Las aventuras de Rin-Tin-Tin: el gran engaño detrás del perro que luchó en la Primera Guerra Mundial y se convirtió en un verdadero fenómeno en la pantalla
Antes de ser el ídolo de los niños, fue el mejor amigo de Lee Duncan, el soldado norteamericano que salvó su vida en los campos franceses; afincado en los Estados Unidos, marcó el entretenimiento masivo de los años ‘50 con una serie de TV que inmortalizó su porte heroico, vendió toneladas de merchandising y ocultó su secreto a la vista de todos
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Fuerte, esbelto, leal, justo y cariñoso, amigo de los niños y compañero de los adultos. Entre los locos años ‘20 y los revolucionarios ‘60, el perro Rin-Tin-Tin logró que las familias del mundo priorizaran al pastor alemán por sobre otras razas caninas a la hora de elegir su mascota hogareña. Tenía con qué. Fue protagonista absoluto del fenómeno catódico que durante cinco años juntó multitudes frente al televisor, capitalizando su historia previa de héroe de dos guerras mundiales y estrella del cine mudo y la radio. Tuvo al mundo girando bajo sus patas, y cayó vencido por la fórmula monótona y repetitiva que le impuso la industria del entretenimiento. Pero logró engañarlos a todos.
Vida de perro
Lee Duncan no la tuvo fácil. Nació en una barriada pobre de California en 1893, nunca conoció a su padre y a los cinco años fue abandonado por su madre en un orfanato. En cuanto tuvo la oportunidad, este chico áspero e introvertido, más amigo de los perros que de los humanos, se alistó en la Fuerza Aérea en busca de un futuro mejor. La fortuna lo encontró entre el 12 y el 15 de septiembre de 1918, en mitad de la batalla de Saint-Mihiel, formando parte del Escuadrón Aéreo 135 que derrotó a las tropas alemanas en el frente francés de la Primera Guerra Mundial. Mientras deambulaba por el territorio bombardeado, se topó con cinco cachorros pastor alemán recién nacidos, acurrucados alrededor del cuerpo de su madre muerta. Tomó a los perros y los llevó a la base militar. Regaló tres a sus compañeros y se quedó con dos, una hembra y un macho. “Decidí bautizarlos con los nombres de los muñecos de la buena suerte que nos habían obsequiado unos niños franceses antes del combate: Nanette y Rin-Tin-Tin”, recordaría Duncan tiempo después.
Terminado el conflicto y de vuelta en los Estados Unidos., Duncan empezó a ganarse la vida haciendo competir a Rinty en las distintas ferias y kermesses del interior del país. Formado en las trincheras, acostumbrado a esquivar balas y pasar por entre los alambres de púas en misiones de exploración y suministro de medicinas, Rinty tenía más potencia y resistencia que el resto de los animales. Con cada triunfo, el boca a boca fue alimentando la leyenda del heroico perro soldado, sobreviviente de la Gran Guerra. La historia llegó a oídos de Irving Cummings, escritor, actor, director y productor que andaba necesitando un can que hiciera de lobo en su película The Man from Hell’s River. El western estuvo lejos de ser el suceso fílmico de 1922, pero puso a Rinty en la mira de la Warner Bros., urgida por encontrar la estrella capaz de destronar a Strongheart, el pastor alemán de la First National Pictures que se cansaba de llenar los cines con sus aventuras mudas de acción y romance.
El acuerdo entre Warner y Duncan fue instantáneo. Rin-Tin-Tin tuvo su primer protagónico en Where the North Begins (1923), émulo de los gélidos y agrestes relatos fronterizos de Jack London. El público quedó embelesado con Rinty, Duncan pasó a jugar en las ligas mayores del espectáculo, y Warner terminó de sellar su destino de gran estudio. En términos actuales, la imagen del pastor alemán se viralizó en todo soporte comunicacional disponible. Rin-Tin-Tin filmó un promedio de cuatro películas por año y cientos de publicidades, tuvo su propia serie de novelas de aventuras, fue tapa de diarios y revistas, hizo acto de presencia en cuanto circo, teatro y vaudeville pudo pagar su abultado caché; y hasta saltó al radioteatro, donde el locutor Bob Barker tuvo que actuar sus ladridos para transmitir emociones humanas a los radioescuchas.
