OVNI: chicas en catsuits, hombres elegantes y la conspiración para ocultar una invasión alienígena que llenó la pantalla de dilemas morales
Hombres elegantes, mujeres sensuales y alienígenas malvados que venían a la Tierra a robarse los órganos de los humanos: con esta premisa, esta serie británica marcó tendencia en los años ‘70, alternó la acción interespacial de alto octanaje con conflictos existenciales muy poco tratados por la pantalla chica
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A fines de 1970, la serie británica OVNI plasmó el escenario fantacientífico de una invasión extraterrestre en los ceranos 80s. Sin que los humanos se percataran, los alienígenas habían llegado para robarse sus órganos y trasplantárselos. En total secreto, una agencia militar dependiente de la ONU se encargaba de enfrentar las avanzadas del espacio exterior, aun a cuesta del sacrificio personal más desgarrador.
Creado por el matrimonio de Gerry y Sylvia Anderson, los mismos de Supercar y El Capitán Escarlata, el programa lució un diseño innovador, vanguardista, elegante y sumamente sexy, combinando el hedonismo del Swinging London con el estridente colorido del Pop Art. Por error de los canales que lo programaron, el show terminó fracasando estrepitosamente. Pero supo resurgir gracias a la calidad de sus contenidos y la emisión de sus capítulos en los Estados Unidos, América Latina y Europa. Causó furor en Italia y amagó con volver por la puerta grande, pero el desacuerdo de dos grandes televisoras terminó condenando al proyecto.
Las marionetas al poder
En su trabajo como fotógrafo oficial de la Real Fuerza Aérea británica (RAF), el veinteañero Gerry Anderson aprendió a contar historias con una sola instantánea. Bajo la mirada de su lente, hombres y máquinas pasaban de retrato a relato. El avión que decolaba era un milagro tecnológico con una misión y un propósito. El piloto que oteaba el horizonte guardaba en su conciencia el silencio de sus camaradas caídos en acción. La base militar era la casa de una familia unida por el deber antes que por la sangre. “Ahí encontré mi vocación como narrador audiovisual -recordó Anderson-. Una década después, más o menos, me di cuenta que la herramienta que necesitaba para mantener la atención del público no era una cámara, sino una marioneta”.
Como titiritero profesional, acaparó el interés de la teleplatea infantil del Reino Unido con una serie de técnica avanzada y contenidos conservadores. En diciembre de 1958, puso punto final a The Adventures of Twizzle y, con la compañía de su futura esposa, Sylvia Thomas, desarrollaron un nuevo modelo de marionetas. Se trataba de muñecos con movimientos electrónicos y mandíbula sincronizada para moverse siguiendo los parlamentos pregrabados de los actores. Patentaron el sistema bajo el pomposo nombre de Supermarionation (juego de palabras que podría traducirse como Súper Animación con Marionetas) y revolucionaron la TV inglesa con una seguidilla de programas apuntados al nicho adolescente, con énfasis en la ciencia ficción, la aventura y la fantasía: Supercar, El Capitán Marte y el XL-5, Meteoro Submarino, Thunderbirds, El Capitán Escarlata y Joe 90.
Con estos personajes bajo el brazo se lanzó a la conquista de los Estados Unidos. Gracias al acuerdo con el empresario de medios Lew Grade, logró llenar las pantallas norteamericanas primero, y del mundo entero después. Transformado en uno de los hombres fuerte del entretenimiento global, se le animó al próximo gran desafío: su primer fílmico con actores. “Intentamos con el cine y nos fue mal -se sinceró Anderson muchos años después-. La película Doppelgänger (1969) fue un fracaso. Pero nos hicimos de un stock de decorados, vestuarios y vehículos de corte futurista que supimos reutilizar”. Atento a la repercusión mediática que estaba alcanzando el fenómeno OVNI, Grade propuso contar una invasión a baja escala desde el espacio exterior, donde los alienígenas fueran abduciendo a los humanos sin destruir el planeta, a la vista de todos pero sin que nadie se diera cuenta.
Anderson aceptó el convite e impuso el móvil por detrás del solapado ataque: los extraterrestres secuestrarían a los terráqueos para trasplantarse sus órganos y así prolongar su propio ciclo vital. “En esa época estaba asombrado por el logro científico del cirujano (Christiaan) Barnard, que hacía muy poco había realizado el primer trasplante de corazón. Me pareció un motivo original y con el anclaje realista que estábamos buscando para la serie. Él nunca lo supo, pero terminó siendo un aporte invaluable para el programa”, contó el realizador.
