“La reina Isabel fue mi Tony Soprano”: el creador de The Crown, Peter Morgan, revela los secretos del final de la exitosa serie de Netflix
Peter Morgan habla sobre las seis temporadas de la ficción, y deja la puerta abierta para un posible retorno al palacio tras estos últimos episodios, que están disponibles a partir de hoy
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“La reina fue mi Tony Soprano”, dice Peter Morgan, el creador de The Crown, la serie de Netflix que recorrió más de seis décadas de la vida y el reinado de Isabel II. La afirmación del guionista suena extraña: probablemente nadie haya comparado nunca al protagonista de Los Soprano con la monarca de Gran Bretaña, pero nadie mejor que Morgan -quien lleva años “escuchando su voz”- para explicar en qué se parecen el capomafia de Nueva Jersey y la reina de Inglaterra.
“Creo que Isabel II fue al mismo tiempo el personaje más fácil y más complicado de escribir de toda la serie. Por un lado fue sencillo, porque tengo su voz en mi cabeza hace años, desde que escribí una obra de teatro sobre ella y su vínculo con los primeros ministros -The Audience- e hicimos la película La reina inspirado en la puesta teatral. Pero, por otro lado, fue difícil, porque de repente ella era el personaje central en un proyecto enorme y de larga duración como una serie de televisión. Se transformó entonces en mi Tony Soprano, quiero decir: alguien que tenía que hacer avanzar la narración, pero como Isabel II era una figura más bien pasiva me resultaba difícil pensarla como catalizadora de la acción dramática. Volviendo al ejemplo de Los Soprano, Tony era un personaje capaz de todo y los guionistas no tenían límites gracias a él. Eso, por supuesto, no es posible cuando uno está creando un protagonista a partir de una persona real, cuya vida entera era una restricción detrás de la otra. Alguien que no tenía una personalidad volcánica ni que sacara un arma y disparara cuando se enfrentaba a los conflictos”, detalla el escritor, que gracias a su reflexión regala al grupo de medios reunidos por Zoom, del que fue parte LA NACION, una imagen difícil de ignorar.
¿ A cuál de las tres actrices que interpretaron a la reina es posible imaginar resolviendo sus problemas a los tiros? ¿A Claire Foy, quien pasó de virtual desconocida a ser una de las figuras más reconocibles del mundo gracias a su versión de la joven princesa convertida en reina en las dos primeras temporadas? ¿O, tal vez, a Olivia Colman, encargada de mostrarla como una estadista en público y una distante matriarca detrás de las puertas del palacio? Seguramente no será Imelda Staunton, la Isabel septuagenaria que se verá en los últimos episodios del programa a partir de hoy en la plataforma, episodios que fueron grabados después del fallecimiento de la reina, en septiembre de 2022.
“Desde 2012, cuando empecé a pensar en este proyecto, estaba seguro de que los sucesos de la trama quedarían una década por detrás de la realidad. Finalmente esa distancia terminó siendo de casi veinte años. La idea fue siempre preservar la cualidad de ficción histórica y que la trama no virara hacia los modos del relato periodístico o documental. Mi intención era que el programa terminara antes de la muerte de la reina y ante su fallecimiento en medio de las grabaciones de la última temporada tuve que repensar los episodios que nos quedaban para, de alguna manera, dar cuenta de lo sucedido”, explica Morgan, que decidió que el cierre de la saga monárquica coincidiera con una de sus celebraciones más polémicas de las últimas décadas: el casamiento del príncipe Carlos y Camilla Parker-Bowles.
Obligado a hacer memoria sobre los primeros tiempos de la serie, el autor dice que no recuerda mucho pero que revisando sus archivos de aquella época se encontró con una certeza: el concepto del programa que imaginó hace más de diez años fue siempre el mismo, desde el primer día de rodaje hasta el último. El único cambio sustancial fue que, en principio, el dramaturgo imaginó una serie de tres temporadas que cubrirían distintas décadas del reinado de Isabel II, quien sería interpretada por una actriz diferente en cada temporada. “Pero cuando empecé a escribir me di cuenta de que necesitaba más tiempo. Necesitaba que el tren narrativo, por así decirlo, atravesara su historia más lentamente”, cuenta el autor. Una decisión creativa que se debe haber festejado en las oficinas de Netflix, ya que desde sus primeros episodios la serie resultó un fenómeno global que sorprendió hasta a su creador.
“Sabía que había una curiosidad universal por la familia real pero creo que subestimé el nivel de ese interés. Mi sueño era escribir una ficción sobre dos casas: el palacio de Buckingham y Downing Street, el domicilio del primer ministro. Pero, desde el comienzo, la atracción que generó la reina y su entorno hizo que la mirada de todos se enfocara en ellos. Rápidamente fue calificado como ‘drama sobre la realeza’ aunque mi objetivo era que fuera un híbrido de drama político. Sin embargo, la fascinación que genera la familia real se impuso a todo lo demás”, admite Morgan.
Una única Lady Di
La curiosidad que despertó la reconstrucción de sucesos históricos como la coronación de Isabel II, la tumultuosa vida amorosa de la princesa Margarita, la Guerra de Malvinas, el casamiento de Carlos y Lady Di y la trágica muerte de esta, entre otros momentos clave, fue en aumento con cada cambio de elenco. Y el nivel de dificultad para los creadores fue cada vez mayor en el casting: la excepcional caracterización de Claire Foy y Matt Smith como los jóvenes Isabel y Felipe hizo aún más difícil la tarea de encontrarles justos sucesores. Lo que se volvió aún más complicado cuando llegó la hora de encontrar a sus princesas Diana, cuya última década de vida corrió el riesgo de nunca llegar a verse en el programa.
“Si no lográbamos contratar a Elizabeth Debicki para interpretar a Diana en las últimas dos temporadas estaba preparado para no incluirla en pantalla. Elizabeth era mi primera y única opción para el papel. Me negaba incluso a imaginar a otra. De todos modos, para protegerme de la decepción si no llegaba a aceptar, le pedí al director de casting que buscara opciones. Pero fue peor, porque no me interesó nadie, hasta el punto de que pensé que si no tenía a Debicki iba a verme obligado a contar sus últimos meses desde el punto de vista de los Al Fayed”, dice el autor, cuyo empecinamiento resultó más que acertado. La actriz australiana logra una transformación -que acaba de valerle la nominación a los Globo de Oro como mejor actriz de reparto-, que es mucho más que una imitación y que se vuelve el corazón y el alma de los últimos tramos del programa.
Después de siete años y seis temporadas, The Crown termina su marcha con un adiós definitivo aunque a sus fanáticos quizás les quede, según Morgan, una mínima esperanza de que no lo sea. “Obviamente tengo algunas ideas y soy lo suficientemente viejo para saber que es estúpido decir “nunca” porque si alguna vez cambio de idea quedaría como un idiota. Pero en este momento y en el corto plazo no tengo planes de retomar The Crown. Creo que por ahora es mejor dar un paso atrás, analizar el impacto y el legado del programa en el público y tal vez en unos años, si los espectadores todavía quieren ver más de este cuento… Lo cierto es que en el pasado hay muchas historias fascinantes para explorar. Si lo haré o no es algo que ahora no puedo predecir”.
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