Las aventuras de B.J.: un camión, un chimpancé y un protagonista que debió luchar siempre contra el olvido
Emitido en los años 80, se transformó con los años en programa de culto; su joven protagonista sufrió el abrupto final y terminó litigando su sueldo en la justicia
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Muchas series pueden identificarse por alguno de sus personajes, o por un elemento característico, o por su banda sonora. Pero muy pocas despiertan una conexión inmediata con el espectador sumando todos esos elementos. Las aventuras de B.J. es una de ellas.
Los números no mienten: se filmaron solamente tres temporadas entre 1978 y 1981, totalizando apenas 47 episodios. A la luz de las producciones actuales, casi nada para un producto que aspire a convertirse en un programa de culto.
Y sin embargo, ahí están el camionero y su mascota, cómodos en su trono retro, y la pregunta es: ¿cuáles fueron las razones de semejante fenómeno? La respuesta es múltiple, y conjuga golpes de suerte, buenas estrategias y algunos episodios trágicos.
El productor es la estrella
Para empezar a desentrañar el misterio hay que poner el foco en sus creadores, Christopher Crowe y Glen A. Larson, especialmente en este último. Para cuando llegó B.J. a su vida, Larson -que nunca ganó un premio Emmy- ya entendía como nadie el negocio de la televisión.
En apretada lista, hagamos un repaso de los proyectos en los que estuvo involucrado antes de la llegada del camionero: El fugitivo, Ladrón sin destino, El hombre nuclear, McCloud, Quincy, Galáctica, Los hermanos Hardy, Nancy Drew y Buck Rogers en el siglo XXV. Y posteriormente todavía le quedó resto para El auto fantástico o Magnum. Pavada de currículum.
Las “aventuras” del título castellanizado (B. J. and the Bear era el original) eran siempre las mismas, o al menos muy similares. Billy Joe McKay (Greg Evigan) era un camionero independiente, que recorría Estados Unidos manejando un para nada discreto Kenworth K-100 Aerodyne pintado de rojo y blanco.
Lo acompañaba su singular mascota, un chimpancé llamado Bear, y su vida discurría entre enfrentarse a matones locales, protagonizar alguna persecución a gran escala y seducir a las camioneras de turno (nunca en la historia de Estados Unidos o el mundo se vieron tantas chicas con aspecto de modelos dedicándose al oficio).
Esta fue más o menos la premisa, que se mantuvo casi calcada durante las tres temporadas. Salvo cuando hacía su aparición el malvado sheriff Lobo (Claude Akins), cuyo carisma lo llevó a tener luego un programa propio.
Aunque estaba claro que el protagonista sería un elemento más en la dinámica de la serie, la elección no fue sencilla. La primera opción de la producción fue un joven y todavía desconocido Dennis Quaid, pero las expectativas no fueron tan buenas y lo tacharon de la lista.
En busca de otra figura en ascenso, que no tuviera pretensiones y cobrara lo justo y necesario, llegaron a Greg Evigan. Evigan y Larson se habían conocido cuando el actor participó de un capítulo de El hombre nuclear. Para el joven de 24 años, la prueba para este nuevo programa fue lo más raro que le había pasado hasta ese momento.
Así lo contó él mismo en el recordado programa de Canal 13, Rescate emotivo: “Fue diferente a cualquier audición en la que había estado, porque generalmente lo que uno tiene que hacer es pasar el texto con un compañero o con alguien de la producción, y listo. Pero llegué y estaba el camión preparado, así que me subí y dije ‘que sea lo que tenga que ser’. Cuando terminé se me acercó Glen y me dijo: ‘Realmente me gustaría que lo hagas, pero te veo demasiado joven’. Yo le contesté: ‘No lo creo, por mi edad podría haber estado en Vietnam (elemento que estaba en la creación del personaje)’. Entonces me respondió ‘Ok, el papel es tuyo’”.
El rol le cambió la vida, el rol y la suerte de haber nacido en Estados Unidos. Porque de haberse dado la misma situación en Argentina, hoy Greg podría estar peleándose con el Chanchi Estévez en El hotel de los famosos...
Con una rubia en el camión
Alcanzan los dedos de una mano para encontrar series que se identifiquen por sus vehículos: Los Dukes de Hazzard, Batman, El auto fantástico, y paremos de contar. Sin embargo, los productores de B.J. se las ingeniaron para que el camión en cuestión sea un personaje en sí mismo, incluso por encima de su protagonista humano. En la década del 80, las jugueterías estaban repletas de trailers rojos en varios tamaños, y de Evigan solo había una foto en el packaging.
La originalidad de la propuesta llevó a que los guionistas tuvieran que incluir alguna escena en la que el vehículo fuera la estrella. Está exigencia, sumado a que Greg Evigan, realmente era el hombre detrás del volante, dio pie a una gran cantidad de situaciones, algunas de ellas muy peligrosas:
“Manejé los tres años y tuve varias experiencias, como hacerlo en una ruta nevada de Reno. Les había preguntado a los de la producción si estaban seguros de que esa ruta está cerrada, porque era un camino con hielo y quería saber si había algún pueblo o alguien. Me dijeron que me quedara tranquilo, que estaba despejada, que condujera a 60 kilómetros por hora. Menos mal que no teníamos el tráiler enganchado, era solamente la cabina, porque la bajada comenzó a ser cada vez más complicada. Estaban el chimpancé, el entrenador, el sonidista, la apuntadora, el director, la actriz principal y no había forma de mantener el camión en la ruta”, recordó en aquella entrevista.
