Netflix: cómo es El club de la medianoche, la nueva serie de terror de Mike Flanagan para la plataforma
El creador de La maldición de Hill House y Misa de medianoche regresa con una propuesta juvenil basada en la novela de Christopher Pike
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El club de la medianoche (The Midnight Club, Estados Unidos, 2022). Creadores: Mike Flanagan y Leah Fong, sobre la novela de Christopher Pike. Elenco: Iman Benson, Adia, Igby Rigney, Ruth Codd, William Chris Sumpter, Aya Furukawa, Zach Gilford, Annarah Cymone, Sauriyan Sapkota, Heather Langenkamp. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
En su adolescencia, el director, guionista y showrunner Mike Flanagan leyó la novela de Christopher Pike El club de la medianoche e inmediatamente entabló una conexión muy profunda con una de las tantas obras young adult del prolífico escritor. “Pensé que iba a leer algo pulp sobre la muerte pero no fue así, trataba sobre adolescentes que buscaban reconciliarse con las enfermedades que tenían, y eso me sorprendió por completo”, declaró el realizador, una de las nuevas y más atractivas voces del terror contemporáneo.
Luego de los estrenos para Netflix de las miniseries La maldición de Hill House (2018), La maldición de Bly Manor (2020) y Misa de medianoche (2021), Flanagan, apuntalado por Leah Fong, adaptó finalmente la novela de Pike tras haberlo intentado años atrás en formato largometraje, proyecto que nunca llegó a buen puerto. En este caso, El club de la medianoche es su primera serie para la plataforma, con una primera temporada que, fiel al estilo de su cocreador, es larga (consta de 10 episodios de una hora) y tiene una cadencia reminiscente a la de La maldición de Bly Manor en cuanto al clímax al que arriba en los últimos capítulos, y a la de Misa de medianoche en relación a los extensos monólogos de sus personajes con sus diatribas sobre el tiempo y los duelos.
Como bien apuntó el director de Doctor Sueño, la obra de Pike no buscaba precisamente los golpes de efecto: narraba la progresión de una amistad entre siete personas prontas a morir disfrazada de relato aterrador. En sintonía con el material de base, Flanagan y Fong construyen su historia sin descuidar ese punto de partida y, aún con algunos altibajos en su recorrido, entregan una ficción triste pero no angustiante, un logro si consideramos su premisa.
El club de la medianoche está ambientada casi exclusivamente en el hospicio Rotterdam, una vieja e imponente casa restaurada (de esas que a Flanagan le sirven para desplegar su virtuosismo como director) al que acuden jóvenes que fueron diagnosticados con enfermadades terminales para fallecer allí “bajo sus propios términos”. En este punto, la serie muestra a esos adolescentes renegar de cómo son tratados en un mundo donde quienes los rodean suelen caer en frases hechas que les recuerdan permanentente que tienen los días contados. Por lo tanto, cuando la protagonista de la historia, Ilonka (Iman Benson), ve cómo se frustra su sueño de estudiar en Stanford y no puede convivir con la mirada vidriosa de su padre adoptivo, decide tomar el control de su propia narrativa e internarse en ese lugar.
Sin embargo, hay algo más que motiva a Ilonka, una líder nata, vehemente y temeraria, a adentrarse en ese ámbito desconocido: la noticia de que en los 60 una joven que se hospedó en Rotterdam consiguió la cura para su enfermedad. Si bien Flanagan y su equipo de guionistas son muy cautos en cuanto a cómo se maneja un tema tan delicado como el impacto que tienen los diagnósticos terminales en pacientes jóvenes, tampoco eluden el tema. Para ello, no necesitan mostrar el progresivo deterioro físico de sus protagonistas (El club de la medianoche es una serie sobre la persistencia, sobre el estar presente y construir comunidades) sino que optan por esbozar cuidadosamente las personalidades de esos siete adolescentes que viven bajo un mismo techo y se prometen, en caso de morir, comunicarse desde el más allá. Las aristas sobrenaturales están presentes en la serie y Flanagan no ahorra la aparición súbita de escalofriantes figuras en los pasillos de ese hospicio, pero su interés reside en otro lado, en aquello que lo sacudió al leer la novela de Pike.
De esta manera, cada episodio de El club de la medianoche tiene intervalos en los que esos jóvenes narran, en las noches en las que se encuentran en la biblioteca, historias de terror (y con guiños metatextuales) que concibieron con paralelismos con sus propias vidas. Así es cómo Ilonka se inventa un avatar, Imani, una clarividente que busca proteger a sus amigos de tragedias inminentes; y cómo Spencer (William Chris Sumpter, la revelación de una serie que apuesta por un cast de actores desconocidos), quien padece de VIH, cuenta un relato de aceptación que cruza ciencia ficción con romanticismo queer. Las noches que los amigos pasan juntos reafirman su necesidad de aprehender cada minuto, y es en esa aceptación de lo que se viene en donde Flanagan concibe las mejores secuencias, como sucedía con el demoledor final de La maldición de Bly Manor.
Además, en El club de la medianoche aparecen muchos actores de sus ficciones previas, desde Zach Gilford a Samantha Sloyan en un personaje que le aporta el contenido mágico (y ominoso) a una serie que por momentos decae en su compulsión por abarcarlo todo, pero que representa otro triunfo para Flanagan y el universo fascinante que viene creando en el que ahora son los adolescentes quienes toman la batuta.
La primera temporada de El club de la medianoche está disponible en Netflix.
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