Phoebe Waller-Bridge: La gran promesa de la TV británica hace reír hasta que duele
LONDRES.– La verdad que no es gracioso, pero Phoebe Waller-Bridge no puede evitarlo. La actriz, dramaturga y guionista británica de 33 años está reinterpretando ese video de YouTube de una psicópata sentada en su celda con el uniforme carcelario que relata con mirada impávida cómo asesinó a un hombre. Cuando llega a la parte de los detalles –la mujer atravesó con un clavo el cráneo de su víctima, lo estranguló y después lo cortó en pedazos–, Waller-Bridge no puede contener la risa, y a continuación suspira: "¡Qué horror!".
Waller-Bridge, autora y estrella de la extraña y atrapante Fleabag, nos recibe en el bar del Soho Theater de Londres con sus botas de cuero rojo, mientras se come una banana medio pasada y entre bocado y bocado no pierde ocasión de reírse de casi todo. Me dice que le encanta quedarse mirando a los ojos al público y luego se ríe por haberse quedado mirando los míos.
Habla como si fuera una orquesta de un solo músico, y no para de arrancarle a su cuerpo algún nuevo efecto sonoro. Tiene 33 años y mide poco menos de 1,80 m, así que cuando aparece en pantalla al lado de un hombre, está obligada a encogerse. Cuando se ríe, su voz arranca una melodía destemplada, como si su garganta hubiese empezado a tomar clases de xilofón. Hacerla reír no cuesta nada: echa su cabeza hacia atrás y su risa suena como si te dedicara una canción.
Fleabag, el unipersonal, tuvo tanto éxito en la edición 2013 del festival alternativo Edinburgh Fringe que dejó un cráter humeante con la forma de Phoebe en el terreno de la comedia. Casi de inmediato, la contrataron para adaptar Fleabag para la TV, para crear y protagonizar otra sitcom, para escribir una serie policial de humor negro y, finalmente, para ascender al universo de Star Wars, interpretando a un androide bocón L3-37, programado para darle un poco de alivio cómico al pobre personaje de Han Solo (Alden Ehrenreich).
Es tan buena haciendo reír a la gente que su facilidad para la empatía puede tomar desprevenido a su público. Mientras los espectadores se distraen con los remates de sus chistes, ella hurga secretamente en los rincones más oscuros de su psiquis. Vicky Jones, directora de la obra Fleabag y mejor amiga de Waller-Bridge, advierte que la comediante puede hacerte reír hasta que, cual ninja, "te agarra desprevenido y te mata". El ataque artero a la yugular dramática ya es la marca distintiva de Waller-Bridge.
Fleabag, que se mudó al Soho Playhouse neoyorquino con entradas agotadas, es una comedia sexual que en el fondo es una tragedia. El personaje cuyo apodo da nombre a la obra –nunca descubrimos su nombre real– es la dueña de un café que no para de arquear seductoramente las cejas al público, pero cuyo encanto no es más que una máscara para esconder el dolor tras la muerte de su mejor amiga. Con el personaje de Fleabag, Waller-Bridge creó una heroína moderna y, al mismo tiempo, se ocupó de deconstruirla.
¿Esto es todo?
Fleabag es la clase de éxito temprano que siempre amenaza con tragarse a su creador. "¿Eso es todo?", se preguntó tras el suceso de su obra. Así que se dedicó a planear su próximo movimiento. Ahora dice que después de la temporada teatral en Nueva York ya no volverá a interpretar ese personaje. A esta altura, ya conoce tan bien a Fleabag que solo es cuestión de embocar los golpes emotivos en el momento justo: "¡No te olvides! ¡Ahora va sufrimiento! ¡Ahora, risa!".
A la vuelta de este teatro londinense en el que nos encontramos, Waller-Bridge se reunió a comer falafel con Luke Jennings, autor de la serie de novelas de suspenso que ella adaptaría en Killing Eve, un thriller de espías que en realidad es un romance disparatado entre una agente de inteligencia y una psicópata asesina. Y a unas cuadras de distancia está su alma máter, la Real Academia de Arte Dramático, la escuela de actuación que secretamente le confirmó que debía ser escritora. Cuando se recibió, en 2006, supuso que "al ser una chica cool con rulos, tenía garantizada una carrera shakespeariana", pero pronto descubrió que nadie quería contratarla.
Y fue entonces cuando conoció a su inseparable amiga Vicky Jones, que dirigía una obra en la que trabajaba el por entonces novio de Waller-Bridge. Actriz y directora hicieron equipo para fundar la compañía de teatro DryWrite, que organizaba veladas de "teatro de guerrilla" que desafiaba a los autores a provocar a los espectadores. Para la velada pensada para provocar una guerra de los sexos, los textos que recibieron de los autores eran tan tristemente misóginos que finalmente Waller-Bridge decidió escribir ella un guión.
