerge en el lado oscuro del fútbol nacional, está ambientada en estadios uruguayos. Parte de Cromañón, la película que recrea la tragedia de Balvanera donde murieron 194 jóvenes, fue rodada en la Ciudad Vieja. Cris Morena tampoco regresó a los Estudios Pampa, en Martínez, para grabar la continuación de Floricienta: embarcó a todo el elenco de su nueva tira, a la que llamó Margarita, y cruzó el Río de la Plata. Allá, en la otra orilla, creció un nuevo polo audiovisual que absorbe la producción nacional. Es Hollywood, a la uruguaya.
El fenómeno va a contramano de lo hasta ahora conocido. Se supone que la Argentina, con el peso devaluado y mano de obra calificada en la industria audiovisual, debería ser un imán para las producciones internacionales. Un destino “bueno y barato” para grabar. Pero ni siquiera las series argentinas se filman acá. “Acá es barato, pero demasiado complicado”, explican los directivos de las plataformas, las principales generadoras y compradoras de contenido en el mundo. Y hablan -lo dicen a continuación, a lo largo de la nota- de las complicaciones para ingresar dólares al país, con el tipo cambio, de los pocos beneficios impositivos y de los problemas sindicales.
Un dato a tener en cuenta que magnifica la “tragedia” de la industria: en 2008, hace tan solo quince años, la Argentina era el cuarto exportador mundial de contenidos audiovisuales, sólo superado por Reino Unido, los Estados Unidos y Países Bajos. Ese año se comercializaron 28 formatos “made in Argentina”.
Producción ¿nacional?
La televisión abierta prácticamente no produce ficción. Hoy la pantalla está plagada de realities, magazines “en vivo” y programas de entretenimiento. Solo hay dos novelas argentinas al aire, ambas de Polka, y sus resultados no son los esperados: Argentina, tierra de amor y venganza 2 [que termina esta noche] y Buenos chicos no terminan de conquistar a la audiencia. En este contexto, las productoras apuestan a las plataformas.
Los actores son argentinos. Los autores son argentinos. Los directores muchas veces son argentinos. Incluso las historias están atravesadas por sucesos que marcaron la historia argentina. Pero se filman fuera del país. Sobran los ejemplos.
El 27 de octubre, Prime Video estrena la segunda temporada de Iosi, el espía arrepentido. Basada en una historia real, los nuevos episodios, también grabados en Uruguay, hacen una revisión profunda del atentado a la AMIA, basados en el libro homónimo de Horacio Lutzky y Miriam Lewin.
También se acaba de terminar el rodaje de AMIA: la serie, que se venía gestando hace años. La producción original es de la empresa israelí Dori Media. Son 8 capítulos de 45 minutos cada uno protagonizados por la argentina Malena Sánchez, el actor israelí Michael Aloni, al que vimos en Schtisel (el drama que retrata la vida de una familia híperortodoxa en Jerusalén, que se emitió en Netflix) y el uruguayo Alfonso Tort, que se luce en El reino. La trama se centra en un agente del Mossad cuya hermana fallece durante el atentado a la AMIA. Junto a una periodista argentina busca encontrar a los responsables. El director es el uruguayo Guillermo Rocamora. Dicen que buscaban una mirada para ir a fondo con la historia sin estar involucrado como argentino o como israelí. Su estreno está previsto para 2024, aún sin plataforma definida. En octubre se hará el gran lanzamiento en la MIPCOM de Cannes, la feria de contenido audiovisual más importante de la industria en la que se cierran acuerdos de financiación, distribución y coproducción.
¿Cómo llegaron estas producciones al Hollywood a la uruguaya? La preproducción de AMIA fue larga. Dori Media tenía el proyecto armado y sondeó a varias productoras argentinas y uruguayas. Después de analizar varios presupuestos, contrataron el servicio de producción integral de Cimarrón, empresa uruguaya fundada por los productores Hernan Musaluppi, Diego Robino y Santiago López. Fueron once semanas de filmación.
