NUEVA YORK.- Era solo cuestión de tiempo para que las protestas contra la policía alcanzaran también a Paw Patrol. Conocida en América latina como Patrulla de cachorros, es una serie animada infantil de Nickelodeon sobre un escuadrón de ayudantes caninos. Básicamente, la serie es un pretexto para poner mascotas domésticas a bordo de diversos camiones y vehículos muy divertidos. El escuadrón está compuesto por Marshall, un dálmata bombero, Rubble, un bulldog albañil, y Chase, un pastón alemán, literalmente un "perro policía". En el mundo de Paw Patrol, Chase es dibujado como un niño muy bueno que ladra cosas como "¡Chase está en el caso!" y "¡Todo en un solo día de poli-mascota!", mientras rescata gatitos con su camioneta 4x4 tuneada.
Pero la semana pasada, cuando la cuenta oficial de la serie en Twitter en los Estados Unidos posteó un reclamo insulso para que "Amplificar las voces negras", los usuarios se tiraron con todo contra Chase, con mensajes como "¡Eutanasia para ese perro policía!", "¡Muerte a esa patrulla canina!", y "Todos los perros van al cielo, excepto los perros desclasados de Paw Patrol."
In solidarity of #amplifymelanatedvoices we will be muting our content until June 7th to give access for Black voices to be heard so we can continue to listen and further our learning. #amplifyblackvoicespic.twitter.com/NO2KeQjpHM&— PAW Patrol (@pawpatrol) June 2, 2020
Es un chiste y no es un chiste al mismo tiempo. Ahora que las marchas de protesta contra la violencia policial racista ingresan en su tercera semana en casi todo Estados Unidos, también se empiezan a acumular las acusaciones contra los policías de ficción. Y hasta los dibujitos animados de perritos policía con corazón de oro —o tal vez especialmente los perritos policía con corazón de oro— cayeron en la volteada. Porque generar consciencia sobre la brutalidad policial también implica desterrar el arquetipo del policía bueno que reina tanto no solo en la TV, sino incluso en los videos viralizados de las propias manifestaciones. Y esa pátina inofensiva que tiene Paw Patrol es justamente el problema, porque el actual movimiento de protesta depende de que la gente entienda que los policías pueden causar mucho daño.
Las protestas llegaron en medio de una pandemia que ha alejado a los norteamericanos de sus vínculos sociales, familiares y laborales. El agujero que dejaron esos vínculos se ha llenado de relaciones y contenidos nuevos e intensos, y sus consumos de cuarentena, como los de buena parte del globo, están siendo revisados con ojo quirúrgicamente político. La hora de la verdad llegó para todos, desde los periódicos y las revistas gastronómicas, hasta los reality shows y las series.
La semana pasada, Tom Scharpling, productor ejecutivo de Monk, criticó su propia serie –protagonizada por Tony Shalhoub y aquí disponible en Amazon Prime Video– en Twitter: "Quienes hemos trabajado en una serie o película donde los policías son presentados como una manga de buenudos, en mayor o menor medida hemos fomentado la idea de que los canas son implícitamente buenos tipos". Griffin Newman, actor que interpretó a un policía en dos episodios de Blue Bloods, donó su cachet de 11.000 dólares a un fondo de ayuda para pagar fianzas y alentó a otros actores, como la argentina Stephanie Beatriz, a hacer lo mismo. La marca de juguetes LEGO dejó su publicitar su Estación de Policía LEGO City y su set Arresto Policial en Autopista. A&E sacó de su programación en los Estados Unidos el reality Live PD. Y la serie Cops, que desde hace 32 temporadas marca a los sospechosos como "los malos" y terminó creando el "reality delictivo" en la televisión –inspiración del local Policías en acción– fue dada de baja.
Los policías no son las estrellas de televisión: son las GRANDES estrellas de la televisión. El policial es el género más popular de la TV, y actualmente representa más del 60 por ciento del prime time de los cuatro canales de TV abierta en los Estados Unidos. El formato y los clichés del género son tan predecibles que hasta hay una sitcom construida sobre ellos, Brooklyn Nine-Nine (disponible aquí en Netflix). "La estación de policía es como un atajo, porque a esta altura todo el mundo sabe de memoria cómo funciona la policía en la ficción –dice Dan Goor, cocreador de la serie–. La gente reconoce inmediatamente quiénes son los buenos y quiénes los malos."
