Netflix: Anne with an E quiere ser la próxima serie salvada por sus fans
Se consumen horas y horas de series por día, las plataformas no dejan de engrosar su catálogo y los títulos a elegir se apilan frente a los posibles consumidores, cada uno con su propia estrategia de seducción. De todas ellas sólo un puñado va a despertar en la audiencia un vínculo que supera el simple consumo y entretenimiento, un sentimiento de pertenencia, una fascinación que vence cualquier moda. Hay mucho más que minutos de ocio invertidos, por lo tanto cualquier medida que se tome al respecto será percibida como algo más trascendental que la decisión millonaria corporativa. Anne with an E, una historia de época sobre una niña huérfana con mucha imaginación, adaptada de la serie de libros Anne de los tejados verdes de L. M. Montgomery, tuvo esa suerte. Esta semana, sus fans juntaron más de 700.000 firmas para lograr que Netflix diera marcha atrás con su cancelación.
El 25 de noviembre de 2019 se anunció la fecha de estreno de la tercera temporada de la serie y dieron a conocer que sería la última. Anne y sus amigos quedaron en el medio de un divorcio comercial: la serie era producida en conjunto con CBC Television, canal canadiense que cortó sus vínculos con el grande del streaming. "Sepan que luchamos, tratamos de convencerlos, tratamos de conseguir un nuevo hogar, una película final, pero el arte y lo comercial nunca tuvieron un matrimonio sencillo", explicó la showrunner Moira Walley-Beckett. "Es imposible discutir con palabras como economía, algoritmos, demográfica, etc, esas palabras y otras similares son la razón por la que no quieren continuar". A esto se suma otro dato desalentador: por una cuestión contractual, los productos que Netflix adquiere de esta manera no pueden formar parte de la programación de una plataforma o cadena rival por los siguientes dos o tres años.
Pero su fandom no se rindió. Desde que confirmó la noticia se organizan para hacer que sea tendencia en redes sociales, pagaron marquesinas en Times Square y Toronto y armaron una petición de change.org que se acerca a las 800.000 firmas. Su meta de llegar al millón parece cada vez menos utópica. Hay un caso en particular que sostiene su optimismo tras haber logrado algo histórico: One Day at a Time,la primera ficción cancelada por Netflix que logró ser resucitada por otra señal gracias a sus seguidores. A pesar de parecer muy diferentes comparten varias características. Ambas tienen una mirada integradora, un mensaje cálido antiodio que -cada una a su manera- conversa con la actualidad. No están hechas para gustarle a todo el mundo pero sí para ser amadas con devoción por un audiencia fiel.
Esos espectadores hoy tienen muchísimos instrumentos para hacerse escuchar gracias a las redes sociales, pero claro que no siempre fue así. Star Trek fue pionera en esto de la militancia y activismo de sus fans. Fueron los trekkies organizados (por Bjo y John Trimble, geeks adorables con conocimiento de marketing en la época) los que en 1968 llenaron a la cadena norteamericana NBC, que emitía el ciclo creado por Gene Roddenberry de cartas y manifestaciones hasta que la renovaron. Sentaron un precedente que sería vital para cualquier campaña posterior, al demostrar que muchas veces la calidad e intensidad pueden ser más importantes que la masividad. En lo más álgido de la campaña, con Viaje a las estrellas flaqueando en los ratings, llegaban unas 6000 cartas por semana al canal. No era la correspondencia que recibía normalmente un programa de TV. Científicos, senadores, profesores, psicólogos, curadores de museos y otros profesionales escribían textos complejos y contundentes que en su momento llamaron la atención porque se alejaban del tipo de público que creían que tendría una historia así (el mismo que tiene en Star Trek en la actualidad, más de cinco décadas después y aún en el aire). La TV aprendió que la popularidad puede presentarse de diferentes maneras y, además, ¿a quién no le gusta quedar como el héroe que le da a la gente lo que quiere?
Décadas después, tras algunos ejemplos exitosos más, los fans empezaron a organizarse para hacer compras masivas de DVDs (funcionó para Padre de familia) o mandar más que cartas cuando su programa favorito estaba en la cuerda floja con sus números de audiencia en rojo: Roswell fue salvada gracias a más de 5000 botellitas de salsa tabasco, a Arrested Development no le alcanzó con canastas de banana y los de Friday Night Lights llegaron a mandar focos de luz a los gerentes del canal y DVDs a tropas del ejército norteamericano en el exterior. Para lograr que Jericho, una serie posapocalíptica de 2006, sobreviviera a su primer año en pantalla, sus devotos llegaron a mandar veinte toneladas de maní a las oficinas de CBS. Tuvieron su segunda temporada, pero no se pudo sostener más allá de eso.
