En diálogo con LA NACION, el guionista de la miniserie que estrena este sábado Paramount+, habla sobre esta apasionada y dura historia entre dos hombres “de proporciones épicas” y repasa sus comienzos en Hollywood
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En Compañeros de viaje, la flamante miniserie que llega este sábado a Paramount+, nos encontramos con varios dilemas que se suscitan por los contrapuntos de sus personajes centrales y por el contexto en el que ambos se mueven. La primera colisión surge cuando cruzan caminos Hawkins Fuller (Matt Bomer, protagonista y productor de la ficción), un político astuto y persuasivo forzado a mantener su verdadera identidad oculta y Tim Laughlin (el ex Bridgerton Jonathan Bailey), un joven idealista que le hace frente a una realidad que le pone escollos para vivir libremente. Contra todos los pronósticos, ambos se enamoran cuando se conocen en Washington en pleno macartismo, lo que propulsa que ese romance apasionado y voluble esté sujeto a una persecución constante.
“La novela tocó fibras personales cuando la leí”, le cuenta a LA NACION Ron Nyswaner, el creador del drama histórico basado en la obra del autor norteamericano Thomas Mallon. El showrunner, guionista de largometrajes centrados en la comunidad LGBTQI+ como la gran Filadelfia, de Jonathan Demme y la más reciente My Policeman, de Michael Grandage, se propuso llevar a cabo una tarea titánica: la traspolación de una narrativa que abarca cuatro décadas y, en consecuencia, numerosos momentos históricos de gran relevancia.
En ocho episodios, Compañeros de viaje pone el foco en las protestas contra la guerra de Vietnam y la epidemia del VIH, siempre a través de la mirada de la pareja protagónica, esos hombres que no podrán -ni querrán- abstraerse de lo que sucede a su alrededor. Nyswaner, quien produjo la miniserie junto a Bomer y al deportista Robbie Rogers, tardó años en adaptar la novela de Mallon y en encontrar al equipo ideal para poner en marcha el rodaje.
En la actualidad, agradece esa dilación. “Considero que es un milagro”, le manifiesta a este medio sobre cómo se gestó esta miniserie que, para su creador, se estrena en el momento justo. “Podrán ver cómo el macartismo y la actualidad en algún punto se tocan, hemos avanzado en un montón de luchas, pero al mismo tiempo aparecen figuras que atentan contra esos logros”, afirma.
-¿Cuándo leíste la novela de Thomas Mallon y cuál fue tu reacción inicial?
-La leí hace once años y me enamoré de inmediato de los personajes. Me gustaba que ellos fueran el centro de la historia y sobre todo que tuvieran sus imperfecciones, que ambos fueran individuos complejos. Si bien su relato empieza en la década del 50, un momento histórico peligroso, en este caso para la comunidad LGBTQI+, en el que no solo tu carrera se veía amenazada sino también tu propia vida, el romance entre los protagonistas se vuelve intrincado porque ambos son personas complejas, con visiones del mundo completamente diferentes. Eso generaba un drama interesante. En cambio, si hubiésemos retratado a personas buenas a las que le pasan cosas malas, así de simple, hubiésemos entrado en el terreno del melodrama, casi de lo novelesco. En mi opinión, el verdadero drama es el que yace en el corazón de los personajes, en su vida interior.
-Llevó mucho tiempo porque empecé a tomar otros trabajos y me aboqué a esos y la fui dejando lado, hasta que decidí, cuatro años atrás, que era hora de retomar el proyecto. En ese momento le pedí a Robbie Rogers que se sume, y después a Matt Bomer, quienes tuvieron una fe ciega en el producto. De hecho, le tuve que pedir a Matt que nos espere unos meses cuando estaba libre, y luego respetar su agenda también, hasta que todos nos pudimos unir para empezar el rodaje de la manera correcta.
Me parece que este es el momento ideal para estrenar la miniserie, porque podemos establecer muchos paralelismos entre el macartismo que mostramos en ella con lo que vemos en el mundo actual. No hay que mirar muy lejos para encontrarnos con figuras potencialmente similares a la de Joseph McCarthy, aquellas que utilizan el miedo y el odio para dividir a la gente y obtener el poder. Por eso es que pienso que la serie se estrena en una época apropiada.
-Matt estuvo desde el inicio en el proyecto, ¿pero cómo fue la incorporación de Jonathan como su partenaire?
