Netflix: cinco series de terror surcoreano para ver después de Dulce hogar
Una nueva serie inspirada en un exitoso webcómic llega a Netflix para completar el mejor menú de terror surcoreano del streaming: Dulce hogar combina el imaginario del horror cósmico, con criaturas bestiales que parecen llegar de un más allá feroz e implacable, con un crudo retrato social de la Corea del Sur contemporánea, signada por las extendidas políticas de reurbanización.
La historia comienza en septiembre de 2020, con imágenes apocalípticas de una ciudad cubierta de nieve. Un joven emerge de los despojos de un enfrentamiento encarnizado, sorteando criaturas bestiales, autos incinerados, cadáveres que se hunden en el centro de la Tierra. Luego de ese preámbulo prometedor, la acción se traslada a la deteriorada urbanización Verde Hogar apenas un mes antes. Los carteles de protesta por las transformaciones inmobiliarias visten un inmenso complejo habitacional que alberga a los personajes más diversos: una bailarina adolescente, un criminal con una cicatriz en el rostro, una bajista sin suerte en la música, un devoto profesor de lengua, una bombera con aires de heroína, algunos grotescos comerciantes, y otros extraños habitantes que deambulan por esa infernal edificación. En entre ellos, el joven Cha Hyun Soo (Song Kang) carga con la soledad de una tragedia reciente y con su estratégico plan suicida para descubrir que algo impensado acecha más allá de los límites de ese futuro programado.
Dulce hogar recoge el imaginario del terror coreano y lo conjuga con el presente de un año de pandemia, los miedos que despierta el encierro y toda una galería de ficciones apocalípticas que encuentran aquí una atractiva alquimia. Bestial, irónica, impregnada de la estética digital y afirmada en un complejo relato coral, la creación de Hwang Young-chan y Kim Kan-bi encuentra en ese juego de combate y supervivencia los mejores ecos de toda una fascinante tradición. En esa misma estela, varias series surcoreanas ofrecen el mejor muestrario del género, combinando sus ribetes sobrenaturales con las intrigas policiales, el folclore urbano y las reformulaciones paródicas, las historias feudales y las exégesis del nuevo presente de una sociedad en permanente transformación.
El huésped sobrenatural
Parece que el mítico huésped que habita los cuerpos y abre las puertas al más temido de los infiernos viene del mar del Este, como se conoce en ese país al mar del Japón. Así lo aseguran los primeros minutos de la serie éxito de la cadena OCN en el otoño coreano de 2019. Veinte años atrás, en una lejana aldea a orillas del mar, una familia de chamanes se ve alterada por el extraño comportamiento de un niño cuyos poderes parecen provenir del más allá. Una violenta matanza termina de enredar los destinos de tres personajes, quienes se encuentran años después ya convertidos en adultos: un taxista que lidia con sus poderes de vidente y decide seguir la pista del huésped; una joven policía con algunos problemas de conducta en la fuerza; y un cura que lidia con los pecados que marcaron su pasado. El huésped sobrenatural consigue una fuerza dramática inusual que combina la investigación policial con violentos estertores de terror sin nunca resignar la tensión que recorre el relato de principio a fin.
Extraños en el infierno
La vida en la ciudad no es tan fácil como parece. Y menos para Yoon Jong-woo, un joven de 26 años que llega a Seúl seducido por un nuevo trabajo y la cercanía con su novia. Desde el comienzo su camino parece signado por la mala estrella: el daño de la pantalla de su computadora, un premio burlón en un juego de feria, el calor sofocante del verano coreano. Con poco dinero en el bolsillo, Yoon Jong-woo alquila una minúscula habitación en la decadente pensión Edén –nombre irónico si los hay–, bastante alejada del centro. A partir de allí Extraños en el infierno entreteje el relato de mansión encantada –con un piso prohibido del que provienen ruidos extraños, habitante espeluznantes que parecen guardar secretos– con una cruda reflexión sobre las condiciones económicas de Corea. Si en Parásitos aquel opresivo entorno del sótano de la familia pobre era el puntapié para una furiosa comedia negra, este relato también inspirado en un exitoso webcómic logra un clima inquietante y terrorífico que nace tanto de las aspiraciones literarias del propio Yoon Jong-woo como de ese infierno real que se avecina.
Kingdom
En la Corea feudal, en un mundo asediado por pandemias y hambrunas, el camino del príncipe heredero al trono consiste en descubrir la verdad detrás de las mentiras de su linaje. Los zombis y el apocalipsis son los mejores síntomas de esa putrefacta clase que parece sostenerse en el poder a fuerza de fuego e injusticia. Como ya lo había enseñado la mítica saga de George Romero, los relatos de zombis resultan el mejor termómetro para la lectura política, y esta excelente serie basada en The Kingdom of the Gods combina la tradición de relatos medievales, con sus ceremonias y sus ancestrales guerreros, con las modernas fábulas de plagas y enfermedades apocalípticas. La serie dirigida por Kim Seong-hun –conocido por el éxito de El túnel en 2016– se despliega a lo largo del territorio de aquella Corea medieval para convertir sus poblados y valles en sangrientos campos de batalla, sus fuertes impenetrables en las murallas asediadas por los muertos resucitados, y los rumores de traición que atraviesan al clan dirigente en el mejor caldo de cultivo para la definitiva explosión del terror.
Goedam: Cortos de terror
Pensada menos como una serie de antología que como un muestrario de las claves estéticas del terror surcoreano, Goedam: Cortos de terror propone ocho cortometrajes de entre siete y quince minutos sobre la amplia tradición de leyendas urbanas que han nutrido al género. "La abertura", "El destino", "El espíritu", "La curiosidad", "Los zapatos rojos", "La dimensión" y "El umbral" están concentrados cada uno en una idea, que puede provenir del relato de fantasmas, de la ciencia ficción o de diversas leyendas de origen asiático, que se combinan con los miedos actuales a la vigilancia, la dependencia de las redes sociales y las exigencias productivas del capitalismo. Cada corto, ambientado en un colegio secundario, en un taxi o en los límites de una webcam, esquiva las demoras del planteo y la exploración de los contextos para concentrarse en la acción y el desenlace terrorífico. Si bien algunos funcionan de manera más mecánica, apoyados en las coordenadas ya conocidas del folclore surcoreano –la mujer de la boca cortada, el juego irónico de los espíritus– la serie consigue una amalgama que nunca da respiro, que equilibra el efectismo con el humor, y deja un saldo más que positivo.
Espíritu criminal
Es la que más se aleja de las profundas convenciones del horror. De hecho, si bien comienza como una historia de asesinos seriales y detectives frustrados, enseguida utiliza la parodia como clave de su atractiva puesta en escena. En los años 90, un pérfido criminal es condenado a la horca por una serie de brutales asesinatos. Quien fue su captor, el detective Kim, no puede perdonarse el sacrifico de una colega pese al éxito de su misión. Años después la historia parece repetirse. Un detective algo errático descubre en una serie de misteriosos asesinatos el regreso de aquel malvado personaje. ¿Es tan solo un imitador o su mismísima reencarnación? La alianza entre el detective y una médium le sirve a la serie para jugar con la tradición de las ‘buddy movies’, ahora en los diversos escenarios del país. Con algo del humor absurdo que Bong Joon-ho ensayara en su obra maestra Memorias de un asesino, Espíritu criminal explora los complejos meandros de toda motivación criminal.
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