“Con su contrato exclusivo de mil dólares semanales, Rinty se convirtió en una estrella popular realmente masiva, recibió la llave de la ciudad de New York de manos del alcalde, y logró que las familias elijan al pastor alemán como principal mascota hogareña. Eso sí, nunca dejó de visitar a los chicos internados en hospitales y orfanatos”, aseveró la biógrafa oficial Susan Orleans.
Todo queda en familia
El 10 de agosto de 1932, la industria y la sociedad se quedaron mudas. Por la noche, mientras dormía en su hogar, Rin-Tin-Tin murió. De inmediato, las radios y televisoras locales difundieron la triste noticia. En diferentes iglesias del país, silenciosos cortejos participaron de cientos de responsos funerarios espontáneos. Solo, lejos del dolor colectivo, Duncan enterró a su amigo en el patio trasero de su casa en Los Ángeles. Años después, trasladaría sus restos al cementerio de mascotas de Asnières-sur-Seine, en las afueras de París, donde su tumba sigue atrayendo a turistas de todas partes.
Pero Hollywood nunca permitiría que la muerte interfiera en el camino de la estrella canina más importante del mundo. “Duncan lo sabía -aseguró Orleans-; y por eso se encargó de que siempre hubiera un Rin-Tin-Tin listo para ser adorado”. De entre los 48 cachorros que el primer Rinty tuvo de descendencia, eligió a uno para que continúe la tradición familiar de icono cinematográfico. Rin-Tin-Tin Jr. tuvo su época de oro entre 1932 y 1939, protagonizando 14 films antes de morir por complicaciones derivadas de una neumonía mal curada.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial frustró la carrera artística de Rin-Tin-Tin III, que dedicó sus mejores esfuerzos al progreso de la maquinaria propagandística del Ejército. Asentados en la base californiana de Camp Haan, Duncan y Rinty III se encargaron de entrenar personalmente a más de cinco mil perros que fueron incorporados al Ejército, la Guardia Costera y los Marines. Al menos, eso es lo que aseguraban los partes militares de la época. “Además de entrar en combate y descubrir emboscadas, los perros de búsqueda tenían que vigilar y proteger los campamentos y las provisiones de los soldados, rescatar a los pilotos caídos y llevar mensajes a través del territorio enemigo. No podían tener mejor maestro que Rin-Tin-Tin”, confió Duncan.
Finalizada la contienda, a Rinty III se le hizo bastante difícil reincorporarse al mundo civil. La única película que protagonizó, The Return of Rin-Tin-Tin (1947) no recaudó lo esperado; y varios productores lo dieron por finiquitado. Sólo se mantuvo activo en promociones de los programas estadounidenses de la Cruz Roja para incentivar la donación de sangre. Y cuando todos empezaban a olvidarse de Rinty, la TV llamó a la puerta de Duncan.
Doble de riesgo
Septiembre de 1953. Herbert Leonard, productor independiente con hambre de gloria, está sentado frente a Duncan en un bar de mala muerte. Intenta convencerlo de llevar a su Rin-Tin-Tin a la pequeña pantalla, pero sólo tiene para ofrecerle la promesa de un suceso alucinante y diez dólares de adelanto. Sin nada que perder, Duncan acepta. No hay contrato formal, sólo un fuerte apretón de manos. “Era el momento indicado para hacerlo. CBS tenía muy avanzada una serie de Lassie y yo sabía que los testeos con público les habían dado muy bien. La era dorada de los animales en TV estaba por comenzar”, contó Leonard años después.
