Los nervios, el apuro y cierta electricidad en el aire marcan el ritmo de cualquier grabación televisiva. Pero mientras transcurren las últimas horas de grabación de la serie Atrapa a un ladrón, lo que se respira en el aire es otra cosa. Esa emoción difícil de definir que se ubica entre la alegría por el trabajo –casi– terminado y la nostalgia que, inevitablemente, provoca eso mismo. Después de 16 semanas de rodaje repartidas entre Cataluña y Buenos Aires, la última escena a realizar de la serie que se estrena mañana, a las 23.15, porTelefe, tiene como únicos participantes a sus protagonistas, Pablo Echarri y la actriz española Alexandra Jiménez.
Mientras el equipo técnico prepara las cámaras en la habitación que hace las veces de cuarto de la pareja, los actores repasan, guion en mano, el intercambio entre Juan y Lola: él ladrón, ella policía y ellos marido y mujer con más secretos y mentiras de las que parecen convenientes para formar una pareja duradera.
Ese es el disparador de la ficción de diez episodios–estarán todos disponibles en Flow desde el jueves–, que llamó la atención desde el momento en que se anunció que la nueva coproducción de Viacom International Studios (VIS), Telefe y Cablevisión sería una adaptación de Para atrapar al ladrón, la película de 1955 dirigida por Alfred Hitchcock y protagonizada por Cary Grant y Grace Kelly. Llevar a la TV semejante material, hacerlo entre dos países y con la mirada puesta en un estreno global era una responsabilidad enorme. Y las probabilidades de ser objeto de comparaciones despiadadas, aun antes de que se viera un segundo del programa en pantalla, eran tan altas que se necesitaba al mando a un nombre lo suficientemente respetado y conocido para soportar el vendaval. El hombre en cuestión resultó ser el productor y guionista Javier Olivares, responsable de las notables series Isabel y El ministerio del tiempo (disponible en Netflix), y uno de los autores más exitosos y solicitados del reciente boom de las ficciones españolas.
Amor, mentiras y robos
Comienza a grabarse la escena. Echarri espera fuera de la habitación y ante la señal del asistente de dirección ingresa en cuadro convertido en Juan, alias El Gato, alias el marido de Lola (Jiménez), que lo espera. Es una escena de amor que precisa de mucha coordinación y movimientos coreográficos para que la acción sea captada primero por una cámara y luego por la otra. Claro que este equipo se diplomó en realizar secuencias complicadas cuando grabaron los cinco robos de obras de arte que se verán en el desarrollo de la trama. Conocido por su habilidad para trepar y planear asaltos que no involucren armas ni violencia alguna, al personaje de Echarri se lo verá en situaciones de riesgo en altura que, según cuenta el actor en un alto del rodaje, quedaron a cargo de los dobles con una participación especial suya para hacer todo más creíble.
La misma intención los guía ahora. La escena de la habitación se repite porque la pantalla del velador está torcida. Apenas. Pero lo suficiente para que el director de fotografía (Santiago Guzmán) pida repetir la escena. No es el único detallista. Echarri chequea en el monitor con el fin de saber exactamente en qué parte de la almohada debe apoyar la cabeza para que él y su compañera de elenco queden en cuadro.
"Esta historia pertenece a un género muy definido: es una comedia romántica policial. Es un estilo bien de Hollywood. Se destaca por las escenas cortas y poco y nada de melodrama. Es un género que siempre me enganchó. De hecho, esta serie me recuerda a programas como Moonlighting y Remington Steele, que en la base de su historia tenían un equipo de investigación integrado por una mujer y un hombre. En esos casos los unía, en principio, más el trabajo que el amor. Acá el esquema es diferente. Porque en Atrapa a un ladrón la pareja ya está junta y lo que uno se pregunta es si con semejante nivel de conflicto pueden sostener esa unión. Es una pareja que se ama, que se gusta y que está claro que se ha elegido y por eso la historia comienza con su casamiento", explica Echarri que aclara que aunque el disparador central de la historia está "casi calcado de la película", cuando le ofrecieron el papel que en el film interpreta Cary Grant él prefirió no verla. El caso de Jimenez es algo más sencillo: su personaje, la aguerrida inspectora de policía Lola Garay, tiene poco en común, más allá de su amor por un ladrón, con la heredera que interpretaba Kelly en la película.
En el film escrito–a partir de una novela de David Dodge– por John Michael Hayes, guionista de Hitchcock también en La ventana indiscreta, ¿Quién mató a Harry? y El hombre que sabía demasiado, John Robie (Grant) es un ladrón retirado que vive despreocupadamente en la Riviera francesa hasta que una serie de robos que copian su estilo lo obligará a volver a la actividad para limpiar su nombre. Interpretado por Grant, lo que hizo que el personaje resultara inolvidable, aun para su carrera repleta de papeles icónicos, es su encanto a prueba de balas. Algo que a Echarri no le pasó inadvertido.
"Creo que no vi la película para no darme cuenta con quién tenía que competir", se ríe Echarri y continúa: "Lo que está bastante claro del personaje es que es un antihéroe, porque partimos de la base que es un delincuente, redimido pero delincuente al fin. Por eso mismo era necesario dotarlo de cierto encanto. De hecho, todos los protagonistas de esas series que nombré tenían esa característica de tipos compradores. Es algo inherente al género, me parece. Mi personaje carga con un pasado pero se le «perdonan» sus mentiras porque lo hizo para sobrevivir y no caer preso. Sus recursos son su sagacidad, su habilidad física y la gran banda que lo acompaña. Un grupo de amigos en quienes confía profundamente", detalla el actor. La banda que menciona está integrada por Mónica Antonópulos, Agustín Sullivan, Carlos Belloso y Diego Alonso a los que, ocasionalmente, asisten el personaje de Cecilia Rosetto que interpreta a la madre del protagonista y Roberto Carnaghi que hace de su tío y mentor. "Un elenco soñado", dice Jiménez al terminar de grabar su última escena del programa.
"Una de las cosas que más me entusiasmaron de este proyecto era trabajar con actores argentinos. Hay algo en su forma de interpretar, una naturalidad y verdad que siempre admiré mucho", dice la actriz que ya tenía un vínculo con Olivares, con quien había trabajado en El ministerio del tiempo. Un proyecto que, junto a la serie histórica Isabel, ayudó al productor a desarrollar los guiones de Atrapa al ladrón–junto a su colega español Jordi Calafi y los autores argentinos Carolina González, Susana Cardoso y Pablo Lago–, casi tanto como su título en historia del arte.
En la serie, el showrunner le dio uso a su título universitario al hacer de Juan un ladrón y experto en obras de arte, algo que tendrá un lugar destacado en la trama. La producción tuvo que mandar a hacer 52 replicas de pinturas que debían ser estrictamente fieles a los originales que también aparecen en la trama y que, en muchos casos, grabaron en el museo de arte de Cataluña. Ese cuidado por los detalles se trasladó también a los guiones que por pedido explícito de Olivares debían ser interpretados exactamente como estaban escritos. Todo para mantener la ficción dentro de un estilo definido desde el comienzo del proyecto como clásico y elegante. Una mirada que será evidente para el espectador gracias a la puesta en escena y el vestuario de toda la serie.
Todo parece solucionado y listo para volver a grabar. Pero el el velador sigue causando problemas. Vuelan las almohadas y una choca justo con el interruptor que enciende la luz en el momento menos indicado. Todos se ríen. El proceso se repite y finalmente entre aplausos Atrapa a un ladrón termina de grabarse. Ahora, lo que falta es que la historia de amor e intriga entre el ladrón y la policía se ponga en marcha en la pantalla mundial.
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