Maxton Hall: Un mundo entre nosotros honra a su género con una buena química entre sus protagonistas y sin subestimar al espectador
La serie alemana, basada en la exitosa novela Save Me, de Mona Kasten, encuentra en un exclusivo colegio el escenario perfecto para contar una historia universal, con buena alquimia y sumamente disfrutable
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Maxton Hall: Un mundo entre nosotros (Maxton Hall - Die Welt zwischen uns, Alemania/2024). Creadora: Daphne Ferraro (basada en Save Me, la novela de Mona Kasten). Elenco: Harriet Herbig-Matten, Damian Hardung, Sonja Weißer, Fedja van Huêt, Andrea Guo, Runa Greiner, Martin Neuhaus, Justus Riesner. Disponible en: Prime Video. Nuestra opinión: buena.
Cada generación tuvo su romance predilecto, desde los cuentos de hadas como Cenicienta, hasta las lecturas posmodernas como Mujer bonita, pasando por los vampiros en Crepúsculo y las recientes versiones de princesas inventadas en los reinos de Bridgerton en Netflix. En esa lógica, los best sellers han sido el principal alimento, un material literario ya conocido por el espectador, que nutrió primero la imaginación de los ávidos lectores y las listas de ventas de las editoriales y luego la taquilla del cine o los catálogos del streaming. Save Me, la exitosa novela de Mona Kasten y cabeza de una saga, hizo ese recorrido con el plus de su contemporánea universalidad, que sitúa la historia en un colegio exclusivo de Alemania que prepara estudiantes de élite para Oxford pero que podría ubicarse en cualquier región signada por ciertas coordenadas: diferencias de clase, romances y rituales adolescentes, clima de estudiantina y ambiciones para el futuro. De esa receta nace una ficción con más energía de la esperable, que pugna por honrar al género con una alquimia de ingredientes justa y disfrutable.
La princesa de este cuento es Ruby Bell (Harriet Herbig-Matten), primera generación de aspirantes universitarios que ganó una beca en el prestigioso Maxton Hall y anhela llegar a los claustros de Oxford. Su mantra es el estudio, la disciplina y la invisibilidad, para no llamar la atención de sus compañeros, todos ellos herederos de la realeza europea, los magnates de Dubái o las celebridades del deporte. Pero un error involuntario coloca a Ruby en la mira de James Beaufort (Damian Hardung), el arrogante heredero de un emporio textil que llega al colegio en limusina y es el campeón mimado del equipo de lacrosse. A partir de allí surge entre ellos la esperable disputa, que involucra el intento de James de comprarla con dinero, seducirla con su encanto, o convertirla en uno más de los trofeos de su vidriera. Por supuesto, Ruby se resiste, su dignidad de clase trabajadora se cimenta en una familia unida, un padre discapacitado que necesita ayuda, una madre y hermana compinches, y la solícita dedicación a su prestigio académico sin ayudas ni componendas. Hete aquí el punto de partida, dos adolescentes provenientes de mundos opuestos. ¿Será posible que el amor pueda superar los obstáculos?
En esa línea de convencionalismos, Maxton Hall se acomoda con un punto a favor: la solvencia de su protagonista, una encantadora Harriet Herbig-Matten que brinda a Ruby una sensibilidad más allá del rol tradicional de heroína. Establecida su firmeza de ideales y su dedicación al objetivo de llegar a Oxford, Ruby expande el previsible aspiracionismo con una calidez que excede el guion, que asoma en sus ojos siembre húmedos y sus vivaces movimientos en escena. Consciente de que el vestido de princesa es tan solo un disfraz, el personaje y la propia actriz construyen un interior genuino, que se despliega episodio tras episodio en sus relaciones familiares, sus amistades, y por supuesto en su compleja relación con el mundo de los Beaufort. James es, en su fachada, un fiel exponente de sus privilegios, pero también el eslabón rebelde de la cadena de mando familiar, en tensión con un padre rígido y ambicioso, dispuesto a sostener su imperio con transacciones comerciales y casamientos por conveniencia.
El derrotero de la historia no se aleja de las líneas esperables de estos romances: obstáculos de clase, contratiempos escolares, disputas generacionales, malos entendidos y reconciliaciones. Pero dentro de ese devenir, la alemana Maxton Hall juega bien sus cartas, no subestima a su espectador sino que le ofrece lo que cree que espera, con el agregado de una química efectiva entre sus protagonistas, sostenida en ese rápido pasaje de enemigos a enamorados, y un cortejo de aliados y villanos que ocupan con solvencia el telón de fondo.
El gran acierto de la adaptación de Daphne Ferraro para Prime Video consiste en no despreciar su material de origen ni querer superarlo, convertirlo en otra cosa o luchar contra sus arquetipos, sino expandirlos con oficio, afirmarse en esa familiaridad que convoca al espectador y no lo defrauda. Muchas de las adaptaciones de los best sellers juveniles menosprecian su fórmula intentando subvertirla o se desligan de cierta inventiva visual confiando en la lealtad infalible de los lectores. Maxton Hall no comete ninguno de esos pecados. La puesta en escena es astuta en su exuberancia, burbujeante en las escenas de romance, chorreando un glamour victoriano que se convierte en la temática de una de las galas de ese colegio que tiene mucho de la sensibilidad decimonónica. En esos guiños autoconscientes radica su comodidad en el género y su elegancia para llevarlo a buen puerto.
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