Love: volver es siempre difícil
La segunda temporada de la serie de Netflix producida por Judd Apatow continúa con el improbable romance entre Mickey y Gus que comenzó con un beso fuera de lugar y continúa con estos nuevos 12 episodios con atractivos resultados
Las segundas temporadas son difíciles. El salto que separa las series "cerradas" de aquellas con múltiples temporadas no es poca cosa. Y en ese terreno es posible que, junto con Stranger Things , Love sea de las ficciones originales de Netflix que más expectativas despertaron a su regreso en 2017.
La historia improbable entre Mickey y Gus empezó a dibujarse en 2016 entre mensajes de texto, peleas a los gritos, romances cruzados y todo tipo de dificultades afectivas. Para el final de la temporada pasada, el beso entre los protagonistas –elemento clave hurtado de los finales felices de las ficciones románticas– funcionó como un cierre en el que lo único que quedó claro fue hasta que punto les costaba comunicarse. Ella le pedía espacio, confesando su adicción al sexo y al amor, y él la besaba conmovido, desoyendo por completo el pedido que había recibido un segundo antes.
En esa última escena está la clave de lo que desarrollan estos nuevos 12 episodios. El nuevo comienzo encuentra al par interpretado por Gillian Jacobs y Paul Rust exactamente donde habían quedado el año pasado, en el incómodo y eterno segundo posterior a ese beso fuera de lugar. Y sabiendo que se gustan, tienen una docena de capítulos para ver cómo puede funcionar algo así como una pareja en medio del programa de recuperación de ella y la falta de experiencia de él, que apuesta respuestas a esa incógnita con la ruleta en marcha y tropezando entre desaciertos.
De menor a mayor
Si los primeros capítulos son los más flojos, en el que los personajes todavía están dubitativos y temerosos, el primer cambio real sucede en el capítulo 5, “A Day”. A partir de allí, de alguna forma dejan de depender de las casualidades para juntarse (o todo lo contrario) y empiezan a enfrentarse a las dificultades que surgen no tanto del contexto sino de ellos dos como pareja, más allá del rótulo que quieran ponerle.
Los personajes secundarios acompañan esta estructura. Mientras el contrapunto extrapatético que propone Randy no es demasiado logrado, y se nota la ausencia de un personaje desequilibrante como lo fue Heidi en la primera temporada, Bertie –la roommate impredecible de Mickey– tiene muchos buenos momentos y su personaje crece notablemente. La música sigue siendo uno de los elementos más sorprendentes y que vuelva a estar Mark Oliver Everett (líder de Eels) en el papel de Brian es un extra interesante.
Sin embargo, la aparición más determinante es la de Daniel Stern (uno de los villanos de Mi pobre angelito), y su interpretación del padre de Mickey es uno de los puntos fuertes de esta nueva entrega. Y es que más allá del sello que deja marcado con su trabajo el que intentó sin éxito vulnerar la seguridad de la casa de un joven Macaulay Culkin, durante su paso por Love se encarga de sacudir con fuerza a los personajes que venían sumergidos en un idilio mágico, ofreciendo una pequeña ventana a la complicada historia familiar de Mickey.
Distancia y empatía
Gus y Mickey no son personajes románticos clásicos, de ésos que generan inmediata empatía. No hacen todo bien, no tienen actitudes heroicas o épicas y cuando intentan improvisarlas, nunca sale como lo imaginaban. Generan inquietud, distancia e incluso vergüenza ajena en más de una oportunidad y ese es un terreno es en el que Judd Apatow , la mente detrás de la serie, construye como un experto.
Esta pareja que parece tener todo como para tomar caminos diferentes escribe su historia bien lejos de los cuentos de hadas y los príncipes azules. Parece reírse de la posibilidad de ser “la pareja perfecta”, no solo por la arrogancia que supone esa perfección sino por el problema que instala el artículo. La pareja. Como si hubiese un solo modelo, un solo estándar más o menos posible, probable y comprobado que lleve hacia el final feliz (otra vez el, como si hubiera uno solo y no sucediera nada después).
Mickey sería una pésima novia para un montón de personas, incluyendo a todas sus ex parejas. A Gus las conquistas le salen a duras penas y más bien se desliza entre algunos encuentros que lo apabullan. Y en medio de toda esa imperfección, intentos fallidos, dudas y destellos de romance furioso, el desafío para ellos es primero comprobar si se complementan y si, una vez probada esa tesis, pueden vivir para soportarlo.
Caminado vertiginosamente al costado del abismo psicológico, esta temporada de Love recorre caminos que en la primera aún se veían desde lejos. Sigue siendo una relación muy nueva y, si bien aún hay lugar para la frescura de ambos personajes, la capacidad de acompañarse, la distancia e incluso la idea de fidelidad se cuestionan permanentemente y ganan protagonismo.
Con una tercera temporada anunciada para 2018, el season finale deja unos cuantos grises y preguntas entre lo que sucede, lo que parece y fundamentalmente lo que no se dice; y, lo más importante, Mickey y Gus dejan la puerta abierta para la próxima aventura.
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