Luego de once años de ausencia, la nueva temporada de Will & Grace , regresa a la pantalla no solo para despejar las incógnitas de los fans sobre el destino de sus amados personajes, sino para comprobar si aquel hito televisivo que sacudió el primetime de fines de los 90 hoy sigue teniendo vigencia. Cuando la serie se estrenó, allá por 1998, nacida de la imaginación y los recuerdos personales de Max Mutchnick, rompió varios tabúes: tener un personaje gay como protagonista de una sitcom en una cadena abierta como NBC, tensar desde el humor ciertos estereotipos aceptados sobre lo queer, y convertir en éxito la convivencia entre dos amigos adultos que sortean desde la risa y la parodia varias de las convenciones sociales de la cultura estadounidense.
Hace poco más de un año, junto con el cocreador de la serie, David Kohan, Mutchnick aceptó el desafío de reflotar la historia de los amigos y roommates Will Truman ( Eric McCormack ) y Grace Adler ( Debra Messing ) –él, abogado, gay, comprensivo y algo maniático; ella, diseñadora de interiores, heterosexual, enérgica y algo neurótica- en un mundo muy diferente al que ayudaron a cambiar: un nuevo contexto político, luego del triunfo de Donald Trump y sus ataques a la comunidad LGBTQI, notables cambios culturales en relación a la experiencia gay de las nuevas generaciones, y radicales transformaciones en el consumo de las series con la nueva égida del streaming ¿Cómo pensar hoy tópicos como el coming out, los dilemas de las citas amorosas y las imperceptibles discriminaciones del día a día en un mundo que se ha transformado vertiginosamente en diez años? ¿Cómo enfrentar el reverdecer de un discurso, que parecía perimido y hoy se imparte desde la Casa Blanca, desde el desparpajo de la sátira y el guiño de la sitcom?
A partir de siete palabras se pueden pensar qué diferencias existen entre el universo ficcional que delinearon Mutchnick y Kohan hacia fines de los 90 y este revival, que no parece haber perdido terreno simbólico y ya se aseguró una nueva temporada para 2019. Lo que cambió, lo que sigue igual, los desafíos de los nuevos lenguajes, las referencias al escenario político, la nueva edad de los protagonistas, los amores, las risas y todo lo que trae este esperado regreso que en nuestro país el miércoles 18, a las 22, por Fox.
Gay
En el segundo episodio de esta novena temporada –son un total de 16, que Fox emitirá a razón de dos por semana– Will arregla una cita con un joven de 23 años que conoce en un bar. Preocupado por la diferencia de edad y por su sintonía con la "juventud", prepara una cena a la luz de las velas y ambienta el encuentro con música de Madonna. Así, el juego inicial de seducción deriva de Madonna como ícono gay de los 80 a las nuevas salidas del clóset de los millennials: el silencio y el temor ha dado paso a la naturalidad de la aceptación. Las palabras de Will emergen de la pluma de Mutchnick, casi como nacidas de su propia experiencia, y el reconocimiento de la lucha del pasado se afirma como exigencia para quienes disfrutan de las conquistas del presente. "El momento en que olvidamos lo que atravesamos para llegar hasta aquí, es el mismo en el que todo se nos puede arrebatar", declara, enérgico, el personaje de McCormack (a quien también puede vérselo en la canadiense Viajeros, disponible en Netflix), sin olvidar el efecto de sus palabras en los nuevos tiempos de la administración republicana.
Trump
Tanto Will como Grace fueron dos emblemas de los ideales de la cultura liberal norteamericana fascinada con la figura y los logros de la administración de Barack Obama . De hecho, en 2016, Mutchnick, Kohan y todo el elenco realizaron un especial de diez minutos de la serie para instar a la audiencia a votar en las elecciones a favor de Hilary Clinton , en vistas del creciente ascenso de la figura de Trump. La derrota demócrata no podía quedar afuera de este regreso y ya en el primer episodio se hace referencia tema cuando Karen (Megan Mullally), la adinerada y excéntrica exasistente de Grace, celebra la llegada de "su chico" a la Casa Blanca y seduce a Grace para redecorar el Salón Oval a instancias de la insatisfecha Melania . Los chistes se suceden y el humor se convierte en la afilada estrategia no solo para parodiar la figura del presidente sino para poner en evidencia las persistentes injusticias y llamar la atención sobre las nuevas e inciertas amenazas.
