¿Por qué no hay que perderse Borgen?
A casi diez años de su estreno en la TV danesa, Borgenha demostrado ser una de las mejores ficciones sobre el complejo escenario político de una democracia, que incluye los acuerdos y las negociaciones entre sus dirigentes, las relaciones con los medios de comunicación y la opinión pública, y una permanente reflexión sobre la integridad de las instituciones. Lo valioso de la serie creada por Adam Price (Algo en que creer) en 2010, cuyas tres temporadas vigentes llegan a Netflix a la espera de una cuarta –para 2022– es que pese a las vestiduras del drama palaciego, al tejido de una creciente intriga en los niveles más altos del gobierno danés, el retrato nunca cede a los efectismos ni atajos del entretenimiento sino que consigue hacer de la comunicación política y sus vericuetos, de las tensiones entre la vida privada y el deber público de los funcionarios y periodistas estrellas, de los dilemas entre los compromisos del poder y las exigencias de su ejercicio, la clave del disfrute.
Todo comienza, casi como un anuncio shakesperiano, unos días antes de la elección para conocer al nuevo primer ministro de Dinamarca. El Borgen, nombre popular con el que se conoce al palacio de Christiansborg en Copenhague, sede de los tres poderes del Estado, se encuentra en disputa. El primer ministro, figura clave del partido liberal, define su estrategia al mismo tiempo que lidia con los altibajos emocionales de su esposa en una visita protocolar a Londres. El ambicioso líder de los laboristas ensaya un acercamiento a políticas xenófobas y de clara restricción a los derechos civiles en consonancia con el nuevo escenario político europeo de comienzos de la última década, signado por el tema candente de la inmigración y la persistente crisis financiera. Entre ellos, emerge la representante de los moderados, figura clave para las alianzas y el rumbo del próximo gobierno: Birgitte Nyborg, interpretada por la extraordinaria Sidse Babett Knudsen.
Es su comportamiento político, las complejas decisiones que le veremos tomar a lo largo de la serie, la disyuntiva a la hora de gestar acuerdos y preservar sus ideales, lo que resulta el corazón de la intriga. Su ascenso es también un aprendizaje, la construcción de un liderazgo en un entorno hostil y sexista, que supone riesgos y desafíos pero también renunciamientos. El vínculo con su asesor político, el elusivo y ambicioso Kasper Juul (Pilou Asbæk, el Euron Greyjoy de Game of Thrones) es una de las claves de la narrativa porque refleja las persistentes alianzas y contradicciones entre la política y la comunicación. "Yo defino la política, vos sos el que la vende", le aclara Nyborg en una de las discusiones.
Kasper funciona como el sagaz estratega tras las sombras, quien alerta sobre las debilidades de los opositores, vislumbra fructíferos pactos y efectivas retóricas. Sus idas y vueltas amorosas con Katrine Fønsmark (Birgitte Hjort Sørensen), periodista política en ascenso, envuelta en una tragedia personal de resonancias institucionales, no solo permiten revelar las complejas relaciones entre la prensa y el poder político, sino también recorrer los vaivenes afectivos de ese mundo de crueles exigencias.
El trabajo de Adam Price permite recrear con sutilezas y sin lugares comunes los intersticios de la negociación política en sus más esquivas complejidades. La dinámica del sistema parlamentario danés, la exigencia de gestar coaliciones para formar gobierno, repartir ministerios, aprobar leyes y conseguir apoyos, permite recorrer el día a día de la política, sin el glamour y las extravagancias del thriller pero con una ajustada tensión en la construcción de la narrativa. Lo esencial en Borgen es despojar a la política de sus tradicionales representaciones y reflejarla en los pormenores que permite una ficción sobre la construcción y el ejercicio del poder. Sus personajes se definen siempre en esa arena, sus contradicciones se nutren de sus vidas privadas, de sus afectos y ambiciones, pero nunca derivan en fáciles estereotipos, nunca escenifican la política desde la clarividencia o la perfidia sino desde el detalle minucioso de una tarea que resulta interesante justamente por sus humanas complejidades.
La excusa del thriller funciona de manera perfecta como disparador en el inicio de la primera temporada. Una repentina muerte, la complicidad en el silencio, los efectos de esa mentira. En esa lógica de secretismo y ocultamiento, la serie explora las complejas relaciones entre los medios de prensa y el aparato de poder estatal. No solo las afinidades ideológicas y la búsqueda del rating sino las competencias internas por el ascenso para los periodistas, las relaciones personales con políticos y funcionarios, el complejo entramado detrás de la construcción de la información. Nuevamente Price se libera de los lugares comunes a la hora de retratar al periodismo político, lo piensa desde el profesionalismo y el compromiso con la verdad, pero también desde la exigencia de satisfacer a la audiencia, de ser representante de cierto sentido común en la voz pública, de perseguir sus propios intereses y conveniencias. Es decisivo en ese retrato el contrapunto entre la ascendente Katrina y la experimentada Hanne Holm (Benedikte Hansen), veterana corresponsal y editora de política internacional, cuya frialdad y experiencia contrastan con la juventud y la turbulencia emocional que atraviesa Katrina, ambas ejes de una tensión cada vez más determinante para el escenario público.
Por último, el costado más humano de la política está concentrado en la figura de Nyborg y su familia. La relación con su marido, con quien había acordado que cada cinco años alterarían crecimiento profesional y dedicación familiar para tener una relación saludable y sin rencores, se despliega en variadas formas a partir del creciente protagonismo de ella en la política. La mirada sobre el lugar de la mujer en el escenario político e institucional, aún en un país de avanzada como Dinamarca, permite deconstruir sus aristas más esquivas tanto desde la empatía como desde el humor. El impacto de la exposición mediática en la dinámica familiar, las miradas del afuera, los celos y las inseguridades convierten al mundo privado en la caja de resonancia del rumbo de los acontecimientos públicos. Y el vínculo laboral entre Nyborg y Kasper Juul, esencial para el equilibrio gubernamental y al mismo tiempo signado por un velado deseo y una manifiesta interdependencia, es el detonante de los misterios y las revelaciones que la serie irá construyendo a lo largo de sus tres temporadas.
Ya consagrada como una de las grandes series de nuestra era, origen de entusiasmos a lo largo de todo el mundo, Borgen finalmente puede verse completa, pueden medirse sus influencias en series posteriores como House of Cards, puede verse la sintonía con otras ficciones danesas como el existoso scandinoir Forbrydelsen en la gestación del modelo de protagonista fuerte, celebrar el talento de Sidse Babett Knudsen, disfrutar el retrato de aquel presente y de las premoniciones de este futuro. Y se puede esperar su regreso para 2022 con las mejores expectativas.
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