Maite Lanata: "Siempre me atrajeron los personajes con mucho mundo interno, que dejan mensajes interesantes"
Maite Lanata tiene 19 años, y en tan corta edad tuvo papeles que pocas actrices se han animado a encarnar: hizo de un niña autista en El Elegido, se convirtió en un chico trans en 100 días para enamorarse -papel que le valió una nominación a Mejor Actriz de Reparto en los premios Martín Fierro-, y se sumergió en el mundo interno de un niña cautiva en El jardín de bronce. Sin embargo, nunca se alejó de su prioridad: terminar el secundario.
Con extensiones en la cabeza y un vestido rojo, Maite habla con LA NACION, a horas de que se estrene la segunda temporada de la serie en que interpreta a Moira Danubio, la chica que fue rescatada por su padre después de permanecer 10 años prisionera por quien, más tarde descubriríamos, sería su padre biológico. "En esta segunda temporada de El jardín de bronce no solo te enterás del presente de Moira sino un poco más del pasado, de lo que pasó en La Doradita, algo que nadie conoce y ella trae a través de sueños", cuenta. Sobre esos dos tiempos y el nuevo vínculo con Fabián ( Joaquín Furriel ) va a girar esta historia que estrena por la pantalla de HBO, este domingo, a las 21 .
Lanata retomó el personaje de Moira en un momento muy especial, cuando estaba construyendo a Juani, el joven transgénero de 100 días para enamorarse. Y esa transición fue complicada, tanto para mantenerla concentrada en la evolución de estos dos seres tan distintos como en lo referido a temas capilares: Moira tenía que tener el mismo pelo que en la primera temporada y, por requerimientos del personaje de Juan, su melena estaba cortada al ras. Ahora, la joven actriz tiene extensiones fijas para volver a convertirse en Luna Lunati ,en El Marginal 3.
-Hay algo, como un imán, que siempre te lleva a interpretar personajes cuánto menos comprometidos. ¿Cómo llegan a vos estos papeles?
-Mi ideología, como actriz, genera que me gusten personajes donde hay un trasfondo del cual se puede analizar el submundo y la historia. Uno a la hora de hacer castings, se fija. También porque mi prioridad principal, en su momento, era la de terminar el secundario, entonces solo iba a un casting si me interesaba mucho y hacía muchas preguntas. Siempre me atrajo esa rama de personajes con mucho mundo interno y que dejen mensajes interesantes.
-¿Cuál va a ser el lugar de Moira en esta segunda temporada?
-Moira va vivir entre el presente y el pasado. El pasado va a volver en forma de recuerdos ensoñados, donde fantasea o exagera algunas cosas. Tiene algo de fantasioso lo que vivió en La Doradita con toda esa selva, con todo ese mundo, con la relación con su padre biológico. Y, en paralelo, en el presente, está el tema de la relación con su padre no biológico, Fabián Danubio, Moira, con el hermetismo y esos recuerdos que la carcomen, no puede dejar ese pasado y tampoco conectar con él. En cambio, Fabián intenta todo el tiempo reconocer a su hija, aunque ella no es la misma de antes. Se genera una relación padre-hija bastante extraña y fría, donde él pone mucho énfasis en reconstruir todo ese vínculo pero no lo logra, porque ella está metida para adentro.
-Tiene algo en común con Alma, el papel que hiciste en El Elegido...
-Sí, el mundo interno, muy para adentro. Son todos laburos en los que indagamos en cuánto a la profundidad de los personajes. Está en uno, en el director y en el equipo técnico proponerse esa profundidad o no. Creo que en El jardín... estuvo buenísimo porque se pudo. La ayuda de mi vieja fue fundamental en cuanto a armar escaletas, el laburo de coacheo, actoral y los ensayos [N. de la R.: La madre es coach actoral y está sentada al lado de Maite durante la nota].
-En este segunda temporada, la víctima es otra: un adolescente. ¿Hay un cierto paralelismo con el caso de Moira?
-Tienen la misma edad, solo que él desaparece cuando es grande y yo había desaparecido a los 5 años. Ves ahí la diferencia entre una chica que vivió 10 años fuera de la ciudad y un chico que se escribe las zapatillas, un adolescente "típico". La historia es cíclica. Aunque el personaje de Paola Barrientos es tridimensional y el de Fabián no lo era. Si bien la situación es totalmente distinta, ellos dos se unen en esa sintonía, se encuentran.
