Martillo Hammer: un agente políticamente incorrecto y una trama satírica para una serie distinta
La creación de Alan Spencer, que nació a partir de una mezcla entre Harry el sucio y el Superagente 86, dejó su huella en la televisión de los ochenta
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Por lo general, las historias detrás de los grandes éxitos de la televisión se componen de uno o varios jóvenes con un sueño, varios autodenominados “expertos” que no creen en ese sueño, y una luz al final del túnel que, de la noche a la mañana, confía y le abre las puertas del éxito. No es precisamente el caso de Martillo Hammer (o Sledge Hammer en el original), una serie en la que nadie creyó, ni en su nacimiento ni tampoco cuando ya estaba al aire y había demostrado todo su potencial creativo.
Para ser justos hay que decir que la historia sí empezó más o menos como las demás, cuando su creador Alan Spencer tenía no más de 11 años y decidió hacer una travesura propia de la edad. Al chico le gustaba ir al cine y una tarde, tras sacar una entrada para ver El violinista sobre el tejado (Fiddler on the Roof, 1971), se coló en la sala de al lado para ver Harry, el sucio (Dirty Harry, 1971): “La película me pareció muy divertida, no podía creer que la gente se la tomara tan en serio”.
Cinco años después, al Spencer adolescente todavía le retumbaba la idea en la cabeza, decidió sentarse en su máquina de escribir e intentó hacer algo a partir de su particular visión: en su mente, lo visto en la primera entrega de la saga protagonizada por Clint Eastwood era el germen de una comedia de situaciones donde se cruzaban Harry, el sucio con el Superagente 86 (Get Smart). Con una salvedad que fue la clave en el posterior éxito: “Mi personaje no era torpe, todo el caos que provocaba Hammer lo hacía a propósito”.
A comienzos de 1976, con el guion bajo el brazo, Spencer recorrió todos los estudios y productoras posibles, recibiendo siempre la misma respuesta: “De ninguna manera”. La clave de Sledge Hammer era hacer reír a partir de la exageración de la violencia, una idea que no seducía a nadie. Paradójicamente, fue el guionista del Superagente 86, Leonard Stern, quien le dio la oportunidad de que su sueño se convirtiera en realidad.
Confía en mí, sé exactamente lo que hago
La cadena HBO estaba en búsqueda de un nuevo programa que fuera una parodia del género policial, a partir del éxito que había tenido la cuarta entrega de Harry Callahan, Impacto fulminante (Sudden Impact, 1983). Cuando los ejecutivos de la cadena le contaron a Stern lo que necesitaban, este les contestó que había un chico de nombre Alan Spencer que tenía justo lo que querían. Inmediatamente lo llamaron, y bastaron un par de reuniones para que el piloto se convirtiera en realidad, aunque no sin resolver antes algunas cuestiones de base.
La primera y más importante fue el protagonista. HBO quería a los comediantes Rodney Dangerfield o Joe Piscopo, a quienes tenían bajo contrato. Pero Spencer se puso firme y dijo que no. En su cabeza veía a David Rasche como el ideal para interpretar a Hammer, y así se los hizo saber.
Si el agente Maxwell Smart tenía a la 99 como la voz de la razón, Sledge contaba con su compañera, la agente Dori Doreau. La actriz canadiense Anne-Marie Martin cumplía con el equilibrio perfecto entre belleza y personalidad; además, para mediados de la década del 80 ya tenía una promisoria carrera, tanto en cine como en televisión. Incluso estuvo a punto de quedarse con el papel de Carrie Fisher en la primera entrega de Star Wars, e inmortalizarse como la princesa Leia. En el casting se presentó con su verdadero nombre: Edmonda Benton.
La tercera pata era el irascible jefe. El actor Harrison Page fue elegido para componer al Capitán Trunk, luego de una prueba en la que empezó a los gritos por la indisciplina de su subordinado, un recurso que marcó el camino de su personaje durante toda la serie. En este punto, Page decidió alejarse del estilo del “Jefe” de Superagente 86, para acercarse más a lo que era el inspector Dreyfuss (Herbert Lom) en la saga de La pantera rosa, otra fuente de inspiración en el concepto original.
Sin embargo HBO decidió que la serie no se ajustaba a su programación y le cedió la posta a ABC que, como tampoco confiaba mucho que digamos en el proyecto, sugirió nuevos cambios. Según la idea de Alan Spencer, la secuencia inicial (que era un homenaje a Magnum 44, segunda película de la saga de Harry, el sucio) tenía que terminar con el protagonista disparando a la cámara. Sin embargo, en la cadena entendieron que la imagen podía despertar cierta inquietud y exigieron que el tiro que rompía la pantalla fuera sobre el costado izquierdo. Tampoco gustaba que la frase original fuera “Estoy loco pero sé lo que hago”, por lo que se cambió por la más políticamente correcta: “Confía en mí, sé exactamente lo que hago”.
Otro problema fueron los testeos de audiencia previos al estreno. ABC consideró que no habían sido lo suficientemente positivos y nuevamente con miedo al fracaso sugirió agregar risas grabadas. Las reacciones mejoraron, y el recurso se utilizó durante los primeros trece episodios emitidos. Al creador le molestaba tanto la decisión que, en ocasión de su lanzamiento en DVD y al ser poseedor de los derechos absolutos sobre el material, decidió sacar las risas de todos los capítulos y así se editó. Lo que podría considerarse un “Director‘s Cut”.