Estética e introspección
A principios de 1969, el matrimonio Anderson definió la biblia de OVNI (UFO). En el cercano futuro de 1980, la comunidad internacional ya lleva una década de guerra secreta con los invasores extraterrestres. El Reino Unido, los Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y Alemania dejaron sus diferencias geopolíticas de lado y conformaron SHADO (acrónimo de Supreme Headquarters Alien Defense Organization), especializado comando militar que funciona como agencia independiente de la ONU. Gracias a la tecnología de avanzada provista multilateralmente, SHADO cuenta con escuadrones de combate terrestres, aéreos y submarinos, más una poderosa Base Lunar desde donde monitorea toda actividad extraterrestre sobre nuestro planeta.
En la Tierra, SHADO se encarga de ocultarle esta realidad a los medios masivos de comunicación y la ciudadanía. Por ese motivo, opera de manera encubierta bajo la fachada de los estudios cinematográficos Harlington-Straker en Inglaterra. Para el gran público, se trata de una empresa que produce películas de ciencia ficción con títulos tan estrambóticos como El espía de las cien caras, La hermandad de la Mano y Marte se ríe de nosotros. Pero bajo la superficie, garantiza la supervivencia de la raza humana, de manera profesional e invisible. “Matamos dos pájaros de un tiro -aseguró Grade-. Recuperamos casi toda la utilería de Doppelgänger y utilizamos las instalaciones reales del estudio británico de MGM como locaciones de la ficción. Eso nos permitió reducir costos y redireccionar fondos hacia las cuestiones estéticas que quería Sylvia”.
Buscando diferenciarse de sus producciones anteriores, dirigidas principalmente al público infanto-juvenil, Sylvia Anderson dotó a OVNI de un lenguaje visual sofisticado y elegante, apoyado en los conceptos más vanguardistas de la moda del momento, que hoy podrían ser considerados machistas y cosificadores. “Hombres hedonistas y elegantes; y mujeres sexys y empoderadas -definió Sylvia-. Para ellos, flema británica en urbanos tonos pastel. Para ellas, catsuits y minifaldas platinadas, botas altas y efectos metalizados. Para todos, pelucas sumamente coloridas: violetas, rosas, blancas. La sumatoria nos dio el resultado distinguido y sensual que definía el futuro de tradición y ruptura que estábamos representando, entre el Swinging London y el Pop Art”.
Estilo que maridaba a la perfección con los contenidos adultos de la trama, tan atentos al ataque semanal extraterrestre como al desarrollo de los conflictos existenciales de los protagonistas, incluyendo adulterio, consumo de drogas, muertes violentas y mutilaciones. “Quería recuperar aquella introspección que había encontrado en mis tiempos de fotógrafo de la RAF -reveló Anderson-. El conflicto humano como balance de la épica intergaláctica”. Este delicado equilibrio encarnó en los ojos y la voz de Ed Bishop, actor estadounidense afincado en el Reino Unido que ya había colaborado con los Anderson en Doppelgänger y El Capitán Escarlata.
Bishop interpretaba al coronel Edward Straker, fundador y comandante en jefe de SHADO y máximo responsable de los estudios Harlington-Straker. En el pico dramático más alto de toda la serie, Straker se vio forzado a elegir entre salvar la vida de su hijo o evitar un ataque alienígena sobre la población. Atosigado por las dudas, decide cumplir con su deber y el capítulo termina con la muerte de su hijo. “La gente se acuerda de OVNI por las naves espaciales y las chicas con poca ropa -contó Bishop-, pero cuando vuelven a ver los episodios se encuentran con estas cuestiones morales totalmente atípicas para la TV de la época. Por eso OVNI fue un gran programa, que merecía mejor suerte”.
De mal en peor
El primer problema apareció a finales de 1970. Un incendio consumió gran parte de los estudios de MGM, obligando a su cierre. “De milagro, decorados, maquetas, vehículos y vestuarios de OVNI, resultaron ilesos. Pero tuvimos la producción parada por 17 meses hasta que conseguimos reubicarnos en los estudios Pinewood de Londres”, recordó Sylvia Anderson. Salvo Bishop y un pequeño grupo de actores, una gran parte del reparto había conseguido empleo en otras series, algunas películas y puestas teatrales, razón por la cual no pudieron retomar las grabaciones. “No nos pareció justo que los personajes fueran interpretados por otros actores, así que directamente cambiamos al personal de SHADO -afirmó Gerry Anderson-. El error fue no explicar las modificaciones dentro de la ficción”.
