Las bucaneras: deslucido retrato sobre la amistad femenina, con un tono que busca emular a Bridgerton
A finales del siglo XIX, un grupo de jóvenes viaja de Nueva York a Londres, solo para descontracturar el corsé de esa sociedad
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Las bucaneras (The Bucaneers, Reino Unido-Estados Unidos/2023) Creada por: Katherine Jakeways. Dirección: Susanna White. Elenco: Kristine Froseth, Alisha Boe, Christina Hendricks, Josh Dylan y Aubri Ibag. Disponible en: Apple TV+. Nuestra opinión: regular.
Hay series que resultan imposibles de pensar sin el éxito de una ficción previa. Se trata de historias que ante el boom de alguna temática, buscan aprovechar el viento de cola para capitalizar el interés del público ante alguna moda. Y mucho de eso sucede con Las bucaneras, una propuesta que bucea en la búsqueda de una identidad propia, a pesar de una obvia filiación que la vincula con Bridgerton.
Ambientada en 1870, la trama hace foco en el vínculo de profunda amistad que une a un grupo de amigas, integrado por Nan St. George (Kristine Froseth), Jinny (Imogen Waterhouse), Conchita (Alisha Boe), Lizzy (Aubri Ibrag) y Mabel (Josie Totah). Las cinco resultan inseparables, se confían verdades, se consuelan en sus angustias y son cómplices incondicionales. Pero la vida de todas ellas da un vuelco ante el casamiento de Conchita, que está embarazada y que luego de su boda se mudará de Nueva York a Londres. Por suerte para ella, esa temida soledad no será tan sufrida, ya que pocos meses después el resto de sus amigas llega también a esa ciudad europea, con el objetivo de acompañar a Conchita en esa nueva etapa de su vida.
Una vez instaladas en Londres, cada una de las protagonistas encontrará nuevos desafíos. Presentarse en sociedad, asistir a importantes bailes y encontrar el amor, será la lista de pendiente para casi todas, aunque no para Nan. Dueña de una informalidad que genera odios y pasiones, esa joven lucha contra la mirada que pone a la mujer en un lugar casi de trofeo. Como una especia de Jo March (quizá algo de cabotaje), ella renegará del amor y del rol en el que la sociedad quiere confinarla, aunque a la larga, no podrá esquivar un romance que terminará por torcer su destino. Mientras tanto, algunas fricciones y envidias opacarán un vínculo de amistad que antes resultaba más mucho más idílico.
Es evidente que Las bucaneras no pretende inventar la pólvora. La idea de trasladar un grupo de personajes descontracturados a un ámbito de estructuras arcaicas, no es precisamente una novedad. Sin embargo, hay ideas que pueden bucear dentro de esos mecanismos y brindar nuevos aires a un tipo de relato que se vio innumerables veces. Lamentablemente, ese no es el caso de Las bucaneras. Pero, quizá más grave aún, es la sensación de estar frente a una coctelera de estilos que no terminan de darle una especificidad a esta serie, casi como si lograr un éxito fuera más completar una lista de compras de supermercado, que el placer de dejarse llevar por el impulso creativo. De esa manera, en Las bucaneras surgen ecos obvios de otras historias previas, que aquí se presentan de forma mal digerida. Hay ejemplos obvios que rápidamente saltan a la vista, planos y formas musicales que recuerdan a la María Antonieta de Sofía Coppola, o una dirección que remite indefectiblemente a Bridgerton, dos títulos que tienen poco que ver entre sí, pero que son influencias para esta ficción que falla no en buscar una pisada propia.
Por otra parte, las relaciones entre los personajes resultan forzadas. Esa amistad con la que tanto insiste el relato, y que se supone es su piedra basal, no se construye de manera convincente, y que el espectador acepte que Nan y Conchita son amigas íntimas, es más un acto de fe que una construcción genuina. Los personajes se mueven del punto A al punto B, sometidos más por un guion que quiere empujarlos, que por una voluntad que demuestre aquello que los motiva. El resultado de esto es un deslucido relato que por momentos amenaza con priorizar el mensaje más que el cuento, con abusar del folletín olvidándose en el camino el puente emocional con el televidente. Y en cada una de las fastuosas escenas por las que desfilan vistosos castillos y vestidos de época, resulta imposible no preguntarse por qué no invirtieron algo más en un equipo de guionistas de mayor solidez.
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