Los Dukes de Hazzard: polémicas, renuncias y una estrella que necesitó varios reemplazos
Dos ladrones que tenían mucho de Robin Hood, un villano caricaturesco, unos shorts de jean que generaron polémica y un auto con el que miles de fans soñaban. Esa era la fórmula detrás de Los Dukes de Hazzard, una serie que nació para durar unos pocos episodios, pero que terminó prolongándose a lo largo de seis años.
Un producto para llenar un bache
Durante finales de los setenta,la grilla del canal CBS tenía en El increíble Hulk a uno de sus grandes caballitos de batalla. Por este motivo, cuando se aproximó el temido final de temporada, la señal buscó un reemplazo para el ciclo de Lou Ferrigno durante algunas semanas. Inicialmente, la intención fue poner en marcha una ficción basada en otro ícono de Marvel Comics y así comenzó la producción de Capitán América, pero ese título fracasó rotundamente (lo cual era esperable, teniendo en cuenta el pésimo guion, actuación, dirección, y decenas de etcéteras). Con la presión de encontrar rápidamente otro proyecto, apareció en escena Gy Waldron con una idea muy clara. Luego de un estudio de mercado, el director descubrió que una sexta parte de la música más vendida en los Estados Unidos correspondía al country. A pesar de la popularidad de ese género, no había ningún programa que reflejara a esa cultura. Con este dato, recurrió a un concepto que ya había utilizado en una película que había dirigido en 1975, llamada Moonrunners.
El germen de Los Dukes de Hazzard (y de Moonrunners) se basaba en la figura de Jerry Elijah, un contrabandista de licor que comenzó su carrera a los doce años y que solía manejar un auto. Acompañado por su hermano Johnny y su prima Delane, Jerry realizaba todo tipo de fechorías. A Gy Waldron, la historia de Elijah le parecía ideal para convertirla en una ficción y luego de utilizarla en la mencionada Moonrunners, la volvió a reciclar para Los Dukes de Hazzard. Desde CBS no le tenían demasiada fe al show y solamente ordenaron 9 capítulos, que eran las semanas que faltaban para el regreso de El increíble Hulk. Claro que pronto descubrieron que tenían entre manos un inesperado éxito.
Bo y Luke, las verdaderas estrellas
Cuando la producción comenzó el casting, se presentó un muchacho que aseguraba tener 24 años, vestía una camisa, jeans, llevaba un pack de cervezas y un acento sureño algo fingido. Su nombre era John Schneider, un joven que poco tenía que ver con el Sur, ya que era neoyorquino. También se enteraron que su edad era 18 años y no de 24 como decía. Sin embargo, ese ímpetu les gustó a los responsables del show y Waldron dio el visto bueno para que Schneider se convirtiera en Bo Duke, una de las dos estrellas de la serie. Al poco tiempo apareció Tom Wopat, a quien Schneider había conocido accidentalmente en un baño de CBS, y con el que charló animadamente sobre música. Cuando los dos se reencontraron en la lectura del guion, lograron una química inmediata que se trasladó a la pantalla, con Wopat confirmado para ser Luke Duke.
Otro de los grandes personajes de la serie era Daisy Duke, la prima de los protagonistas. Originalmente, Waldron había moldeado a esa heroína basándose en Dolly Parton, pero la aparición de Catherine Bach le gustó tanto, que abandonó esa idea inicial y adaptó a Daisy a la impronta de la actriz. Junto a Denver Pyle en la piel del tío Jesse, otro de los grandes hallazgos de casting fue el casi anónimo Waylon Jennings. El actor se encargaba de narrar en off las aventuras de los Duke y hasta se ocupó de cantar el reconocido tema de la serie, "The Good Old Boys" (que en 1981 fue editado en EP). El acento del narrador y su tono descontracturado y risueño, le permitió al programa gozar de una identidad propia, que reforzaba el alegre carácter de las aventuras de los Duke.
Un villano inmortal
La popularidad de Bo y Luke era innegable, pero Boss Hogg, el villano interpretado por Sorrell Booke también tuvo mucho que ver en el éxito de la ficción. Se trataba de un corrupto oficial que intentaba atrapar a los protagonistas, un personaje caricaturesco, sin ningún tipo de moral y capaz de hacer lo que fuera necesario con tal de obtener dinero. Booke era un intérprete reconocido por papeles vinculados al drama, pero cuando recibió la oferta para probar suerte en Los Dukes de Hazzard, no lo dudó. Interesado en la veta cómica, le planteó a la producción que Hogg jamás podía cruzar determinadas límites y por eso exigió por contrato que su villano jamás matara o lidiara con el narcotráfico.
En el rodaje, todos coincidían en que Booke era un hombre muy respetuoso, profesional y bien predispuesto. Muchos de sus compañeros aseguraban que era placentero trabajar junto a él. Los fans más pequeños incluso expresaban su confusión cuando se acercaban a pedirle un autógrafo, ya que se encontraban con un hombre cálido y amable, algo que se distanciaba kilométricamente del cascarrabias al que interpretaba todas las semanas.
James Best, el encargado de interpretar al sheriff Rosco Coltrane, principal secuaz de Hoggs, era quien más disfrutaba de trabajar con Booke. Entre ambos hubo una química que luego se convirtió en una profunda amistad. Y con luz verde para improvisar muchas de sus escenas (algo muy atípico en la televisión), Best y Booke se convirtieron en una de las duplas más talentosas de la televisión de esa época.
