La protagonista de La jefa... aunque no quiera dialogó con LA NACIÓN acerca de los desafíos de su próximo personaje: una profesora de literatura que regresa al país y debe ponerse al frente de una organización mafiosa
- 9 minutos de lectura'
A casi 10 años de haber cumplido su sueño de convertirse en Gilda, Natalia Oreiro vuelve a reinar desde una bailanta. Aunque esta vez, su reinado no tendrá que ver con la vida de una venerada artista que murió demasiado pronto, sino con el de una mujer que, de un día para el otro, se ve obligada a tomar el mando de una banda de piratas del asfalto.
El Teatro Verdi de La Boca permanece tapado bajo un telón negro que no deja que entre la luz. Y es que afuera el sol brilla, pero adentro el clima es el de una noche espesa, con disparos, golpes y corridas. “La Tour Bailable”, se lee en un cartel, ubicado junto a una réplica de la Torre Eiffel que conduce al lugar donde transcurre la acción. La sala lírica construida hacia fines del siglo XIX fue transformada temporalmente en una bailanta, el escenario donde transcurre gran parte de La jefa... aunque no quiera, producción de Disney que transita su séptima semana de rodaje. “Nos quedan tres semanas más, por suerte el tiempo acompañó y pudimos hacer muchos de los exteriores que teníamos previstos. Las locaciones estuvieron entre Dock Sud, San Justo y Wilde, porque la serie necesita un aire bien de Conurbano bonaerense”, le cuenta a LA NACIÓN un integrante de la producción.
A pocos metros, el cantante Juan Ingaramo -en su segunda incursión como actor, tras su participación en El Reino- y Fernán Mirás ensayan una escena en la que se enfrentan. Cada tanto se oye un “reto” de la directora, Daniela Goggi, que trata de que todos en el set se concentren en lo que están haciendo. La toma es clara: Mirás apunta con un arma, Ingaramo lo sorprende con un golpe en la cara. “Tenés que apuntar primero”, le dice el cordobés tímidamente a su compañero, luego de que Mirás confundiera el movimiento. “Su segundo trabajo como actor y ya me corrige”, bromea el protagonista de Tango Feroz. Todos ríen.
La reina del show
Mientras las tomas se suceden en la planta baja, Oreiro se prepara en uno de los palcos del teatro, acondicionado como camarín, para sus escenas del día. Se trata de las imágenes que formarán parte del último de los seis episodios que tendrá la serie, aun sin fecha de estreno, pero que estará disponible en la plataforma Disney+. “Los invitamos que vengan hoy porque mañana Natalia tiene que grabar una escena emotiva, en la que se despide de su padre, y necesita que haya cierta intimidad”, revelan desde el equipo de producción. “Hoy a la mañana fue un caos, había muchos extras que coordinar, pero por suerte salió muy bien”, suman.
Con el cabello largo y atado en una cola, la actriz aparece para dialogar en exclusiva con LA NACIÓN. Saluda con un beso a todos los que están en la habitación, desde el jefe de producción a la chica encargada del catering, y se sienta en un sillón para hablar sobre su personaje. “Vanesa Mastone es una mujer que es profesora de literatura y que hace 20 años se fue a vivir a Francia. Su padre era el dueño de esta bailanta, y ella regresa al país luego de su repentina muerte, para participar de su velorio. Ahí empieza a descubrir que, detrás de la bailanta, su papá tenía otro tipo de negocio, y que su muerte no fue natural”, adelanta, además de asegurar que disfruta mucho del “humor negro y disruptivo” que propone la ficción.
“Al principio Vanesa está muy enojada, porque siente que vivió una vida de mentira. Nunca se imaginó que esa familia disfuncional era una pantalla, que sus familiares eran delincuentes. Y lo que empieza a sentir es que, si bien no quiere formar parte de eso, hay algo de la sangre que le tira y comienza a ayudarlos a resolver un montón de problemas que van surgiendo a partir de la muerte de su líder. Así se va convirtiendo en una jefa, y se redescubre en un nuevo rol que a priori parecería estar en las antípodas de su vida y de su forma de ser”, resalta Oreiro.
Un féretro cubierto con un manto dorado permanece sobre el escenario del teatro de estilo Art Nouveau devenido en bailanta. Dos nubes de algodón con tiras plateadas que simulan lluvia cuelgan a sus costados, y una corona de flores coloradas y una cruz de neón fucsia completan la postal funeraria. Allí, en pocas horas, Vanesa despedirá a su padre, en un tono dramático que se saldrá de la comedia que atraviesa la historia. “Para ese tipo de escenas por lo general intento trabajar con la verdad personal. Me parece lo más sano, no porque vaya a hacer un paralelismo con un momento de mi vida, sino que intento que esa situación en sí misma me conmueva antes que tratar de forzar algo siguiendo un guion. Con los años intenté dejar un poco de costado la indicación del texto, sí tomo la del director, pero no lo que ya viene escrito; intento que en los ensayos todo vaya sucediendo de manera orgánica”, explica.
