Netflix: Líneas eróticas es un divertido retrato del negocio de las fantasías sexuales en la Ámsterdam de los 80
La serie, que se sumó recientemente al catálogo de la plataforma, asume un tono de comedia para explorar la proliferación de las “hot lines”
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Líneas eróticas (Dirty Lines, Países bajos, 2022). Creador: Pieter Bart Korthuis. Elenco: Joy Delima, Minne Koole, Chris Peters, Julia Akkermans, Charlie Chan Dagelet, Benja Bruijning, Abbey Hoes. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
La estrategia de evocar un momento histórico determinado a partir de la vida de un grupo de personajes ha sido popular desde siempre, tanto en el cine como en la televisión. François Truffaut filmó El último subte para contar la ocupación nazi puertas adentro de un teatro, el checo Jan Svérak retrató la Revolución de Terciopelo a partir de la relación entre un músico mujeriego y un niño ruso en Kolya (1996), Tom Tykwer, la República de Weimar en la orgiástica y deslumbrante Babylon Berlin, David Simon, la naciente industria del porno y la vida en el Times Square de los 70 en The Deuce. Los ejemplos son infinitos. Los personajes son la puerta de entrada a la Historia, sus vidas corren en paralelo con los grandes sucesos, ese mundo complejo e inabarcable adquiere la textura directa de sus emociones, de sus experiencias directas, ecos del marco en el que funcionan.
La serie holandesa Líneas eróticas se mueve en el mismo camino. La novedad no es tanto la mirada distanciada de la narradora respecto a la historia, sino su abierta confesión de los engaños de su propia memoria. “Todo es mejor en mi mente”, repite una y otra vez Marly Saolmon (Joy Delima) cuando recorre los años de despegue de las líneas eróticas en Ámsterdam y el negocio que cambió su vida y la de muchos. Ese es el mundo histórico que recrea: la capital holandesa a fines de los años 80, cuando la vida sexual de sus habitantes iba a recibir un estímulo definitivo. La estrategia del relato no solo asume el paraguas de la comedia, burlando aquí y allá los prejuicios sobre el sexo, las vergüenzas propias y ajenas, y retratando el corazón de aquel negocio como una mezcla de ambición, masturbación y casualidad, sino que su estructura narrativa tiene la libertad del recuerdo y el descaro de la invención, yendo y viniendo con soltura entre la vida de los personajes y la conciencia de su rol histórico.
Marly comienza el relato en 1989. Las líneas eróticas llevaron a la empresa Teleduch al triunfo económico y a sus socios, los hermanos Frank (Minne Koole) y Ramón Stigter (Chris Peters), a convertirse en excéntricos millonarios. Sin embargo, Marly revela el intento de suicidio de Frank, en su Ferrari Testarossa, desde lo alto de un edificio. A su alrededor el dinero circula, las fiestas están a la orden del día, los teléfonos a la espera de gemidos no paran de sonar. ¿Qué pasó para llegar a esa situación desesperada? La serie es la respuesta a ese interrogante y al mismo tiempo la explicación del rol de Marly en esa historia, quien comienza como una estudiante mojigata de psicología, viviendo con padres estrictos y conservadores, a convertirse en la escritora de las fantasías eróticas de todo el país. Líneas eróticas vuelve entonces al pasado, hasta el año 1987: Frank y Ramón batallan con algunas líneas pagas de su servicio erótico en oficinas modestas y con su amigo Johnny como el guionista estrella; Marly y sus amigas combinan las clases de sexología con la disco del fin de semana. Un encuentro explosivo les espera.
El gran acierto de la creación de Pieter Bart Korthuis (inspirada en el libro 06-Cowboys de Fred Saueressig) consiste en pensarse como una comedia. Por ello, al mismo tiempo que escribe la historia de aquella época, y la condimenta con las fantasías que alimentaban ese erotismo en ebullición, asume una mirada crítica y juguetona sobre un éxito demasiado fácil para ser duradero. El mundo “Teleduch” es un compendio de las explosiones pop en la moda, el despertar de la diversidad sexual, la búsqueda de la emancipación de una nueva juventud, el concepto de música “house” en las discos. Pero, sobre todo, sintetiza la exploración de los deseos más allá de la vergüenza y las mitologías del porno, del tabú en las familias y las invenciones en las charlas de amigos. Marly conjura una y otra vez esa mojigatería de su crianza para ensayar un camino propio para su curiosidad, en la que el arte de las líneas eróticas sea apenas una plataforma de despegue.
La serie es divertida y ocurrente en su concepción, pero sobre todo construye un mundo concreto, en el que habitamos episodio tras episodio, el mismo en el que una revolución sexual parece atada a los contornos de ese negocio de las fantasías pero al mismo tiempo a la vocación de libertad de sus personajes. Nada es tan festivo ni triunfante, sino que cada paso supone el límite de sus propias ilusiones. Y si Líneas eróticas captura la euforia de aquella época, lo hace abrazando sus contradicciones en ese vaivén de éxitos y fracasos que conduce a la cima, pero también al borde del precipicio.
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