Las brujas de Mayfair: en la telenovela sobrenatural de Anne Rice, los excesos son siempre bienvenidos
Segunda serie de novelas adaptadas a la pantalla, después de la reciente versión de Entrevista con el vampiro, la historia de un clan de hechiceras atadas a un ser sobrenatural abunda en amor, sexo, muerte y secretos
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Las brujas de Mayfair (EE.UU./2023) Dirección: Haifa Al-Mansour, Axelle Carolyn, Alexis Ostrander, Michael Uppendahl. Guion: Michelle Ashford, Cat Davidson, Mary Angelica Molina. Fotografía: Evans Brown, Joseph E. Gallagher. Edición: Andy Morrish, Debra Beth Winfeld, Andrew Wesman. Música: Will Bates. Elenco: Alexandra D’Addario, Tongayi Chirisa, Jack Huston, Harry Hamlin, Ben Feldman, Alyssa Jirrels, Erica Gimpel, Annabeth Gish, Ian Hoch. Disponible en: Prime Video. Nuestra opinión: Buena.
Anne Rice es una de las más extrañas escritoras populares (el adjetivo es un elogio) de las últimas décadas. Criada católica, vuelta atea, regresada a la Iglesia, creyente no formal -políticas eclesiásticas mediante- al final, todo en su escritura refleja la idea de que cualquier ser puede ser redimido. Lo que la lleva a ser empática o, más que eso, piadosa, con los vampiros y las brujas que pueblan sus series novelescas más célebres, las Crónicas Vampíricas y Las brujas de Mayfair. También algo de eso puede leerse en sus novelas eróticas (el erotismo y el sexo son fuertes presencias en todos sus escritos) y en sus libros dedicados a la vida de Jesús. Todo académico sabe que el lazo entre la literatura fantástica y la religión supera lo casual: en Rice es evidente. Es cierto: su prosa a veces es demasiado barroca, con un gusto por la música de las palabras que en ocasiones anestesia las tramas. Pero lo mismo podría decirse de Tolkien, otro católico fantasioso. Ahora bien: ¿qué pasa cuando estas ficciones exuberantes que invierten por momentos los lugares comunes de vampiros, brujas y fantasmas, se llevan a la pantalla? Para recuperar el símil: en Tolkien, la épica asume el control de las imágenes. En el caso de Rice es el romanticismo, a veces exacerbado y visceral. Dicho de otro modo, y para que quede claro, las adaptaciones de Rice a la pantalla, cargadas de melodrama familiar y retorcido, son la fase superior de la telenovela.
No otra cosa sucede con esta primera temporada de Las brujas de Mayfair en Prime Video (producción de AMC, que ya nos dio primero con brío y luego con tedio The Walking Dead; en el catálogo de esta plataforma también se puede encontrar de Rice la serie de Entrevista con el vampiro) que nos narra la travesía de Rowan, genial cirujana con extraños poderes psíquicos, desde su solitario devenir científico al misterio familiar y atávico sobre sus orígenes que reside en Nueva Orléans. Tierra que el imaginario estadounidense siempre ha relacionado con el misterio primitivo, el domicilio designado de la magia en el mapa del pragmatismo anglosajón. Allí habrá intrigas familiares, una familia de poderosos brujos y una extraña entidad que está a punto de reencarnar. Como las fuerzas del Mal no pueden no tener contrapartida, hay una organización, la Talamasca, que la mantiene a raya, con videntes y sabios. Sin embargo, y esto es lo más interesante -y por momentos, gracioso- de la tira, no es el intríngulis de brujería, incestos y talismanes lo que atrae al espectador, sino lo mismo que podía décadas ha de atarnos a Cristal o Rosa de lejos: el melodrama familiar donde amores, embarazos y muertes se cruzan y descruzan de revelación en revelación. Más o menos nos imaginamos por qué lado irá la historia: algo que no suele mencionarse es lo parecido de las explicaciones “genéticas” al fenómeno brujeril de Mayfair con ese clásico de la ciencia ficción pulp escrita por Jack Williamson en 1940, Más oscuro de lo que pensáis, salvo que aquí todo se declina en femenino. Y también vamos adivinando cómo viene el asunto familia disfuncional que es, en última instancia, lo más divertido de esta historia.
Por momentos, da la impresión de que las actuaciones -salvo en las participaciones de Erica Gimpel, cuarenta años después de la serie Fama que casi la lanza a la ídem- están marcadas como en la soap-opera norteamericana o en la telenovela latina. Lejos esto de ser una crítica, es más una clave de lectura para dejarse llevar por el goce del melodrama. Alexandra D’Addario, la protagonista, es bella, candorosa, virginal y tristona como María, la del barrio. Claro que puede causar un ACV con solo enojarse y levantar un cachito la voz. El florido patriarca perverso que interpreta Harry Hamlin (otro resucitado -nada más lógico tratándose de Rice-, aquel Perseo del clásico Furia de Titanes) podría perfectamente cuadrar en cualquier ficción televisiva turca, y el inmortal fantasma Lasher que personifica Jack Huston, aunque barbado y pelambroso, podría cuajar perfectamente en el rol de Arnaldo André en Amo y señor. Si las referencias les resultan un tanto anacrónicas, aseguramos que son justas e invitamos, en afán didáctico, a googlear. Pero no se crea, repetimos, que esto es “malo” o que intenta denigrar el esfuerzo. Al revés: este apego a tipos populares reversionado en clave tópicos del terror ennoblece a ambos términos de la ecuación. Es esta mezcla un poco camp la que nos mantiene interesados en los avatares de cada episodio.
Melodrama familiar sobre colchón sobrenatural a las finas hierbas, quimbombó especiado con colores glaucos, Las brujas de Mayfair provee en dosis casi empachantes lo que el espectador fue a buscar: horror, erotismo, traumas maternales y escándalos en la parentela. Una serie que nos invita con su propia versión del “si querés llorar, llorá”, aunque las lágrimas sean de sangre.
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