“Aunque tenía cadenas me di cuenta de que se iba a terminar deslizando con las ruedas bloqueadas. Encima era un camino de montaña lleno de pinos. Iba bajando y fue casi milagroso, porque cuando nos acercamos al pino más grande y peligroso, el camión frenó. Quedó todo filmado. Dicen que fue mi mejor actuación pero el miedo fue real”, agregó.
Llegando los monos
Chicas hermosas, acción, un protagonista fachero, una canción pegadiza (cantada por el propio Evigan) y un vehículo de lujo. Y sin embargo, si Las aventuras de B.J. fuera tema de 100 argentinos dicen, el puesto número uno lo tendría Bear, el mono mascota del protagonista bautizado así en homenaje al entrenador de fútbol americano Paul William “Bear” Bryant.
De hecho, aunque la traducción del título lo dejó afuera, en el original compartía marquesina a su mismo nivel. En aquella época nadie se preguntaba si tenía permisos o vacunas para andar recorriendo Estados Unidos, con su musculosa, bermudas y sombrero, Bear tocaba bocina y recorría kilómetros como orgulloso copiloto.
Dos fueron los animales que interpretaron el papel. El que participó en mayor cantidad de capítulos fue Sam, un chimpancé de tres años que ya había tenido participaciones en otras series. La química con Evigan fue inmediata y en ausencia de su entrenador, Marvin Downey, Sam se sentía muy cómodo en brazos de su colega.
“Pasamos muchas cosas con Sam -recordó Evigan años después-. Me acuerdo de una escena en la que él iba sobre un elefante, y había un tigre abajo. Estaba atado al elefante, pero se soltó y salió corriendo por el campo. Encontró un árbol de eucalipto enorme, se subió a la rama más alta, y no quería bajar bajo ningún concepto. Todos quedamos esperando abajo, pasaba el tiempo y en esa época una jornada de trabajo podía costar 300 o 400 mil dólares, así que los de la producción empezaron a mostrarle bananas y naranjas, para ver si con eso lo convencían de bajar. Finalmente vino el entrenador y dio un tiro al aire, con el ruido bajó corriendo a los gritos. Fue un mal día para Sam”. Un año después de terminada la serie, Sam murió de cáncer.
Hubo también una historia trágica relacionada a Moe, otro chimpancé que vio cómo sus dueños eran atacados por otros monos, y al poco tiempo escapó del lugar en el que estaba en cautiverio y nunca más se supo de él. Sin embargo, no hay registros de que el animal fuera un personaje recurrente en la serie, como sí lo fue Sam.
El final del camino
Las aventuras de B.J. fue un éxito inmediato. Aunque la crítica la miró de reojo en base a argumentos ya expresados en esta nota, tal vez por esos mismos argumentos la gente la volvió su favorita. Sin embargo, de un día para otro el sueño se terminó, y tanto esta serie como su spin off, Sheriff Lobo, fueron levantados.
“Nunca se sabe por qué esas cosas terminan -aseguró el protagonista-. Usualmente son cuestiones de políticas entre canales, estudios, productoras, pero no había razón para que nos cancelaran. Teníamos el 33 por ciento de encendido, era uno de los programas líderes. Un día vinieron al set donde estábamos trabajando, nos juntaron a todos y nos dijeron: ‘tenemos una mala noticia, nos cancelaron’. Nada más. Me sentí vacío, fue una sensación horrible. Estaba como en el aire, mi vida dependía de ese programa. Cuando estás en un programa exitoso se te abren un montón de puertas, y de repente todas se cerraron”.
Y no fue este el único problema para Greg Evigan, porque además de quedarse sin trabajo comenzó un litigio por salarios pendientes. De acuerdo a lo relatado por el actor, la producción del programa le debía el pago de los últimos siete episodios. Y el repentino levantamiento hizo que tardaran seis años en regularizar la situación.
En ese tiempo, Evigan intentó reinventarse lo mejor que pudo. Demasiado asociado con el personaje, las ofertas no abundaron así que tuvo que esperar una década para protagonizar lo que fue su segundo gran éxito televisivo: Mis dos papás, con Paul Raiser y Staci Keanan. En el medio siguió vinculado a la música.
Su experiencia en la banda sonora de B.J. le permitió abrirse un nuevo camino como artista y compositor. Editó dos discos y jura que grabó en Abbey Road con la Filarmónica de Londres, pero el material todavía no está disponible. “Disfruté del éxito, fue un gran show. A la gente le encantaba y me lo siguen recordando hasta el día de hoy, sienten que B.J. fue parte de su vida. Antes era solamente un programa de televisión que veía mucha gente, ahora siento que el público lo tiene en un lugar muy especial de su corazón, y eso es una muy linda sensación”.
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