Los invasores: una serie que supo, como pocas, conectar con las inseguridades y dudas acerca de lo desconocido
Protagonizada por Roy Thinnes, la ficción se convirtió en un clásico de la cultura popular, pese a que su propuesta rápidamente se agotó y sus guiones dejaron de resultar atractivos
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Hoy no sería más difícil que mandar un tuit o hacer un posteo en Facebook con información incomprobable (ahí están los terraplanistas como ejemplo), pero hace cincuenta años convencer al mundo de que se venía una invasión extraterrestre no era moco de pavo. Y sin embargo, el arquitecto David Vincent (Roy Thinnes) dejó cuerpo y alma durante 43 episodios para gritar a los cuatro vientos que Los invasores ya estaban entre nosotros, y prácticamente no había forma de identificarlos.
Oda a la paranoia colectiva, Los invasores fue una obra maestra de la ciencia ficción moderna. Antes de los lagartos de V: Invasión extraterrestre, antes de las obsesiones de Mulder y Scully en The X-Files, bastaba con estar atento a si el taxista tenía el meñique medio mocho para empezar a sospechar.
El productor Quinn Martin -que en la intro original se hacía nombrar por la voz en off, como para darle prestigio al producto- venía de una racha de éxitos con Los intocables en 1959, El fugitivo en 1963 y El FBI en acción en 1965. Por eso nadie le cuestionó cuando decidió acompañar una idea sobre alienígenas; la clave estaba en no mostrarlos deformes, pelados y con la cabeza estirada, sino iguales a cualquier hijo de vecino. Los miedos internos de los telespectadores harían el resto.
Pero aunque Martin se llevaba el crédito, el creador de la idea fue Larry Cohen que, según sus propias palabras, tomó elementos de dos películas que fascinaron: Invasores de Marte (Invaders From Mars, 1953) y La invasión de los usurpadores de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956). Todos los elementos presentes en la serie ya estaban ahí, solamente fue cuestión de mezclarlos.
El enemigo está entre nosotros
“Los invasores, seres extraños de un planeta que se extingue. Destino: la Tierra. Propósito: adueñarse de ella. David Vincent los ha visto, para él todo empezó una noche en un camino solitario, cuando buscaba un atajo que nunca encontró. Empezó con un merendero cerrado y abandonado, con un hombre tan fatigado que no podía seguir el viaje. Empezó con la llegada de una nave de otra galaxia. Ahora David Vincent sabe que los invasores han llegado, que se han adaptado al aspecto humano. De alguna forma debe convencer a un mundo incrédulo de que la pesadilla ha comenzado”. La extensa y notable introducción, declamada por el mexicano Guillermo Portillo Acosta (también voz de Patrick McNee en Los vengadores) sentaba las bases de lo que vendría, al mismo tiempo de presentar a este hombre común que, de casualidad, presenciaba un hecho sobrenatural que iba a cambiarle la vida.
En una premisa cuasi hitchcockiana, la desesperación de la audiencia no era tanto prevenir la siguiente movida extraterrestre, sino ver cómo ninguneaban al protagonista. Como Vincent, sabían que el hombre decía la verdad, por eso ver que lo trataran de loco, no le hicieran caso o incluso lo desmerecieran, despertaba una indignada empatía, muy beneficiosa para el éxito del programa. Es decir, David no solo lidiaba con la amenaza externa sino también con la interna, llegando a lo largo de las dos temporadas a salvar su vida de milagro, enfrentarse a todo tipo de visitantes o ser internado en un neuropsiquiátrico. No tenía paz en ninguna parte.
Al mismo tiempo, yendo un poco más allá, Los invasores era la historia de seres “externos”, cuyo objetivo era avanzar sobre la sociedad norteamericana, y acceder al manejo de sus instituciones y espacios de poder. En este caso, el trabajo de este “hombre común” era el de concientizar a sus pares ingenuos o incrédulos sobre la amenaza que podía venir “desde afuera”. Quien quiera entender que entienda.
Otro elemento que llegó a distinguir a Los invasores de otras propuestas de su tipo es que nunca se conoció la forma real de los extraterrestres, por lo que si no era por la rigidez de uno de sus dedos o un aura brillosa. Aunque estos elementos fueron menguando conforme avanzaban los capítulos.
