Netflix: Inventando a Anna es una divertida miniserie sobre una elusiva artista del engaño
La exitosa Shonda Rhimes creó una ficción basada en la inverosímil historia de Anna Delvey, una joven que engañó y estafó a la alta sociedad neoyorkina
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Inventando a Anna (Inventing Anna / EE.UU., 2022). Creadora: Shonda Rhimes. Elenco: Anna Chlumsky, Julia Garner, Arian Moayed, Katie Lowes, Laverne Cox. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
La historia de Anna Delvey es de esas que provocan la reflexión trillada: “La realidad supera a la ficción”. Tiene todos los condimentos para atraer al público: intriga, engaños, glamour y crímenes en los que las víctimas, al menos la mayoría de ellas, son millonarios y poderosos. Toda una ventaja a la hora de crear una serie de ficción basada en una historia real. Aunque la desventaja es que la realidad puede ser tan inverosímil que ni la ficción pueda ayudar a comprenderla.
Si alguien podía enfrentarse a un reto así es Shonda Rhimes, una de las showrunners más exitosas de la televisión norteamericana; ahora produciendo para Netflix, tras firmar un contrato de más de 100 millones de dólares (que recibió un significativo aumento tras el fenómeno de Bridgerton). Para su último proyecto, la miniserie Inventando a Anna, la creadora de Grey´s Anatomy y Scandal, entre otros, se inspiró en una nota de Jessica Pressler, publicada en la revista New York, en 2018, que contaba la historia de cómo una chica de veintipico engañó y estafó a la alta sociedad neoyorquina.
Anna Delvey se presentaba como una heredera alemana que quería instalar un club privado para millonarios en Manhattan. Su pelo, ropa, forma de hablar y conocimiento sobre arte eran los de alguien que “pertenece” a esa clase social. Así fue como llegó bastante cerca de conseguir financiación de unos 40 millones de dólares para su proyecto, justificado como un préstamo hasta que pudiera acceder a su fideicomiso cuando cumpliera veinticinco años. Y mientras tanto, vivió la vida de una Paris Hilton a costa de otras personas que no dudaban en cubrir sus gastos porque estaban seguros de que Delvey les iba a devolver el dinero. Jamás imaginaron que el verdadero apellido de Anna era Sorokin, que su nacionalidad era rusa y no tenía ni un centavo a su nombre.
La fascinación de desentrañar cómo pudo una chica joven engañar a millonarios sofisticados, abogados desconfiados y banqueros acostumbrados a calcular el patrimonio de cualquiera con solo verlos, está en el centro de Inventando a Anna. Rhimes decidió contarla a través de la investigación de Vivian Kent, interpretada por la talentosa Anna Chlumsky, una periodista que ve en la historia su oportunidad para conseguir una nota impactante que salve su arruinada reputación profesional.
La pesquisa periodística es un buen recurso para que, como en El ciudadano, la narración se vaya construyendo a través de los testimonios de las personas que conocieron a Anna y fueron víctimas de ella. Sin embargo, esa historia paralela es parte del problema mayor que tiene la miniserie de 9 episodios: la sensación de que podría haber sido una película de dos horas. La historia personal de Vivian, su embarazo, su matrimonio y sus conflictos laborales están bien desarrollados y aportan otros temas a la serie, como las dificultades que enfrenta el periodismo en la actualidad, pero no dejan de ser una manera de alargar la trama central.
Lo mismo sucede con el tiempo que se les dedica a otros personajes de la vida de Anna. Algunos son más interesantes que otros, como el abogado que encarna Aran Moayed; la personal trainer que interpreta Laverne Cox; y los tres periodistas veteranos que merecerían protagonizar una buena sitcom. Pero nada de eso ayuda a terminar de entender a Anna, cómo y por qué hizo lo que hizo. Al menos en los primeros seis episodios que Netflix adelantó a la prensa, no parece haber un gran avance en ese sentido.
Julia Garner hace un gran trabajo al interpretar a Anna como una figura opaca, camaleónica, con una mezcla de acentos abrumadora. Puede parecer ridícula, pero nunca aburrida. Vivian funciona como una representante del espectador, luchando por entrar en esa mente y entender cómo funciona; ni ella ni el público pueden estar seguros de discernir cuando están siendo manipulados y cuando accedieron a alguna parte de la verdad. Una decisión inteligente en la interpretación de Garner es jugar con momentos en los que resulta lógico que Anna pueda engañar a alguien y otros en los que resulta inverosímil.
El gran aliado de la narración es el humor, herramienta necesaria para combatir la incredulidad acerca de los engaños de Anna. La falta de solemnidad en los primeros seis episodios, sumado a una producción con suficientes recursos para pintar la vida de lujo que su protagonista supo conseguir, hacen de Inventando a Anna una miniserie divertida, a la que se le perdonan los tiempos estirados, por el placer de seguir viendo los mecanismos de esta elusiva artista del engaño.
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