Humor
Uno de los méritos de Will & Grace fue siempre su humor ácido, que hilvanaba sin respiro las historias de los cuatro protagonistas. Si bien Jack McFarland ( Sean Hayes ), el personaje de espíritu libre y lenguaje desprovisto de censuras y acartonamientos, llevó siempre la delantera con sus comentarios irónicos y agudas observaciones, los diálogos de todos los personajes celebraban sus taras y obsesiones, cuestionaban los rincones más conservadores de la cultura popular y se miraban a sí mismos sin recelos ni autoindulgencia. Ese espíritu sigue vivo, en tanto los guiones de Mutchnick y Kohan continúan en la misma línea y los actores siguen tan abiertos, enérgicos y al borde de la histeria como siempre.
Sitcom
Tal vez el mayor desafío de este regreso consistía en cómo adaptarse a los cambios que se dieron en estos últimos diez años en el mundo de las series. Will & Grace, como Seinfeld o Friends , fueron parte de ese boom de las comedias de situación en los 90, filmadas en estudio y con público de fondo. Estaban hechas para ser vistas una vez por semana, como parte de la rutina de un espectador que todavía se sentaba diariamente frente al televisor. Eso ha cambiado definitivamente. "Creo que las sitcoms todavía pueden funcionar. Los espectadores, en general, han renunciado a ellas, pero creo que cuando se tienen grandes actores como los que nosotros tenemos todavía pueden hacer reír", señalaba Mutchnick en una entrevista con Indiewire. Lo cierto es que la renovación para una temporada adicional parece indicar que, pese al cambio de modas y el anacronismo de los interiores de estudio y las risas de fondo, la serie sigue teniendo un público.
Reencuentro
Asegurar el reencuentro del cuarteto protagónico con su propia historia y poner al tanto a los espectadores de lo que había pasado con ellos en estos años parece haber sido una de las exigencia para los creadores. "Los primeros seis episodios fueron en los que más nos enfocamos", asegura Mutchnick. Y parece ser así en tanto en la escena de apertura es una suerte de "puesta al día": quién sigue soltero, quién vive con quién, y qué ha sido de la neurosis y los chistes que tanto extrañábamos. Situar al espectador ante los cambios que se han sucedido en esa elipsis prolongada –tanto en la vida privada como en la sociedad en la que pasan sus días–parece ser menos importante que asegurarle al espectador que aquello que esperaba hace una década de la ficción sigue estando ahí: la convivencia, las complicidades, las peleas. Lo único que han pasado, es cierto, son los años.
Edad
Algo de lo que había que hablar sin eufemismos era del paso del tiempo. Y no se hizo esperar: en uno de los primeros episodios, Jack intenta renovarse para una cita con un veinteañero poniéndose una faja para bajar la panza y unos imanes en el cuello para disimular las arrugas. Los dilemas de los cuarenta no son los mismos que los de los treinta y Mutchnick y Kohan asumen la nueva edad de sus protagonistas con rapidez e ingenio, haciendo de los cambios en las citas, el trabajo, las responsabilidades y el atractivo físico el eje de sus mejores gags.
Ideas
Una de las ideas que circuló en las discusiones de los primeros guiones fue la posible postulación de Grace para un cargo político. En medio de las marchas por los derechos de las mujeres y el estallido del MeToo,. la alternativa de que el personaje de Debra Messing se presentara a elecciones, sufriera algunas humillaciones y terminara triunfando se hizo demasiado atractiva. "Yo odiaba esa idea. Sentía que no estaba bien", confesó Mutchnick. Dejada de lado la tentación del oportunismo, la serie se consagró a retener lo que había conseguido hace años, a pensar a sus personajes en un nuevo contexto social y político y a mantener su esencia sin sacrificar las risas ni resignar la inteligencia. Por ahora parece estar en el buen camino.
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