En ese texto interpretaba a una mujer que le explica seriamente a su novio que si bien lo ama mucho tiene ocasionalmente necesidad de tener sexo con un hombre sumamente dotado, y que a todas las mujeres les pasa lo mismo. El público, recuerda Phoebe, de pronto se convirtió en una turba.
Sus primeros trabajos llevan la marca de su relación con Vicky Jones, con quien Phoebe pasaba noches enteras frente a una botella de vino y jugando a un juego aterradoramente íntimo llamado "te canto la verdad", en el que Waller-Bridge le arrancaba una melodía a su ukelele mientras cantaba una letra inventada que debía decir "la pura verdad".
Phoebe Waller-Bridge escribe instintivamente, siempre abierta a las nuevas posibilidades y dispuesta a eliminar personajes y tramas a medida que avanza. Suele consultarlo con Jones, que dice que su amiga "es tan perfeccionista que aterra". Por lo general, Phoebe le pasa borradores que la alucinan (Waller-Bridge dice que se siente menos predispuesta a mostrarle sus textos a su novio, el dramaturgo y director Martin McDonagh, aquel de Escondidos en Brujas y Tres anuncios por un crimen).
Ese proceso de escritura tan personal puede ser complicado cuando se trabaja para TV, donde tiene todo un equipo de guionistas detrás. A veces, sus guionistas le muestran muy contentos una escena que escribieron y ella les informa: "Perdonen, pero a ese personaje ya lo maté".
Para Waller-Bridge, el casting es la continuación de la escritura, como si las palabras tuviesen que pasar por la boca del actor antes de plasmarse en pantalla. La escena final de la primera temporada de Killing Eve, en la que la improbable espía apuñala a la maestra asesina Villanelle, se gestó en la cocina de la madre de Waller-Bridge. Sandra Oh, que interpreta a Eve, empuñó un lápiz y se abalanzó sobre Phoebe, y se enroscaron en una lucha cuerpo a cuerpo hasta alcanzar la exacta energía psicosexual que demandaba la escena. "Nada de charlarlo con una botella de vino de por medio".
Aunque es muy solicitada, tanto en su rol de actriz como en el de dramaturga y showrunner (tiene en preparación otra serie de suspenso romántico, Run, para HBO, con Domnhall Gleeson y Merrit Wever), Waller-Bridge no tiene interés de hacer un producto específico centrado en ella. Al principio, evaluó interpretar algún papel en Killing Eve, pero se autoexcluyó casi por accidente. En las novelas de Luke Jennings, tanto Villanelle como Eve tienen casi 30 años, pero Phoebe transformó a Villanelle en una psicópata veinteañera con cara de ángel, y a Eve, en una cuarentona "con bolsas en los ojos y mirada cansada". Ella misma, que por entonces "tenía 30 años y sin la menor flexibilidad corporal" se quedó sin espacio. Otra jugada secretamente brillante fue desaparecer detrás de un proyecto de guión justo cuando su cara empezaba a llenar las carteleras de Hollywood.
Cuando Phoebe Waller-Bridge sale del Soho, se mete en un taxi que la llevará a darle los toques finales a la segunda temporada televisiva de Fleabag, un proyecto que apasionadamente "no quería hacer". Tanto que se había esforzado por darle un final perfecto a primera temporada, y ahora la BBC le insistía en que reabriera la historia para incluir más contenidos. "¡Y yo que estaba tan orgullosa de mi integridad artística!", dice, no sin ironía.
Pero cuando la BBC le pidió que reconsiderara su decisión, le plantaron una idea en la cabeza ¿Y si en esa segunda temporada Fleabag hacía lo que nadie esperaba de ella? Y así fue que su personaje se reencuentra con la esperanza. Pero Phoebe jura y perjura que ya no habrá más aventuras tras esta "historia de amor".
Ni siquiera ella está segura de lo que vendrá. Su amiga Jones sueña con montar Hamlet con Waller-Bridge en el papel del príncipe de Dinamarca, pero lo que Phoebe quiere es escribir y dirigir una película.
Lo único que sabe con certeza es que cuando llegue a su fin la gira por Nueva York de la versión teatral de Fleabag, será la perfecta oportunidad para despedirse del personaje y ponerle un punto final a esta etapa de su vida. "Ya tuvimos la pelota", dice. "Pero ya es hora de pasar a otra cosa".
Traducción de Jaime Arrambide
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