El favorito de los fans
Ni Hogg, Daisy, Bo o Luke superaban en fama a la gran estrella de Los Dukes de Hazzard: el General Lee, el mítico Dodge Charger modelo 69 en el que los primos Duke corrían sus mil aventuras. Como muchas ficciones de esa época, un vehículo carismático parecía un ingrediente infalible dentro del combo y el General Lee superó las expectativas más optimistas. No pasaron demasiados episodios para que el Dodge se convirtiera en uno de los ingredientes favoritos. Las veloces persecuciones y sus intrépidos saltos eran de los segmentos predilectos del público, que aplaudía las maniobras del auto como si se tratara de una interpretación más. Pero para la producción, la importancia del vehículo pronto comenzó a ser un dolor de cabeza.
Teniendo en cuenta que Dodge había dejado de fabricar el Charger, el equipo tenía cada vez más dificultades para encontrar nuevos autos correspondientes a ese modelo. Por ese motivo, cada vez que un miembro de producción veía un Charger 69 en la calle, no dudaba en acercarse al dueño para comprárselo. A medida que las temporadas transcurrían, el General Lee necesitó muchos reemplazos y la producción se convirtió pronto en una colección privada de Chargers 1969 y lo cierto es que ese auto (y la forma de subirse de Luke), era un ícono de peso propio dentro de la serie. El dato más revelador en este aspecto es que de las sesenta mil cartas de fans que los protagonistas recibían semanalmente, 35 mil eran dirigidas al General Lee.
Renuncia, y vuelta atrás
Aunque el director de CBS, William Paley, era un firme detractor de la serie, a comienzos del año 1982, Los Dukes de Hazzard era uno de los diez programas más vistos de Estados Unidos. Claro que en ese camino hacia el estrellato, la ficción había atravesado varios cambios. En su primera temporada, los chistes de índole sexual eran de lo más habitual, pero cuando descubrieron que los niños representaban el grueso de la audiencia, se decidió cambiar el registro y poner el acento más en la aventura. Los shorts de jean que llevaba la prima Duke también fueron causa de no pocas polémicas, aunque los productores decidieron luego conservar el look, al considerar que eso ayudaba al rating. Los Dukes de Hazzard era un éxito arrollador y por eso es que Wopat y Schneider pensaron que era momento de pedir un aumento.
Los actores plantearon un aumento de sus salarios y de no ser así, daban como un hecho su renuncia. Si bien esas maniobras solían dar resultado, desde la producción la decisión fue la de no permitirse torcer el brazo y de ese modo la quinta temporada comenzó sin Bo ni Luke como estrellas. Y así entraron en escena Bryon Cherry y Christopher Mayer, en la piel de Coy y Vance Duke, dos nuevos primos que asumían el protagonismo del título. Si bien la idea era dejar en claro que se trataba de otros Duke, y que Bo y Luke se habían retirado para participar de una carrera Nascar, las similitudes físicas evidenciaban que la intención era la de hacer a un lado a los actores originales. Pero el público le dio la espalda a este cambio y el rating se desplomó. La quinta temporada fue un verdadero fiasco y Los Dukes de Hazzard parecían caminar directo a la cancelación. Ante este panorama, no hubo más remedio que negociar los contratos de las estrellas y en los últimos cuatro capítulos del quinto año, Bo y Luke regresaron. Aunque desde CBS anunciaron que las aventuras iban mantener al frente a los cuatro Duke, rápidamente los reemplazos fueron eliminados y para el comienzo de la sexta temporada todo volvió al statuo quo.
Un éxito que el público nunca olvidó
Los Dukes de Hazzard era sinónimo de éxito. En 1980 se lanzó Enos, un spin off que duró una temporada, y también se estrenaron tres largometrajes para televisión y hasta una serie de dibujos animados que se prolongó por veinte episodios. Eso sin contar los millones y millones de ganancias en materia de merchandising, quizá el termómetro más fiel a la hora de calcular la popularidad de una ficción. A pesar de eso, eventualmente el rating comenzó a dar señales de fatiga durante la séptima temporada. Los televidentes perdían el entusiasmo por las aventuras de los Duke y la popularidad de kit, el vehículo de El auto fantástico, empezó a robarle al General Lee el cariño del público. De este modo, el 8 de febrero de 1985, luego de 145 episodios al aire, Los Dukes de Hazzard llegó a su conclusión.
La serie tuvo una infinidad de repeticiones y los fans volvían a ver una y otra vez las aventuras de los Duke. En 1994, con la muerte de Booke, el elenco se reencontró en el funeral del querido actor y en ese mismo momento comenzaron a fantasear con la idea de un especial televisivo. Ese proyecto se materializó en 1997, en el que los miembros del elenco se reunieron ante las cámaras para compartir anécdotas y charlar sobre la mística de este título que tantas alegrías les dio.
En los años posteriores, el público de la ficción seguía con atención las novedades vinculadas a las estrellas de Hazzard y el original reencuentro de Schinder y Wopat en Smallville (en donde Schneider interpretaba al padre de Clark Kent), fue una de las grandes cartas de amor al espíritu de esta vieja serie televisiva. A 35 años de su final, Los Dukes de Hazzard aún sigue firme como símbolo la televisión de los ochenta y el General Lee no deja de ser un ícono de un período de gran prosperidad para las aventuras en la pantalla chica.
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