Monzón, una serie que desde los hechos reales sale a buscar motivaciones
Monzón (Argentina/2019). Showrunner: Pablo E. Bossi. Dirección: Jesús Braceras. Guion: Francisco Varone, Leandro Custo, Gabriela Larralde, Gabriel Nicoli. Fotografía: Christian Cottet. Música: Sergei Grosny. Edición: Santiago Parisow, Inti Nieto. Dirección de arte: Marcela Bazzano. Elenco: Mauricio Paniagua, Jorge Román, Diego Cremonesi, Gustavo Garzón, Soledad Silveyra, Paloma Ker, Nacho Gadano, Fabián Arenillas, José Carlos Guridi, Carla Quevedo. Disponible en: Space, todos los lunes, a las 22. Nuestra opinión: muy buena.
Debe ser la primera vez que una producción argentina muestra abiertamente en los créditos la presencia de un showrunner, el máximo responsable de todas las decisiones creativas esenciales que hacen que una producción como esta sea lo que es. Esa función ejercida con nombre y apellido (en este caso Pablo Bossi, el hombre fuerte de la productora Pampa Films) lleva a que Monzón adquiera una identidad genuina y se reconozca como una contribución valiosa a la larga historia de relatos cinematográficos y televisivos dedicados a contar la historia del boxeador argentino más importante de la historia. Especialmente a partir del hecho que abrió las puertas de su trágico final: el asesinato en febrero de 1988 de la modelo uruguaya Alicia Muñiz, pareja de Monzón en ese entonces.
La historia se ubica en un tiempo en que el femicidio era visto con otros ojos a los actuales, en especial si el principal sospechoso es un ídolo deportivo al que propios y extraños tratan e identifican como un campeón, con toda la carga valorativa que tiene esa palabra. A la vez, esta serie quiere utilizar de una manera muy clara la verdad histórica como referencia. Así se explica el recurso constante a las imágenes de archivo de los noticieros de la época y a las fotos y recortes periodísticos que muestran al Monzón real, su palabra y su entorno.
En todo caso, lo que vemos aquí dramatizado funcionará al mismo tiempo como auxilio y respaldo de aquello que sabemos. Datos, testimonios y crónicas estudiadas hasta el cansancio, disponibles para quienes quieran consultarlas y también observadas desde la ficción. De hecho, la vida de Monzón que más conocemos es la que está ligada al asesinato de Muñiz y al juicio posterior sobre el hecho. En el medio quedó bastante desdibujada la existencia previa del protagonista, su vida personal, su llegada al boxeo, el mundo que frecuenta una vez que adquiere fama, popularidad y el dinero que siempre soñó poseer.
La trama se mueve en un constante juego de flashbacks entre aquél verano trágico y la juventud de Monzón, un hombre humilde que abraza el boxeo por necesidad y por interés para escapar del sórdido entorno en el que vive. Los hechos de 1988 se relatan con una ambientación propia del thriller clásico, seco y áspero, con diálogos precisos y ritmo adecuado.
El universo de la infancia y de la juventud de Monzón, en cambio, parecen descriptos como si estuviésemos frente a un western urbano. Quedan muy claras en ese retrato las motivaciones del protagonista y no se pierde tiempo alguno en explicaciones. Los personajes hablan lo justo y el resto lo muestran sus acciones.
En esa voluntad de ir hacia adelante y no detenerse en contar aquello que la imagen ya está mostrando de sobra descansa el mayor mérito de la prometedora historia. Curiosamente, lo más interesante no aparece cuando Monzón domina la escena, sino en cada momento en el que nos preguntamos hacia dónde van y qué buscan algunos personajes secundarios muy atractivos como el fiscal Parisi, el abogado De Luca y el entrenador Amílcar Brusa, tres profesionales que se esfuerzan sobre todo en hacer su trabajo de la mejor manera posible. No es casual que sus intérpretes (Diego Cremonesi, Gustavo Garzón y Fabián Arenillas, respectivamente) rindan a altísimo nivel y estén entre lo mejor de una serie que tiene varios puntos altos en materia artística y de producción.
La historia recién empieza y resta descubrir a otros personajes importantes, apenas esbozados o directamente ausentes en los dos primeros episodios. Queda por ver también si la aparición de algún aspecto melodramático puede alterar o condicionar la fluidez con que empezó a contarse esta historia. Por el lado de Monzón, la elección de Jorge Román y Mauricio Paniagua para personificarlo en distintas etapas de su vida parece más conectada con la idea de encontrar el mayor acercamiento fisonómico posible a la figura real que a darle a sus intérpretes una expresividad equivalente a la de los mejores integrantes del amplio elenco.
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