This is a clip from Brooklyn 99's Moo Moo episode (S4:E16). It's frightening that it may happen to anyone at anytime. #JusticeForGeorgeFloyd#BlackLivesMatterpic.twitter.com/R5Sov2F6zo&— Kai (@maricarsgs_) May 28, 2020
Pero ese atajo ahora es una trampa: cuando empezaron a circular imágenes de un episodio donde hacen un perfilado racial del personaje de Terry Crews como evidencia de la responsabilidad de las ficciones policiales, otros tildaron la serie de "complicidad" con la policía. Pero ni siquiera en la TV los supuestos buenos son siempre tan buenos. Un reciente informe de la organización de justicia racial Color of Change analizó las representaciones de la fuerza policial en la pantalla chica norteamericana y descubrió que los programas modernos de policías "convierten en héroes a personas que violan nuestros derechos". Según el informe, en muchos de esos programas "los buenos" cometen más delitos en cámara que "los malos" a quienes persiguen. Eso hace que nos parezca más fácil "identificarnos" con esas conductas reprochables, delitos e infracciones policiales, haciéndolas más "aceptables, y en última instancia, virtuosas".
Este movimiento es parte de la revisión del concepto mismo de "héroe" como protagonista de una ficción. Hace apenas unos años, durante el auge de los antihéroes –de Tony Soprano a Walter White, pasando por Don Draper– cualquier serie dramática que se preciara de serlo debía estar protagonizada por un verdadero asesino, caso contrario era considerada demasiado light. Humanizar a los malos y complejizar a los buenos tiene sus razones artísticas. Sería difícil sostener que una serie como Watchmen (donde una policía negra golpea salvajemente a un supremacista blanco sospechoso de ser un terrorista) o como Inconcebible (donde dos mujeres policías se la pasan agarrando del cuello al sospechoso equivocado), serían mejores si sus protagonistas se comportaran como cachorritos de ovejero alemán.
Cuando Inkoo Kang, crítico del diario The Hollywood Reporter, dijo que The Wire pintaba a los policías "con un barniz heroico", Wendell Pierce, que en la serie de David Simon interpretaba al detective Bunk Moreland, no se quedó callado. "¿Quién puede mirar The Wire, con todas esas disfunciones de la policía en su lucha contra las drogas, y decir que son pintados como héroes?", tuiteó el actor. "Nosotros expusimos las ambigüedades morales y las patologías que conducen a los abusos policiales."
How can anyone watch "The Wire" and the dysfunction of the police & the war on drugs and say that we were depicted as heroic. We demonstrated moral ambiguities and the pathology that leads to the abuses. Maybe you were reacting to how good people can be corrupted to do bad things https://t.co/a69iSa66W4&— Wendell Pierce (@WendellPierce) June 7, 2020
La policía y Hollywood tienen una relación simbiótica, como detalló Alyssa Rosenberg en una serie de notas para The Washington Post publicadas en 2016 sobre el reflejo del trabajo policial en la cultura popular. Los policías son contratados como consultores en películas y ciclos televisivos, ayudando a moldear a los personajes según su parecer, y también utilizan a esos personas en su propio trabajo policíaco. En Detroit, algunos policías suelen usar la calavera de The Punisher, un personaje de Marvel, y en Minnesota, se proyecta Zootopia, de Disney, como parte de los seminarios de derechos humanos e inclusión. Y, por supuesto, "¡LAW & ORDER!" es el "llamado a las armas" del presidente Trump en cada momento en que el gobierno envía a fuerzas policiales y la Guardia Nacional contra los manifestantes.
Pero la crítica más relevante al género policial no radica en la forma en que describe a los policías, sino por la forma obsesiva en que privilegia sus ambigüedades y patologías por encima de todos los demás integrantes del aparato encargado de impartir justicia, o sea las personas que son blancos de las sospechas de la policía. Y el informe antes mencionado de la organización Color of Change señala que en el pasado, los abogados defensores –como Perry Mason y Matlock–, "encarnaban el carácter del héroe norteamericano", defendiendo al pueblo "policías, fiscales y jueces que sacaban conclusiones apresuradas y eran símbolo de las profundas fallas del sistema de justicia".
Pero un cambio de marea liderado por la exitosa y longeva franquicia televisiva La ley y el orden, de Dick Wolf, realineó el género policial desde su estreno en 1990 bajo la perspectiva de fiscales y policías. "Nuestra simpatía suele estar del lado de las víctimas", dijo la semana pasada Warren Leight, productor general de La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales –que lleva 21 temporadas de éxito en el aire, y está disponible en Universal y en Amazon Prime Video– en un podcast de Hollywood Reporter donde reflexionaba sobre la posibilidad de reformular la serie. "¿Policías que delinquen?", agregó Leight. "Eso nunca ha sido parte de la marca Dick Wolf."
(Traducción de Jaime Arrambide)
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