Netflix: GLOW da el batacazo con una sublime segunda temporada
Luego de una auspiciosa primera temporada, Netflix estrenó el 29 de junio la vuelta de GLOW, la serie de Liz Flahive y Carly Mensch producida por Jenji Kohan - creadora de Weeds y Orange Is the New Black -, basada en el programa televisivo Gorgeous Ladies of Wrestling, emitido de 1986 a 1990, y producido por David McLane. A diferencia de sus primeros diez episodios que sirvieron para cimentar los personajes y sus correspondientes alter egos, en este regreso GLOW hace lo imposible con maestría: en cinco horas desarrolla las historias de todas esas mujeres (su cast es verdaderamente brillante y parejo), alude a problemáticas contemporáneas con eficacia, e incluso se permite ponerse metatextual y le dedica media hora a mostrarnos cómo sería un capítulo de GLOW (la serie dentro de la serie).
A continuación repasamos los puntos más notables de una segunda temporada que merece destino de clásico. ¡Atención: esta nota tiene spoilers!
*Betty Gilpin, el as bajo la manga
En la primera temporada, el personaje de Debbie funcionaba - tanto arriba como abajo del ring - casi exclusivamente como antagonista de Ruth ( Alison Brie ), por lo cual Betty Gilpin no tuvo la oportunidad de brillar con luz propia. En esta vuelta de la serie, Flahive, Mensch y su equipo de guionistas exploran su personaje desde toda su complejidad. En primera instancia, lo hacen poniendo el acento en cómo su divorcio de Mark (Rich Sommer) la atormenta tanto que termina descuidando a su hijo. Debbie representa el prototipo de mujer cuya vida perfectamente construida se derrumba, situación que la obliga a equilibrar su trabajo y su maternidad desde cero. En una secuencia simbólica de este renacimiento - que podemos ver en el cuarto episodio, "Mother of All Matches" - la vemos despojándose de todos los objetos de su casa que le recuerdan a ese matrimonio ya disuelto. Sin embargo, un sector permanece intacto: el cuarto de su bebé. Gilpin aborda ese instante con una mezcla de ternura y tristeza, demostrando tanto sus dotes para el canto como para el dominio de lo tragicómico. Dato: la actriz acaba de recibir su primera nominación al Emmy como mejor actriz de reparto en una serie cómica.
En segunda instancia, en "Nothing Shattered", Debbie enfrenta lo ineludible: la catarsis con Ruth, otra forma de dejar el pasado atrás y empezar a salir paulatinamente de su espiral autodestructivo. Brie y Gilpin se sacan chispas en esa conversación que se siente completamente genuina, donde no hay espacio para la villana (Zoya the Destroya) ni para la figura salvadora (Liberty Belle), sino para dos mujeres que se mueven en los grises, con todas sus imperfecciones y aciertos al desnudo.
*Marc Maron y Alison Brie: una dupla que se consolida
En una de las primeras escenas de la segunda temporada, Ruth se acerca a Sam (Marc Maron) y establece un paralelismo entre su relación con la que tenían Alfred y Alma Hitchcock, definiendo a la esposa del maestro del suspenso como una mujer que estuvo siempre detrás del hombre, "ayudándolo a hacer mejor su trabajo". La comparación es claramente premonitoria. Luego de una pelea en la que Sam saca a relucir su machismo al impedirle a Ruth colaborar sustancialmente en GLOW, ella se muestra decidida a seguir apoyándolo, e incluso asiste a la proyección de una de sus películas de culto. La construcción de la secuencia es perfecta: Ruth y Sam están el cine, sentados uno al lado del otro, ya no hay conflictos de poder ni roles que cumplir, solo dos individuos que se comunican como pares. La evolución del personaje que interpreta un irresistible Maron puede llegar a resultar abrupta, pero no deja de ser significativa. Ese hombre acostumbrado a ser el jefe autoritario de un grupo de mujeres que reclaman su lugar, debe aprender a ser padre y a manejar los sentimientos que le genera Ruth, quien derriba su coraza de déspota (querible).
