Nuestro planeta: bellas imágenes que pueden desaparecer
(Estados Unidos-Gran Bretaña/2019). Creador: Alastair Fothergill. Narración: David Attemborough y Salma Hayek. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: excelente
Los documentales acerca de la naturaleza suelen estar orientados al consumo familiar y, por esto, replican principios de los blockbusters de Hollywood: presentan un espectáculo visual sorprendente, ninguno de sus protagonistas sufre daño alguno y tienen un final feliz. Es decir, a pesar de que están ensamblados con imágenes de la realidad, son una ficción.
Nuestro planeta da una respuesta explícita a ese reino animal de fantasía contando la historia real: las maravillosas, adorables y rarísimas especies que exhiben en su colorido esplendor no solían ser rarísimas. La mayoría de los ecosistemas de nuestro planeta enfrentan un gravísimo riesgo existencial debido al calentamiento global provocado por la acción humana. La desaparición de hábitats completos no es algo que sucederá en el futuro cercano a menos que hagamos algo pronto para evitarlo, sino que ya sucedió y sigue sucediendo; de hecho, la serie da cuenta de algunos que se extinguieron durante los tres años que tomó su rodaje. En los últimos cincuenta años, se dice allí, la población animal se redujo en un 60%. Las bellísimas y sobrecogedoras coreografías de todo tipo de especies que regala cada capítulo no son tanto una celebración de la diversidad como su fiesta de despedida.
La serie muestra las complejas y sutiles conexiones que millones de años de evolución construyeron en la naturaleza y el modo en que la actividad económica provoca cambios catastróficos. En uno de los momentos más devastadores vemos cómo la retirada de los hielos de la costa norte de Rusia hace que las morsas solo puedan encontrar descanso en acantilados. Adaptadas para andar sobre hielo y no para trepar, miles se despeñan allí cada año.
La narración apela a que tomemos conciencia de que es imprescindible preservar el equilibrio natural a través del argumento utilitario: por este camino, nuestra propia existencia será insostenible. El argumento moral que indica que nuestra especie no tiene más derecho a la vida que cualquier otra y, por lo tanto, no debiera tampoco infligir sufrimiento innecesario ni siquiera se hace explícito, porque nadie lo tomaría en serio.
El título de la serie solo debe ser tomado de modo inclusivo: no es "nuestro" planeta, el de los humanos, sino el de todos los que vivimos en él. Aunque hay una locución en castellano neutro para América Latina a cargo de Salma Hayek, es inconmensurablemente mejor escuchar la original en inglés (hay subtítulos) de David Attenborough, quien, aun a los 92 años, tiene otro nivel de intensidad y también carga con el grado de hartazgo y desencanto que nos merecemos.
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