El resto sí fue cien por ciento inspiración de Alan Spencer. Tanto las situaciones absurdas como las referencias a clásicos del cine. Además de las mencionadas, a lo largo de sus dos temporadas aparecieron en Martillo Hammer homenajes a clásicos como Intriga internacional, Vértigo, Casablanca o La naranja mecánica; también a series como División Miami, que por ese entonces competía por la cadena rival.
Sin embargo en el ranking de referencias, quien pelea el primer puesto con el detective Harry Callahan fue el Superagente 86. Durante el primer episodio, en la escena del motel se pueden ver dos cuartos contiguos que tienen los números 86 y 99. También sobre el final de la segunda temporada se conoce a la exesposa de Hammer (interpretada por la verdadera mujer de David Rasche) cuyo nombre es Susan Hilton: el mismo que utilizaba la agente 99 en una misión, aunque en el doblaje latino de Get Smart se había sustituido por “Azucena Hilton”.
Hoy todo parece encajar a la perfección: el personaje, sus compañeros, los actores, el guion, todo es brillante. Y sin embargo, cuando estaban por terminar la primera temporada en ABC decidieron que no habría una segunda. Por eso en la última escena del episodio 22, Sledge cometía su último gran error haciendo explotar una bomba nuclear mientras intentaba desactivarla.
Pero sucedió lo inesperado: la buena repercusión de crítica y audiencia llevó a confiar en una continuación. El asunto era “cómo seguir si todos los personajes habían muerto”.
La magia de la televisión
“La siguiente temporada de Sledge Hammer se lleva a cabo cinco años antes de esa explosión nuclear. Gracias”. Un cartel con esa leyenda sobre fondo negro alcanzó para justificar lo injustificable de acuerdo al código de absurdo de la serie. Tanto como que en la línea temporal propuesta en la temporada anterior era imposible que Sledge y Doreau se conocieran previamente, y sin embargo “cinco años antes” ya eran buenos compañeros.
A pesar de contar con menos presupuesto y menos sorpresas, la serie se las arregló para transitar una segunda vida al nivel de la anterior. Los capítulos se volvieron cada vez más bizarros, como así también las referencias. Volvieron personajes como el coronel Norman Blates, interpretado por un actor que había sido doble de riesgo de Anthony Perkins (o sea Norman Bates) en Psicosis 3. O un capítulo sobre vampiros dedicado a la memoria de “Mr. Blasko”, verdadero apellido de Bela Lugosi, el Drácula más famoso de la historia del cine. Así de retorcido llegó a ser el humor del programa.
El rodaje de la serie también congregó algunos nombres prestigiosos, como el de Bill Bixby quien, terminada su etapa televisiva en el El increíble Hulk, se colocó detrás de la cámara en ocho episodios.
Promediando la segunda temporada quedó claro que no habría una tercera. Y aunque el último capítulo cerró con una propuesta de casamiento de Hammer a Doreau, los títulos de cierre dejaron la incógnita sobre qué pasaría. Aunque tratándose de una precuela, ya estaba todo dicho.
Ninguno de los responsables de la serie pudo levantar cabeza luego de la cancelación. David Rasche debió esperar a hacerse lo suficientemente viejo como para no ser asociado con el personaje. Así reapareció como actor secundario en filmes como La conquista del honor (Flags of Our Fathers, 2006) o Vuelo 93 (2006). Anne-Marie Martin decidió dejar la actuación para convertirse en guionista. Firmó junto a su por entonces marido, Michael Crichton, el libro de Twister (1996).
Alan Spencer intentó seguir en la misma línea de trabajo pero sin éxito. En 1988 creó el tratamiento de lo que habría sido la cuarta parte de la saga de La pistola desnuda (cuyo título provisorio era The Naked Gun: What 4? The Rhythm of Evil). Más tarde reformuló ese trabajo para los estudios New Line Cinema que buscaban parodiar la saga de Arma mortal, pero nunca terminaron de ponerse de acuerdo. En 1993, con otros creativos, los estudios se dieron el gusto y fracasaron con Arma cargada 1 (Loaded Weapon 1).
Incluso el personaje intentó volver, pero como protagonista de historieta de la mano de Marvel. El cómic de Sledge Hammer generó mucha expectativa, pero por sus bajas ventas duró solamente dos números.
Fue el lanzamiento en Estados Unidos del pack en DVD de la serie lo que le dio nuevos aires a Martillo Hammer. Tanto que a mediados de 2019 se anunció que Spencer estaba trabajando en una remake adaptada a los tiempos actuales.
Sin embargo, pandemia mediante, nada se sabe del proyecto. Y en tiempos de tanta corrección política y literalidad suena raro que pueda volver un personaje misógino, xenófobo, machista, enamorado de su arma y un sinfín de etcéteras, aún cuando todas estas condiciones sean en clave de humor.
Sledge Hammer fue producto de un momento muy especial en la historia de la televisión, que hoy parece enterrada. Aunque si el detective pudo continuar luego de una explosión nuclear, todo es posible.
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