En este sentido, los dos episodios finales son la prueba de que GLOW es mucho más que pirotecnia, viñetas de lucha libre y estridente vestuario. La serie también puede manejar las sutilezas. El intercambio de miradas entre Ruth y Sam, los pequeños pero elocuentes gestos (la entrega de la corona, por ejemplo), las declaraciones breves y conmovedoras ("si recibís a alguien, le hacés lugar y luego se va, el lugar aun está ahí"), y esa complicidad latente se privilegian por sobre cualquier golpe de efecto. Aquí no importa si el romance entre la pareja protagónica se concreta sino cuándo. GLOW respeta el tiempo de sus personajes y toma la notoria decisión de finalizar su segunda temporada con un emocionante plano de Brie y Maron, mientras suena "Nothing's Gonna Stop Us Now" de Starship, y nosotros inferimos que no habrá nada que detenga el desarrollo de esa compleja pero fascinante relación.
*Del #MeToo a la diversidad sexual
En "Perverts Are People, Too", Ruth recibe un llamado. Tom Grant (Paul Fitzgerald), el presidente de K-DTV, quiere verla para escuchar su feedback respecto a GLOW . Ruth se entusiasma por el interés, se arregla y va al resort asignado. La primera sorpresa llega cuando la recepcionista la envía a una habitación, donde Tom la espera con otro ejecutivo de la cadena. Ruth respira. Es una cara familiar. La segunda sorpresa no tarda en llegar: ese rostro que le era conocido se retira y ella queda sola con Grant, intuyendo que algo se esconde detrás de esa reunión. Minutos más tarde, el hombre comienza a acariciarla y le pide que lo acompañe a la ducha. El pedido causa efecto en Ruth y en quienes la vemos. El pedido no es azaroso. El pedido nos recuerda a Harvey Weinstein. En pocos minutos, Brie hace un trabajo magistral, su rostro se va deformando a medida que Ruth escucha las alarmas. Al día siguiente, por haber escapado de esa habitación, el futuro de GLOW se torna negro con la amenaza de una cancelación inminente. En una elección valiente, la guionista Rachel Shukert esboza una conversación entre Ruth y Debbie tan escalofriante como el episodio de acoso. Esa mujer que se muestra tan segura de sí misma culpa a su compañera de no haber cedido ante la presión, poniendo el acento en cómo el abuso de poder llega a ser naturalizado incluso por las propias víctimas y su entorno. Los movimientos #MeToo y Time's Up sobrevuelan todo el capítulo, y encuentran en Brie a la actriz ideal para canalizar todos los estadios por los que pasa una mujer que ha sido acosada, desde la culpa que la hace callar hasta la fortaleza que le permite hablar de lo sucedido.
En el mismo microcosmos nos encontramos con "Bash" (Chris Lowell, extraordinario en esta temporada), el joven productor de GLOW quien, al igual que Debbie, consigue una línea narrativa autónoma y devastadora en esta segunda temporada. Desde el cuestionamiento de su sexualidad (enfocado con menos peso en la historia de amor entre "Beirut" y "Junk Chain"), pasando por el dolor por la muerte de su mayordomo Florian (Alex Rich), hasta su matrimonio arreglado con Rhonda (Kate Nash), GLOW acompaña a ese niño rico que sale de la burbuja para explorar sus miedos y, sobre todo, para lidiar con su soledad. El fallecimiento de Florian dispara la inevitable discusión sobre el VIH, la falta de información de la época, y la fobia ante la posibilidad del contagio. Nuevamente con la sutileza como arma, la serie nos muestra a un Bash al borde de la pileta de su mansión, mientras de fondo vemos cómo adentro la están limpiando a su pedido.
Si bien el último episodio de GLOW podría funcionar como final de serie - sobre todo si tenemos en cuenta que su renovación todavía no fue confirmada por Netflix -, Flahive y y Mensch son los suficientemente inteligentes como para dejar la puerta abierta en la mayoría de sus historias, dándoles a Bash y al resto de los personajes el espacio para que se autodescubran como lo hacen esas mujeres en el ring: bajo sus reglas y en el momento en que lo crean necesario.
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