Según datos de la Agencia de Cine Audiovisual del Uruguay (la ACAU), entre 2021 y 2022 se realizaron en ese país: El presidente (Salado Media), Cromañon (Cimarrón), Oliva, El asistente y Ustedes deciden (La productora Films y One Box). En el listado de 2023 aparecen AMIA, la serie (Cimarrón y Dori Media), Parking (La productora Film y One box), Porno y helado segunda temporada (Salado media) y Ayrton Senna (Salado Media para Netflix).
La productora Cimarrón, que lidera el mercado, produjo además La sociedad de la nieve, la película de Juan Antonio Bayona que retrata el drama de los Andes y que representará a España en la competencia por los Oscar.
¿Cómo se construyó el Hollywood uruguayo?
En primer lugar, en 2019 se creó el Programa Uruguay Audiovisual (PUA) con un interesante atractivo económico: devuelve un porcentaje de lo invertido. Según la última actualización vigente, si la inversión es de “entre 300.000 y 3.000.000 de dólares”, se hace un reembolso del 25 por ciento. A partir de tres millones de dólares, la devolución es del 20 por ciento. Además, agregaron un incentivo para los casos en que la dirección o guion principal sean uruguayos y participen al menos en el 50 por ciento de los episodios a producir. De ser así, suman un monto de devolución adicional equivalente al 5 por ciento del mismo. El beneficio económico es sobre los gastos hechos exclusivamente en el país vecino y sobre los costos de contratación de personal y recursos técnicos uruguayos.
Los registros oficiales indican que el programa se inició, en 2019, con 24 semanas de rodajes. Desde entonces, su crecimiento fue constante: en 2022 tuvieron su registro máximo, con 87 semanas de rodajes.
En diálogo con LA NACION, el presidente de la Agencia de Cine de Uruguay, Facundo Ponce De León, explica el fenómeno: “Descubrimos una oportunidad en la pandemia porque fuimos los primeros en abrir los rodajes con protocolos. Eso hizo que vinieran a grabar desde la Argentina y Brasil. En ese momento, automáticamente, se multiplicaron por cuatro las producciones”. Consultado por la cantidad de recursos disponibles en el país vecino para el sector, sostuvo que si bien Uruguay es un país chico, tiene “mucha tradición de formación en lo audiovisual, talentos técnicos y artísticos”. Y completó: “Se fue ampliando el circuito, hay carpinteros que se volvieron escenógrafos y electricistas que se volvieron iluminadores. Uruguay hoy es el polo audiovisual de la región”.
Hay otro punto beneficioso para quienes hacen ficción allí y tiene que ver con las horas de rodaje por jornada. En la Argentina el límite es de diez horas porque los rodajes de series quedaron bajo el convenio del Sindicato Argentino de Televisión (SAT). Si ese trabajo estuviera bajo el paraguas del Sindicato de Cine y Publicidad (SICA), las jornadas podrían ser de hasta doce horas.
Uruguay ofrece otras ventajas que también son valoradas por los productores. Por un lado, la cuestión logística para traslados es más sencilla. Por otro, la amplia oferta para locaciones de época. A esto se suma la estabilidad cambiaria y algunas casas productoras destacan la rapidez con la que se hace el reembolso del programa de incentivo, que se deposita en un plazo máximo de siete meses desde que se hizo la inversión.
Sin embargo, los directivos de las productoras más importantes de la Argentina, principales afectados por este fenómeno, aseguran que los rodajes en Uruguay no son convenientes “ni siquiera con el incentivo de devolución”. Ofrecen varios argumentos. En primer lugar, sostienen que el talento uruguayo es limitado y no abastece la demanda. “Hoy tenés sólo un crew disponible en Uruguay para contratar y casi siempre están ocupados”, detalla un importante productor de ficción.