Mientras se filmaba y editaba a contrarreloj, OVNI debutó el 16 de septiembre de 1970 en la pantalla de ITV-Canal 3, televisora independiente con alcance limitado sólo al sur del Reino Unido. Pensando que se trataba de otro programa infantil de los Anderson, los programadores ubicaron la serie en la grilla sabatina de las tardes y, ante la escasa repercusión, decidieron moverla a la mañana de los domingos. Cuando finalmente obtuvo exposición nacional y distribución en la televisión canadiense, los episodios pasaron al prime time y fueron emitidos sin respetar el orden establecido por los Anderson, enrareciendo la comprensión de la trama y con los personajes apareciendo y desapareciendo sin razón aparente. Aunque la crítica resaltó los valores cualitativos del show, el público le dio la espalda de manera escandalosa. El 7 de agosto de 1971, con sólo una temporada de 26 episodios, OVNI desapareció del aire.
Decidido a salvar la inversión, Grade negoció con la cadena estadounidense CBS, que finalmente emitió OVNI en 1972 y respetando el orden de los episodios. No rompió el rating, pero funcionó bastante bien. Con este respaldo, la serie volvió a pasarse en Inglaterra, se exportó a América Latina y el resto de Europa. En Italia, UFO: Minaccia dallo spazio trepó a los primeros puestos del encendido nacional de 1973. Aprovechando la volada, la RAI remontó los episodios en cinco largometrajes cinematográficos: UFO: Allarme rosso… Attaco alla Terra!, UFO: Distruggete Base Luna, UFO: Prendeteli vivi, UFO: Contatto radar… Stanno atterrando! y UFO: Annientate SHADO… Uccidete Straker… Stop! Al ver la recaudación, los italianos tentaron a los Anderson con una propuesta concreta: Realizar una segunda temporada de la serie.
¿Parliamo italiano?
El estudio que presentó la RAI demostraba que los episodios ambientados en la Base Lunar habían duplicado y hasta triplicado el rating del resto de los capítulos. Con este dato, exigían que la nueva temporada transcurriera íntegramente en el satélite terrestre. Los Anderson no tuvieron inconvenientes. De hecho, lograron interesar a la CBS hasta sumarla al proyecto. “Partimos de la premisa de un viejo episodio, en el que Straker negociaba con la pata financiera de SHADO para montar un complejo lunar que fortaleciera la posición defensiva de la Tierra en un lapso de 10 años”, aseguró Gerry Anderson.
OVNI: 1999 daba un salto temporal de casi dos décadas al futuro. La guerra entre alienígenas y terrestres había cambiado de modalidad y se exhibía abiertamente ante la sociedad internacional unificada. Los enfrentamientos eran sangrientos y sin cuartel. Abandonada la fachada del estudio cinematográfico, Straker comandaba la resistencia desde la Base Lunar, primera (y última) línea de defensa contra los invasores. Según los Anderson, la RAI estaba deseosa de un programa de corte filosófico, rápidamente emparentable con 2001: Odisea del espacio; mientras la CBS sólo quería una aventura de ciencia-ficción clásica, calcada del molde fraguado por Viaje a las estrellas.
Mientras las cadenas televisivas no se ponían de acuerdo, los Anderson avanzaron con el diseño y construcción de decorados y maquetas. Dos años después, cuando el interés por la OVNI original había decaído, RAI y CBS coincidieron en que ya no tenía sentido producir la nueva temporada. “Fue una pena -aseveró Bishop poco antes de morir en 2005-. Los guiones eran tan buenos que, estoy seguro, si el programa se hubiera hecho todavía estaría en el aire”. Decididos a amortizar tanto trabajo, Gerry y Sylvia Anderson reformularon la premisa y la transformaron en otra serie, Cosmos: 1999, que se estrenó en 1975.
Instalada como clásico catódico de los ‘70, OVNI intentó volver un par de veces. En 1980, los Anderson probaron suerte con Invasion: UFO, largometraje cinematográfico que remontaba cinco episodios con una nueva banda de sonido. En 1996, la compañía australiana Bump Map tentó a Bishop para protagonizar UFO 2, serie que continuaría la trama original en tiempo presente. En 2009, la británica ITV Global (el antiguo Canal 3) anunció un largometraje que reiniciaría la franquicia desde cero, pero ambientada en el 2020. Ninguno de los proyectos prosperó. Para Jamie Anderson, hija de Gerry y Sylvia y actual cabecilla de la productora familiar, la remake sigue siendo una cuenta pendiente. “El mundo cambió mucho desde 1969 -declaró a la prensa angloparlante-. Hay muchos elementos característicos de OVNI que no funcionarían en el mundo actual, a causa de los celulares, el GPS, la Inteligencia Artificial, los viajes espaciales, la internet… Y sin embargo, su idea central -con esa mezcla de personajes y tecnología-, sigue estando vigente. La pregunta es: ¿Si adaptamos los conceptos básicos a la sensibilidad contemporánea, no estaremos sacrificando la identidad que hizo de OVNI el fenómeno que es? Lamentablemente, no tengo la respuesta”.
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