-Cuando al proyecto le estaban por dar luz verde para arrancar, el nombre de Jonathan fue el primero que se nos vino a la mente, además porque Robbie ya había trabajado con él en otra producción. En Bridgerton, Jonathan interpretó a un personaje muy diferente al de Tim en Compañeros de viaje y cuando lo conocí me di cuenta que él era más parecido a Tim que a su rol en Bridgerton y eso me gustó mucho.
-¿En qué puntos Jonathan se conecta con su personaje?
-En que exude una libertad, una apertura, una manera muy encantadora de conectarse con el mundo que lo rodea. Además, es una persona brillante. Como actor, Jonathan supo traspolar parte de sus rasgos a Tim, un hombre que tiene el corazón en su mano, que se mueve así por la vida, sin miedo a salir lastimado e intenta mantener esa honestidad emocional. Su derrotero podría emparentarse con una narrativa en la que importa el “viaje del héroe”, que creo que también se aplica a todos los personajes, quienes buscan aprender a amar de una mejor manera. Lo que aprende Tim es: “Lo que yo soy, mi identidad, está bien”.
-La miniserie abarca diferentes décadas y momentos bisagra de la historia de los Estados Unidos, ¿cuán arduo fue el proceso de investigación?
-Fue muy duro, porque quería que toda la parte histórica de la serie fuera precisa, no tomarme ninguna clase de licencia poética. Dos años después de leer la novela me dediqué a investigar sobre los hechos que narraba y lo hacía en medio de otros proyectos. Cada escena que hay en la serie, cada frase que dijo McCarthy y otras figuras históricas que aparecen son reales, las dijeron realmente.
Cada palabra, cada evento está documentado de manera rigurosa. Esa parte del proceso de creación de la serie era muy importante para mí porque no me gusta inventar la historia, pero al mismo tiempo fue un enorme desafío. La televisión también te da la posibilidad de tener tu propia “writer’s room” (”sala de guionistas”), donde en este caso ocho personas nos reuníamos todos los días por varios meses. Después, en el rodaje, hay un número grande de gente que trabaja para llevar a cabo tu visión y lo mismo sucede en la etapa de posproducción.
-Hay una valoración de lo colaborativo...
-Exacto. Por eso es una experiencia maravillosa hacer una serie televisiva, porque la colaboración con el equipo es invaluable. Todo el mundo se movió en la misma dirección para llevar a cabo una producción que resulte cohesiva. Es extenuante, difícil y agotador, pero cuando resulta tan bien como en este caso, yo lo considero un milagro. Si querés ser director, tenés que amar lo colaborativo; todos los días es una negociación, es muy fructífero.
-Hace 30 años se estrenaba Filadelfia, película que vos escribiste. ¿Qué recuerdos tenés de ella?
-Es curioso que me lo preguntes, porque pensé mucho en ese film cuando hacía Compañeros de viaje...
-¿Por los paralelismos?
-Sí, hay muchos puntos de contacto entre ambos procesos creativos. En primer lugar, las considero las dos experiencias profesionales más importantes de mi vida. Por otro lado, forjé relaciones en el rodaje de Filadelfia que todavía mantengo en la actualidad. Jonathan Demme (director del largometraje, quien murió el 26 de abril de 2017) fue la persona que me llevó desde la universidad del cine al mundo del cine propiamente dicho. Lo conocí a él y de repente era un guionista que estaba trabajando y al que le pagaban por lo que escribía (risas). Jonathan me cambió la vida y su espíritu vive en Compañeros de viaje. En el set de la miniserie estaba todo el tiempo diciendo: “Si Jonathan estuviese acá…”, y además de eso recordaba lo que decía en el rodaje de Filadelfia: que como cabeza de equipo tenés que ser amable con cada uno de los integrantes, desde la estrella protagónica hasta quienes se ocupan de estacionar los autos en el garage. Eso siempre se quedó conmigo.
-¿Te tocó fibras personales?
-Sí, porque al recordar Filadelfia me transporté a diferentes épocas de mi vida, como cuando estaba en el clóset durante parte de los 60 y 70, hasta que finalmente salí en 1977 y pude ser, en una industria como Hollywood, la persona que verdaderamente soy. Soy lo que soy, soy gay y si no te gusta, no me interesa lo que digas (risas). Además, fue interesante hacer esta serie y pensar en esa película porque advertí lo mucho que avanzó la sociedad y, al mismo tiempo, cómo otras cosas siguen siendo iguales, de allí que encuentro muchas similitudes.
El primer episodio de Compañeros de viaje ya se encuentra disponible en Paramount+, y se sumará uno nuevo todos los sábados.
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