Entre las desventajas, destacan también la dificultad de mudar a Uruguay las producciones “grandes”, que requieren movilizar al menos a cien personas. Enumeran: jefes de producción, directores de arte, de fotografía, guionistas, técnicos y actores, entre otros. Dicen que trasladarlos a todos desde nuestro país, alquilarles vivienda, sumado al elevado costo de vida -que impacta en los viáticos-, hace que la ecuación no resulte viable. A eso hay que agregar que la devolución de la inversión no aplica sobre el personal argentino.
Distintos tipos de cambio y una inflación exorbitante
En la Argentina hubo algunos intentos de desarrollar polos audiovisuales. Una experiencia que se presentó con toda la pompa fue la de San Luis, que tuvo una gran inversión técnica, pero que rápidamente quedó lejos del nivel que exigen las productoras y plataformas. Su vecina Mendoza ofrece la devolución del 10 por ciento del dinero invertido en la provincia, pero los productores dicen que hay “mucha burocracia” en el trámite y aseguran que, luego de trasladar un equipo completo hasta allá, el beneficio termina siendo insignificante.
Desde el sector reclaman la falta de legislación y se comparan con la industria del teatro, que goza de exención impositiva. “Hace 15 años y desde distintos sectores políticos escucho que prometen una ley para apoyar la producción audiovisual, pero nunca sucede”, se queja un experimentado showrunner.
Todos coinciden que la dificultad principal es económica. Destacan un fenómeno de época: ¿cómo explicar a las plataformas los distintos tipos de cambio que hay en el país y que los presupuestos pueden variar “mes a mes” con una inflación exorbitante?
Los grandes polos audiovisuales internacionales nacen y se consolidan a través de políticas de Estado. Un caso curioso es el de Nueva Zelanda, que se hizo fuerte en la industria a partir del rodaje de El señor de los anillos. Peter Jackson, director y guionista, quería hacerla en su país. Llegó a un acuerdo con el gobierno que invirtió en la realización de rutas y hoteles para poder llevar a cabo semejante película. La inversión y la ganancia fue millonaria: el Estado le devolvió el 30 por ciento de los costos y logró que las locaciones se convirtiesen en un enorme atractivo turístico para el país.
Por otro lado, a nivel global, la industria sigue “amesetada”. Hay muchas producciones terminadas que no vieron la luz. El caso más dramático es el de Warner, que canceló definitivamente el estreno de la película de Batichica tras gastarse más de 90 millones de dólares en su producción.
Aquí, en la Argentina, sucede lo mismo: hay mucho contenido terminado sin fecha de estreno. Acaso como ejemplo, está la segunda parte de Limbo, de Mariano Cohn y Gaston Duprat, con dirección de Agustina Macri; también Camaleón, la segunda parte de Terapia Alternativa, que terminó su rodaje hace un año; ocurrió lo mismo con Medusa, serie de Paramount+ que está lista hace un año y medio sin fecha de estreno.
Al mismo tiempo, entre tanta confusión, los empresarios locales dueños de salas de cine reclaman producciones nacionales. “En agosto y septiembre siempre bajan los estrenos internacionales y suben los nacionales, algo que ahora no está pasando. El año pasado tuvimos el boom de Argentina, 1985″, aseguran. Aguardan expectantes, con mucha incertidumbre, qué puede suceder en 2024, cuando impacte la huelga de actores en los Estados Unidos que tiene frenados los rodajes (los guionistas volvieron esta semana a los estudios luego de 148 días de paro).
Según cifras oficiales, 2015 fue el mejor año para los cines en nuestro país con 50.303.597 espectadores. El peor año resultó 2021, plena pandemia, que llevó apenas 8.635.837 de espectadores a las salas. En lo que va de 2023, se cortaron 32.689.619 de entradas. Habrá que ver si en este último cuatrimestre las salas redondean un número favorable.
Si la “fuga” de las producciones está relacionada principalmente con la crisis económica, es de suponer que en algún momento se reordene. Mientras tanto, la Argentina está lejos de ser “barato y bueno”. La definición que coinciden los responsables de las plataformas es “barato pero demasiado complicado”.
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