-El rodaje de El jardín de bronce coincidió con 100 días para enamorarse, ¿cómo llevaste ese doble desafío?
-Fue un doblete complejo porque tenía que pasar por las distintas progresiones de estos dos personajes en paralelo. El de Juan tenía una progresión determinada, y el de Moira, otra completamente distinta. Además, en El jardín..., al ser una serie en la que ya conocés el principio y el final, las escenas se graban desordenadas. ¡Entonces era todo una mezcla! Miles de líneas temporales. Por ahí me perdía y se mezclaba a veces Juan, y tenía que pensar: "¡No, Juan, andate!". Lo del pelo también fue un tema: el laburo con peinado fue complicado. En El jardín... me tenían que poner una peluca y tenía que estar una hora antes. El presente era con cortinas, y el pasado, lo que transcurría en La Doradita, con una peluca. Mucho tiempo para poner la peluca con tul, pegarla... Todo porque Juan ya tenía el pelo corto.
-¿Cómo ves hoy al personaje de Juan? Te tocó interpretar un papel que nunca se había hecho en el prime time, con todo lo que eso implica, y en medio de un movimiento social que puso en agenda temas como la identidad sexual, el aborto y la violencia machista...
-No fue una idea solamente de la productora, porque si los espectadores no estaban preparados para ver la transición de Juan, el personaje se iba a quedar en un punto intermedio. Hay muchos chicos que indagan y que no saben si pertenecen a un género no binario, o si realmente tienen una duda con su género y es una cuestión de identidad sexual. Todo eso que se explicó en 100 días... llegó al espectador en un momento en que estaba preparado para escucharlo, incluso señoras de 80 años. Tenemos una necesidad de mostrar la diversidad sexual. Siempre nos preguntamos lo que queremos ser; metafóricamente, nos miramos en el espejo y nos preguntamos qué queremos reflejar nosotros en la sociedad, cómo queremos que nos vean y qué queremos trasmitir. Todos pasamos por ese proceso, todas y todos y todes. No es algo que solo le sucede a los chicos trans, y eso se mostró.
-¿Creés que un personaje así hizo que se empiecen a naturalizar ciertos temas que solían ser tabú?
-Lo interesante de 100 días.. es que expuso una causa social que fue muy grande, ayudó muchísimo. Se necesitaba de mucho respeto. Realmente no me gusta hacer personajes cuyas realidades desconozco. Eso sería una falta de compromiso con una causa que lleva adelante todo el colectivo LGTB, donde se exponen cosas que estuvieron marginadas durante muchísimo tiempo. Al no ser parte de esa comunidad, me tuve que llenar de información para tratarlo lo más respetuosamente posible.
-Y ahora sigue El Marginal, retomás el personaje de la primera temporada...
-La historia transcurre en el medio, entre la primera y la segunda. En esta temporada la mujer se empoderó muchísimo más. El marginal es muy de hombres y el rol de la mujer aumentó en la segunda temporada y en esta también. Se ven mujeres que llevan a cabo la acción. Hablando en términos amplios, en todos los proyectos audiovisuales el rol de las mujeres está teniendo una acción muchísimo mayor por esta realidad que estamos viviendo, porque no podemos hacer ojos ciegos. Cada personaje que se interpreta y cada guionista ahora piensa: "¿Estoy trasmitiendo mensajes machistas o no?"
-Viviste de cerca el caso de la denuncia de Thelma Fardin contra Juan Darthés, desde el colectivo de Actrices Argentinas. ¿Cómo pensás que esa revelación modificó el panorama, en lo real y en la ficción?
-Lo de Thelma generó que muchos y muchas se repregunten cosas. Salías a la calle y estaban todos pensando en si replicábamos o no chistes o cuestiones machistas, si al patriarcado lo teníamos en la sangre o no, en términos generales. Después sí empezaron a surgir cuestiones de índole amarillista con el tema del abuso. Pero lo que produjo en la sociedad fue muy enriquecedor en cuanto a las preguntas que nos empezamos a hacer todos, todes.
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