Los Soprano: un libro revela cómo James Gandolfini y su adicción al alcohol y a las drogas causaron caos durante el rodaje
El jefe de localización de la emblemática serie de HBO cuenta en un nuevo libro la dificultad de trabajar con el actor, fallecido en 2013, durante las últimas temporadas, en las que solía salir de fiesta, aparecer tarde y olvidar las frases del guion
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25 años después del estreno de Los Soprano en HBO, la interpretación que el actor James Gandolfini regaló a los espectadores, metiéndose en la piel de Tony Soprano, un mafioso con ataques de ansiedad, sigue considerándose una de las mejores actuaciones de la historia de la televisión. El intérprete, fallecido en la ciudad de Roma el 19 de junio 2013 a causa de un infarto, mientras se encontraba de vacaciones, dejó una huella imborrable en la ficción televisiva, que le valió tres premios Emmy y un Globo de Oro al mejor actor.
Sin embargo, la lucha contra sus demonios personales hizo que el rodaje de la galardonada serie no fuese un camino de rosas, especialmente en sus últimas temporadas. Así lo revela ahora Mark Kamine, jefe de localizaciones en la serie que duró seis temporadas, en su nuevo libro On Locations: Lessons Learned from My Life On Set with The Sopranos and in the Film Industry. En sus páginas explica que, durante el rodaje de la quinta entrega, el desgaste de Gandolfini comenzó a traer problemas durante la producción.
Kamine relata varias anécdotas del rodaje. Una de ellas tuvo lugar después de grabar un episodio en Nueva Jersey: “Estaba en el bar del hotel cuando uno de los miembros del rodaje más cercano a Jim [Gandolfini] me pregunta si quería ir a Atlantic City con ellos”. Atlantic City se encontraba a casi 130 kilómetros de donde estaban, a más de una hora en coche, y al día siguiente debían seguir rodando: “Lo rechacé. A la mañana siguiente, no me extrañó que no fuesen capaces de despertar a Jim”, escribe Kamine. Al final, apareció con cuatro horas de retraso “quejándose y maldiciendo cada vez que se equivocaba con sus frases medio aprendidas, repitiendo toma tras toma, bebiendo mucho café y agua, mostrándose al mismo tiempo avergonzado y maleducado, como hacía siempre que la cagaba de esa forma”.
A medida que el actor se volvía “cada vez menos digno de confianza”, HBO supuestamente “agregó una cláusula a su contrato que lo hacía responsable de los costes del día de rodaje si faltaba al trabajo debido a excesos de consumo”, afirma el autor del libro. Según Kamine, que más adelante se convirtió en el productor ejecutivo de otra exitosa serie de la plataforma, White Lotus, hubo otras anécdotas que hacían aquellos rodajes imposibles: Edie Falco, la actriz que interpretaba a la mujer de Tony, Carmela Soprano, estaba tan harta de los plantones de Gandolfini que se sentía frustrada con el actor y él, se sentía frustrado con la perfección de ella: “Edie siempre llegaba temprano, siempre estaba preparada y siempre se metía al instante en la piel de su personaje. Fue una presencia admirable en el set de rodaje a lo largo de toda la serie”.
Pero, precisamente, la profesionalidad de la actriz a menudo intimidaba a su compañero: “Jim parecía asombrado y, al mismo tiempo, frustrado por cómo Edie se metía en su personaje, porque él a menudo llegaba poco preparado, maldiciendo entre escena y escena y pidiéndole al supervisor de guion que le recitase las frases que tenía que decir”. Sin embargo, admite Kamine, “todos estaban dispuestos a soportar el caos” porque “Gandolfini, más que ningún otro, salvo David [Chase, el creador de la serie] es quien hizo que Los Soprano fuera lo que fue, con sus rasgos expresivos, sus ricas interpretaciones y sus gestos, al mismo tiempo amenazantes y comedidos”.
Más de una década después de su muerte, Kamine no fue el único trabajador de la serie que habló sobre los problemas de Gandolfini. En 2021, el periodista de investigación James Andrew Miller, conocido por sus reportajes en The Washington Post o The New York Times, publicó Tinderbox: HBO’s Ruthless Pursuit of New Frontiers, un libro que cuenta la historia de la cadena estadounidense y su forma de irrumpir en la escena para generar lo que más adelante se bautizó como la edad de oro televisiva. En este libro, que recoge más de 750 entrevistas con actores, productores, directivos y trabajadores de HBO desde sus inicios, recogió la preocupación del equipo directivo por Gandolfini: “Nos preocupaba que Gandolfini se muriera”, reveló Jeff Bewkes al periodista, director ejecutivo de HBO desde 1995 hasta 2002, “de vez en cuando se iba de fiesta o se daba un atracón de cocaína y teníamos que detener la producción”. Bewkes también aseguró que el actor, a veces, ni siquiera aparecía en el set, lo que “resultaba difícil para las agendas de los otros actores”. Y añadió que “no presionó” al entonces presidente de HBO, Chris Albrecht, sobre Gandolfini porque “pensaba que Jimmy estaba avergonzado de su comportamiento”.
Pero los problemas de Gandolfini terminaron por llegar a los oídos de Chris Albrecht, quien le invitó a su casa con la idea de confrontarle para que fuese a rehabilitación. Gandolfini, por su parte, pensó que se trataba de una velada normal: “Se había convertido en un enorme problema”, reveló Albrecht a Miller, “y también se había convertido en una falta de respeto hacia los demás actores, por lo que surgieron algunos problemas”. Cuando Gandolfini llegó a casa de Albrecht, encontró a una docena de personas allí, incluido David Chase y varios miembros de su familia. Según contó el directivo, los amigos y familiares de la estrella de la televisión habían ensayado qué decirle aquella noche, e incluso tenían preparado un jet privado para llevarlo a rehabilitación: “Pero toda la intervención duró 10 segundos. Gandolfini entró, vio el panorama, e inmediatamente grito: ‘Que se jodan todos’”, rememoraba Albrecht, quien también recordó que el actor lo miró de manera desafiante y lo retó a despedirlo delante de todo el mundo, para después abandonar furioso el lugar. “Mientras los demás permanecían atónitos, una de sus hermanas lo persiguió por el pasillo, rogándole que regresara. Pero no funcionó. Jimmy no estaba dispuesto a aceptar nada”.
En su libro, Kamine deja claro que, pese a todo, Gandolfini era una presencia muy querida en el rodaje. Cada viernes noche, el actor se encargaba de comprar sushi para todo el equipo y cada final de temporada daba a cada miembro del equipo un regalo, a menudo por valor de cientos de dólares. Cuando terminó la serie, regaló a cada uno un reloj con una inscripción grabada en la que podía leerse: “Los Soprano. 1997-2007. Descansa en paz. Gracias. J.G”.
Gandolfini falleció a los 51 años. Se encontraba en Roma con su segunda esposa, Deborah Lin, su hija Liliane, recién nacida, y su hijo mayor, Michael, fruto de su anterior matrimonio con la productora Marcy Wudarski. La familia al completo tenía previsto acudir al festival de cine de Taormina, en Sicilia. Fue su hijo, que en aquel momento tenía 14 años, quien le encontró en la habitación de su hotel.
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