El 15 de octubre de 1954, Las aventuras de Rin-Tin-Tin (The Adventures of Rin-Tin-Tin) debutó en la tarde-noche de ABC. La trama general retomaba el entorno del western, en la época en que los colonos pioneros expandían las fronteras de los Estados Unidos, ocupando territorio indígena. El episodio piloto dejó establecido que el pequeño Rusty y su perro Rin-Tin-Tin eran los únicos sobrevivientes de un violento ataque piel roja al convoy que los transportaba. Rescatados por los soldados del Regimiento 101 de Caballería, terminaban adoptados como cabo honorario a cargo de la trompeta del Fuerte Apache y como activa mascota contra los indios y bandidos comunes que asolaban los poblados cercanos.
La serie fue realizada con mínimo presupuesto. Para abaratar costos, se utilizaron los decorados y vestuarios sobrantes del clásico film de John Ford, Fort Apache (1948), protagonizado por John Wayne y Henry Fonda. Sacando (o incluyendo) a Rin-Tin-Tin IV, el reparto se llenó de actores desconocidos para el gran público: Lee Aker (cabo Rusty), James Brown (teniente Ripley “Rip” Masters), Joe Sawyer (sargento Biff O’Hara) y Rand Brooks (cabo Randy Boone). Las aventuras, que hoy podrían ser catalogadas de racistas, misóginas, discriminadoras y estigmatizantes, estaban ceñidas a una fórmula bastante repetitiva que, en ese entonces, estaba vista como ejemplo del mejor entretenimiento familiar. Apuntadas directamente al público infantil, solían ubicar a Rusty y Rinty en el centro del peligro para elaborar un discurso de intensa carga moralizante. “Simplemente, enseñábamos que estaba bien lo que estaba bien; y que estaba mal lo que estaba mal”, sintetizó Brown.
Las aventuras de Rin-Tin-Tin fue un suceso rutilante, quedando entre los veinte programas más vistos. La imagen de Rinty se reprodujo en millones de libros, cómics, figuritas, discos, muñecos, títeres y juegos de mesa. Según la Asociación de Juguetes de los Estados Unidos, el disfraz de Rusty fue el ítem más regalado a los niños en la Navidad de 1954. Pero la magia también se acaba. Año tras año, los artilugios narrativos de la serie se volvieron menos originales y quedaron más en evidencia. Los chicos se fueron desencantando y los adultos nunca terminaron de engancharse. El rating se acomodó en su piso histórico, una medición que no justificaba seguir filmando, pero permitía continuar obteniendo ganancias con las repeticiones a escala planetaria. El 8 de mayo de 1959, sin demasiados aspavientos, con 164 episodios distribuidos en cinco temporadas, la serie terminó su andadura.
Con el tiempo, Leonard reveló uno de los secretos mejor guardados de la producción: “El Rin-Tin-Tin de la serie nunca fue Rin-Tin-Tin -confesó-. La verdad es que Rinty IV no tenía ningún talento artístico. Caminaba lento y pesado, corría y saltaba con movimientos muy poco estéticos. Era un perro noble y cariñoso, pero no servía para la TV”. En un casting secreto, Leonard y Duncan habían elegido a los tres pastores alemanes que interpretarían a Rin-Tin-Tin. El principal fue Flame Jr., un perro entrenado y de porte esplendoroso que iba a oficiar de doble de riesgo de Rinty IV, pero finalmente quedó a cargo del rol protagónico en la serie, en las apariciones en vivo y en las sesiones fotográficas publicitarias. En las escenas más exigentes, fue reemplazado por Blaze y Hey You, el único que tenía una mínima ligazón sanguínea con la familia original de Rinty. Nadie estuvo al tanto de la movida. Flame Jr. los pudo engañar a todos. A los actores y técnicos del set, a los ejecutivos de la ABC, a los medios masivos de comunicación, a los espectadores y a los miembros del Comité del Paseo de la Fama de Hollywood, que le dedicaron una de las tan codiciadas baldosas con estrellas, en 1960. Para Orleans, “Flame Jr. debería ser recordado como uno de los más grandes actores de la edad de oro de la TV estadounidense. Le hizo creer al mundo entero que él era Rin-Tin-Tin”.
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