HAPPY 82nd BIRTHDAY TODAY (April 6th) to actor ROY THINNES, star of the hit TV series, "THE INVADERS" (1967). He's the man who saved Earth many times over! pic.twitter.com/KQggNuDd47
— John Semper Jr. (@johnsemper) April 6, 2020
¿Podría la serie haber tenido tanto éxito con otro protagonista? Probablemente no. Roy Thinnes no tenía el estereotipo de héroe, aunque sí la imagen necesaria para cargarse al hombro la verosimilitud de la historia. Fuera de algunas participaciones, acreditadas o no, en unas pocas y no muy recordadas series, Thinnes no tenía mucha experiencia en cuestiones de estrellato. Por eso se sorprendió e hizo una bandera de su paso por Los invasores.
En apenas dos años (cuesta creer lo poco que duró la serie en relación a su permanencia en el inconsciente colectivo), el actor pasó de segundón a ser un astro. Sin preocuparse por quedar encasillado, Thinnes abrazó la causa OVNI, y aunque más acá en el tiempo participó en series como Los Soprano, Oz o La ley y el orden, hoy con 84 años sabe que siempre será David Vincent, el que peleaba contra los extraterrestres en los 60.
David Vincent, un héroe errante contra los alienígenas
Por su premisa y realización, Los invasores fue un hito de la cultura popular. Y sin embargo, la originalidad de la premisa fue el motivo por el que se derrumbó antes de tiempo. Ya para el final de la primera temporada quedaba claro que no había mucho para contar. La dinámica de cada episodio era más o menos la misma: el protagonista contaba su verdad y casi nadie le creía. Y si cada tanto encontraba alguien que apoyara su causa, lo más probable es que fuera un alienígena dispuesto a tenderle una trampa, de la que se salvaría con lo justo. El tema del héroe errante y solitario contra el mundo ya había explotado más y mejor en El fugitivo.
Esta repetición comenzó a agotar el producto, que si bien tenía su encanto, progresivamente se iba quedando sin sorpresas. En un golpe de timón, para la segunda temporada se intentó sumar adeptos a la causa de David, que no solo creerían en su palabra sino que también combatirían codo a codo la amenaza, pero no alcanzó. En marzo de 1968, Los invasores se despidió de la pantalla chica, con un fugaz regreso en 1995 del que nadie se enteró. A su vez, Quinn Martin quiso explotar nuevamente la idea en la película de 1980, The Aliens Are Coming, pero su intención se diluyó sin pena ni gloria.
Curiosamente, el mismo año que la serie desapareció de las pantallas norteamericanas, debutó en Argentina. Teleonce (es decir Canal 11, hoy Telefe) la programó los domingos por la noche. No solo fue un éxito, sino que también concitó la atención del público joven, tanto así que para 1969 había pasado a los martes por la tarde.
El éxito de cara a la década del 70 hizo que a partir de las sucesivas repeticiones se sumara una nueva generación de adeptos, que abrazaron no solo la historia sino su condición de ícono sociocultural de Los invasores.
Así, la producción audiovisual posterior siempre tuvo un lugar para David Vincent y su gesta. The X-Files fue una inspiración directa, también V: Invasión extraterrestre; Quentin Tarantino también ofrece sus respetos en Había una vez... en Hollywood.
Sin embargo, el homenaje más directo que hubo a Los invasores fue local, y llegó de la mano de la música. En 1994, Pipo Cipolatti al frente de Los Twist lanzó el tema “Invasión”, último éxito de la banda antes de su disolución. Tanto la letra como el videoclip que lo acompañó se basaban directamente en la historia de la serie y de su protagonista, aunque en esta ocasión, la vuelta de tuerca para detener el avance extraterrestre era una oportuna intervención del Papa, directamente desde el Vaticano.
Propuestas de conquistas espaciales hubo muchas, de terrestres a otros planetas o de malvados “visitantes” hacia aquí, incluso antes de que Los invasores soñara con existir. Sin embargo, el éxito de la serie fue un manejo de suspenso que conectaba directamente con los televidentes, con sus propias inseguridades y dudas acerca de lo desconocido. Si bien la fórmula se volvió a repetir (aunque menos de lo esperado), esta ficción marcó el signo de una época. Y aunque vista hoy varios de sus planteos resultan ingenuos, tiene el peso específico de una narrativa sólida y creíble, que la coloca en un podio histórico de las aproximaciones más interesantes acerca de la temática OVNI en clave de ficción. Al menos desde el imaginario popular.
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