A veces las cosas simplemente deben terminar. "En verdad ya había llegado lo más lejos que podía con la historia, nos acercamos a un punto en el que los actores ya estaban listos para pasar a otra cosa", dijo en su momento Mitch Hurwitz, creador de Arrested Development. Cuando todavía dependía de títulos previos conocidos y queridos, Netflix le dio una segunda vida a la comedia protagonizada por Jason Bateman pero nunca fue lo mismo, ni con su gente, ni con la crítica. El "hay que saber retirarse a tiempo" hizo que en otras ocasiones el fandom exigiera y lograra un cierre digno para su trama tan amada, generalmente con una película.
Sucedió con Firefly, un western espacial de Joss Whedon (creador de Buffy), finiquitado por Fox después de 14 episodios. Después de ver los ratings de las repeticiones y la fidelidad de su audiencia, Universal compró los derechos y produjo Serenity, un film que llegó a pasar por las salas de los cines con un resultado que no estuvo a la altura de las expectativas comerciales. No sucedió lo mismo con Community, rescatada varias veces, siempre en la cuerda floja. Su eslogan "six seasons and a movie" (seis temporadas y una película) no llegó a hacerse realidad, aunque en una reunión remota solidaria por la pandemia su creador Dan Harmon y todos los protagonistas (incluido Donald Glover) dijeron que aceptarían con gusto.
Un drama que se suma en la era del streaming es lo que se conoce como cliffhanger, ese gancho y misterio que queda sin resolverse al final de una temporada para que los espectadores tengan algo para debatir durante casi un año o más. Es una herramienta vieja que está siendo más utilizada que antes, sobre todo por Netflix, que firma arreglos que siempre incluyen mínimo una segunda tanda de episodios, aunque no siempre lleguen a realizarse. Esto hace que sea realmente frustrante una cancelación no planeada con tiempo ya que no hay resolución. Fue el caso de Sense8, una serie tan empática como ambiciosa surgida de la mente de las hermanas Lana y Lilly Wachowski. Un año después de su segunda temporada se estrenó la película que daba cierre a la historia.
Los devotos de Veronica Mars, conocidos como marshmallows (malvaviscos), son leyenda en este tema. Cuando después de tres años en el aire, Fox le puso fin en 2007 a la serie teen noir, empezó a hablarse de un largometraje, aunque ningún estudio parecía interesado en poner el dinero. En una de las muestras de cariño más célebres de la cultura pop de las últimas décadas, el público inició una campaña en Kickstarter para recaudar fondos. El objetivo inicial de dos millones de dólares se alcanzó en solo once horas así que ellos siguieron aportando hasta triplicarlo. La película se estrenó en 2014 y fue considerada un éxito, aunque prendió la alerta sobre un nuevo peligro: el llamado fan service. Si son los seguidores quienes financian el producto, quienes escriben y dirigen pueden sentir que deben darles todo lo que quieran y se corre riesgo de que la trama se convierta en fan fiction (ficciones escritas por fans). Este romance no terminó ahí y Kristen Bell volvió una vez más con el personaje que la hizo popular gracias a una cuarta temporada, que hoy puede verse en HBO.
Brooklyn Nine-Nine, Nashville, Last Man Standing, Designated Survivor, The Expanse, Lucifer, Wynonna Earp, Timeless todas fueron revividas en los últimos años gracias a su base fiel de televidentes. Es una buena época para los fandoms de TV, hay múltiples vías de comunicación online y muchas empresas dispuestas a ganarse su amor, más si eso puede sumarles puntos como compañía preocupada por las causas actuales. Por eso los carteles que pagaron y pusieron a favor del regreso de Anne with an E destacan las conversaciones relevantes que logró establecer.
Si bien está basada en una novela de 1908, esta adaptación se convirtió en un gran ejemplo de cómo abordar temáticas sociales de coyuntura complejas en un tono para toda la familia: prejuicios de género, racismo, derechos LGBTQ+, lucha de clases, adopción, censura, educación y más. CBC, el canal canadiense que la coproducía, llegó a decir que la misión a favor del programa estaba usando bots para inflar los números de los hashtags y comentarios, después de experimentar una fuerte ola de críticas en todas sus redes sociales. Hoy, cerca del millón de firmas y con trending topics casi todas las semanas –la serie está séptima entre las más vistas esta semana en la Argentina en la plataforma– las esperanzas están puestas en Netflix. Así lo definió una de las organizadoras de la campaña: "Es televisión, no va a cambiar el mundo, pero hay muy pocos shows que sean tan optimistas, inclusivos y representativos, siempre vale la pena luchar por eso".
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