“Mi vida laboral es muy poco rutinaria, porque cada dos o tres meses inicio un nuevo proyecto con personajes muy distintos, con directores muy diversos, y parte de mi trabajo como actriz es entender el código del nuevo grupo. Es como esa sobreadaptación que tenía que hacer de niña cuando mis padres no paraban de mudarse y cambiarme de escuela. Algo de eso, que un poco he padecido de pequeña, me sirve hoy de adulta para armar nuevos grupos y trabajar de maneras distintas”, admite Oreiro al intentar hacer un paralelismo entre el shock que atraviesa su personaje con su propia experiencia como actriz.
Luz, cámara, acción
Ya en la planta baja, Oreiro se encuentra con Mirás, el actor con el que construyó una gran amistad a lo largo de los años. Su último trabajo en común fue la película Casi muerta, en la que él ofició de director, pero también de coprotagonista. Esa química y complicidad se nota en el set, como cuando ella busca relajar su cuerpo ensayando un breve bailecito y recibe un elogio de parte de su compañero: “¡Qué swing tiene esta chica!”.
Mirás compone a Leandro, exnovio de Vanesa y líder de una banda que compite con los Mastone. Ubicados en sus puestos, se preparan para ensayar la próxima escena: en medio de disparos, ella corre para esconderse detrás de unas sillas apiladas que se encuentran a un costado de la barra, mientras que Mirás va detrás de ella, pero encara hacia la salida de la bailanta. La balacera parece venir de un costado, pero quienes disparan no entran en cuadro. “¿Da el lugar para que pase por acá?”, pregunta la actriz. “Indicame bien lo que querés que haga”, le dice a Goggi, quien procede a trazar el recorrido que deben hacer escapando de las balas.
“Daniela tiene todos los personajes en la cabeza, porque además es una de las autoras de la ficción. Entonces es muy fácil trabajar con ella porque sabe qué tono pedirte, qué es lo que necesita de vos. Es increíble, es el alma de este proyecto”, señala Oreiro sobre la directora de películas como El hilo rojo o El rapto y la miniserie María Marta, el crimen del country.
La estrella de Iosi, el espía arrepentido y Santa Evita no descarta probarse detrás de cámaras en un futuro. Sería un recorrido lógico para ella: llegó de Uruguay a los 16, y tras hacer algunas publicidades, un bolo en Inconquistable corazón la llevó a convertirse en heroína de telenovelas primero, para luego construir una prolífica carrera en la que no esquivó casi ningún género. Sin embargo, considera que este no es el momento de incursionar en la dirección por una cuestión muy personal: “Es muy difícil para mí no involucrarme en los proyectos en general, pero me ‘autorregulo’. Desde mi lugar de actriz, siento que mi labor sobrepasa el mero hecho de aprender la letra y venir el set, me gusta saber de todas las áreas, aportar, opinar. Entonces, cuando me proponga dirigir, siento que va a ser algo muy absorbente para mí y esperaría que mi hijo, que hoy tiene 12 años, tenga, no sé... 17 años”. Oreiro se ríe, consciente de que acaba de poner en palabras la poderosa disciplina y ética de trabajo que aplica sobre sí misma y que, posiblemente, la condujo hasta la estelaridad que hoy tiene.
Antes de concluir la entrevista, la actriz destaca la importancia de que se produzca ficción en tiempos tan difíciles para la industria local. “A mí me cambió un poco la mirada sobre las plataformas cuando comenzó la pandemia. Antes era medio negada... Soy una fanática de ir al cine, pero cuando la gente tuvo que quedarse en su casa, fueron las plataformas las que ocuparon ese lugar. Me gustaría que en algún momento se equilibre un poco más y que se pueda seguir viendo ficción en la televisión de aire. Eso es algo, que intenté y estuve a punto de lograrlo, pero finalmente el proyecto se cayó básicamente por un tema de presupuesto”, reconoce en referencia a la tira que iba a protagonizar en Telefe y no llegó a concretarse.
Oreiro vuelve a ponerse en la piel de Vanesa y escapa de las balas, grita de miedo desde atrás de las sillas apiladas. Su jornada de rodaje recién está comenzando, y para ella es una oportunidad para desafiarse y encontrarle nuevas aristas a su personaje de inesperada mafiosa. Por lo pronto, antes de que La jefa... aunque no quiera llegue a Disney+, estrenará la comedia de Netflix Campamento con mamá y, más adelante, la película dramática que filmó bajo las órdenes de Benjamín Ávila, La mujer de la fila. Claramente Oreiro, una artista inquieta, está convencida de que todavía tiene mucho por transitar.
Más notas de Natalia Oreiro
Más leídas de Espectáculos
Dos favoritos. Úrsula Corberó contó cuáles son los dichos argentinos que más la fascinaron y se volvió viral
Le afectó la memoria. Frankie Muniz, el protagonista de Malcolm in the Middle, regresa a la actuación tras un duro accidente
A sus 54 años. Fue la modelo más top de la década del 90 y hoy vende vajilla desde un castillo en Inglaterra
Una nueva Luismimanía. Luis Miguel disfruta de Buenos Aires: cena en Palermo con su novia y muchas sonrisas y contacto con sus fans