Netflix: Feel Good, un gran hallazgo de la nueva comedia inglesa post Fleabag
Feel Good (Gran Bretaña, 2020). Creadores: Mae Martin y Joe Hampson. Elenco: Mae Martin, Charlotte Ritchie, Lisa Kudrow, Sophie Thompson, Phil Burgers, Tom Andrews, Ramon Tikaram, Ritu Arya, Ophelia Lovibond. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Mae Martin es una comediante canadiense, treintañera y habitante de Londres, una especie de Ellen DeGeneres versión millennial, que agita con su humor autobiográfico el universo de la comedia romántica televisiva. Feel Good tiene algo del espíritu de la Fleabag de Phoebe Waller-Bridge, pero más afirmada en algunos convencionalismos: familia disfuncional, pasado tóxico, ansiedad existencial y dependencia amorosa. Con esos tópicos, Martin delinea su propio alter ego en los seis episodios de media hora –el formato preferido de los ingleses– que forman la primera temporada, a partir de un encuentro que define su vida: el que la une a George (alias Georgina, interpretada por Charlotte Ritchie), una maestra que no se anima a salir del clóset.
Pero Feel Good es mucho más que eso. La serie comienza cuando George asiste tres noches seguidas al show de Mae en un bar londinense, en el que sus rutinas son siempre recibidas con bostezos o indiferencia. George, en cambio, se ríe de sus chistes, la invita a una especie de cita camuflada en algo casual, y terminan viviendo juntas a los tres meses de conocerse. A partir de allí, el pasado de Mae comienza a salir a la luz: sus pasadas adicciones, la peculiar relación con sus padres –las videollamadas con su madre, interpretada por Lisa Kudrow , son extraordinarias–, su estancia en la cárcel y su convulsionada vida amorosa. Martin construye el trasfondo de su universo con un humor notable, centrado en líneas de diálogo impecables, pero también en una observación aguda sobre el amor y sus infinitos vericuetos.
La serie progresa con un ritmo casi perfecto y logra atender la complejidad de su personaje, el peso de la ansiedad en su vida cotidiana, el fantasma de sus errores pasados, con un equilibrio asombroso entre la angustia y la irreverencia. No tiene el poder corrosivo del humor de Waller-Bridge, pero aspira a recoger algo de ese ímpetu de reflexión bajo el aura de una comedia de desencuentros amorosos, aspiraciones profesionales y mandatos de bienestar.
Uno de los logros de Martin consiste en resignificar lugares comunes como el espacio de una terapia grupal, para reconvertirlo en una escena absurda, mientras se observa a sí misma y a su generación desde sus miedos y aprendizajes, y nunca por encima de ellos. Allí es interesante lo que consigue respecto a los límites de la comedia del stand up, formato que siempre parece observar el mundo desde una voz externa, que se desnuda pero que al mismo tiempo resulta sentenciosa. Martin resigna ese privilegio, convierte la misma realidad de su personaje en un escenario, en una horizontalidad con su mundo y sus criaturas que resulta transformadora.
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