La reina de las lágrimas: el culebrón de Netflix “inspirado” en el escándalo de la heredera de un gigante tecnológico surcoreano
Apelando a la comedia romántica con toques kitsch y conflictos psicológicos, el último gran éxito surcoreano cuenta el traumático matrimonio de la presidenta de un poderoso conglomerado familiar, una experiencia demasiado parecida a la protagonizada por la heredera de Samsung y su esposo “plebeyo”, tapa de todos los diarios asiáticos a fines de los ‘90
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Y fueron felices para siempre. Con esta frase suelen terminar los clásicos cuentos de hadas. Pero La reina de las lágrimas está lejos, muy lejos, de caer en esa categoría. La exitosa serie surcoreana, uno de los títulos más vistos en la grilla internacional de Netflix, comienza con el casamiento de la heredera del emporio comercial y económico más importante del país, con un ascendente abogado del diversificado y todopoderoso Grupo Queens. De ahí en más, la historia del matrimonio toma distancia del amor y las perdices para iniciar una espiral descendente hacia el abismo del destrato, el desamor y la violencia. Es más, de no ser por el tono de ligera comedia romántica con que se van desarrollando los acontecimientos, la impávida familia Hong haría quedar a los Roy de Succession como un conglomerado de bienintencionados boy scouts.
Último eslabón de la larga lista de sucesos creada por la guionista Park Ji-eun (Aterrizaje de emergencia en tu corazón), La reina… articula los condimentos necesarios para cautivar a los públicos más disímiles del mundo entero. Una pareja protagónica de química explosiva y adorada por los seguidores de los K-dramas: Kim Soo-hyun (Está bien no estar bien) y Kim Ji-won (Mi diario de liberación); las marchas y contramarchas del típico culebrón barroco; algunos juegos almodovarianos con la bizarría y el kitsch; conflictos psicológicos que abordan desde la insatisfacción al alcoholismo, pasando por el suicidio y el sino trágico de los mandatos familiares. Pero, sobre todo, la impresionante simetría entre la ficción y la historia real de la heredera del gigante tecnológico Samsung. Detalle que Ji-eun se resiste a confirmar o refutar.
Ceniciento corporativo
Básicamente, La reina de las lágrimas inicia como una versión masculina de Cenicienta, con el arquetipo encarnado por el director legal del Grupo Queens, Baek Hyun-woo (Soo-hyun), abogado de modesto origen rural que logró graduarse en una prestigiosa universidad. La princesa, que aquí oficia más de madrastra que de figura heroica y bondadosa, es la soberbia y despótica Hong Hae-In (Ji-won), presidenta de los grandes almacenes Queens. “Contra todos los pronósticos, ambos se casan y, a pesar de desear el divorcio casi de inmediato, los dos se empeñan en mantener las formas. En algún momento estuvieron enamorados, pero con el tiempo las cosas fueron cambiando y la distancia se instaló entre ellos. Sin embargo, debido a un incidente muy particular, intentarán recuperar la relación que supieron entablar”, aseguró Ji-eun a la prensa surcoreana.
Sin hada madrina a la vista, tres años después del casamiento la convivencia marital se ha vuelto insostenible. Tanto, que el divorcio ya no parece la mejor opción, sino la única. No está muy claro qué terminó desatando la crisis, si la sumatoria de los dilemas emocionales que cargaba cada uno, o las presiones sociales con que el clan Hong atosigó a la pareja. Las demandas parentales han sido brutales; y las tensiones internas entre los hombres de la familia no ayudaron en nada. Tampoco las intenciones ¿no tan santas? de la amante del veterano fundador del imperio. Mucho menos aún la reaparición de un antiguo compañero de universidad de Hae-in, Yoon Eun-seong (interpretado por Park Sung-hoon), inversor y analista de Wall Street cuyo retorno a Corea del Sur esconde el deseo de apoderarse del Grupo Queens a como dé lugar.
Para Soo-hyun, más allá de las idas y vueltas y los traspiés típicos de la telenovela, el destino de los protagonistas está sellado de antemano por los sentimientos que se profesan. “No depende ni del agobio ni de la tristeza -dijo el actor-, sino del amor. Por eso quisimos ir más allá de la dinámica íntima entre una pareja casada, para explorar también los lazos familiares y de amistad. En lugar de intentar definir al amor, buscamos retratar su poder de transformación, algo que siempre se traduce en un viaje personal de crecimiento interior”. Queda claro que la sucesión empresarial nunca debió ser una causa, sino una consecuencia.
¿Biopic encubierta?
Nada de chico conoce chica. La reina de las lágrimas deja atrás el inicio de un romance para abordar el reinicio de un matrimonio. La posibilidad de sanar una relación aparentemente perdida, la reconexión de un vínculo capaz de superar la disolución terminal. O, al menos, el intento de los protagonistas por reconquistar el ideal que los unió en primer término. Sin revelar el final de la serie, resulta bastante obvio que el proceso guarda demasiados paralelismos con el escándalo matrimonial que rodeó a Lee Boo-jin, multimillonaria heredera de Samsung, a partir de 1999.
Como Hong Hae-in, Lee Boo-jin trabajaba de manera encubierta en la empresa familiar. Al igual que Baek Hyun-woo, Im Woo-jae se desempeñaba en un puesto de baja jerarquía y desconocía la verdadera filiación de su enamorada. Dentro y fuera de la ficción, el matrimonio llegó a los medios masivos como una versión invertida de Cenicienta. Un cuento de hadas que rápidamente derivó en un divorcio sumamente conflictivo, prolongado y seguido muy de cerca por la prensa económica y del corazón. En la vida real, la batalla jurídica se dirimió recién en 2020, con Boo-jin condenada a pagarle a Woo-jae la suma de 12 millones de dólares en concepto de división de bienes. Evitando toda controversia, Ji-eun aseguró que el programa “especula con lo que podría ser la vida íntima de una pareja que se encuentra en el corazón de una de las empresas más poderosas del mundo. Sólo eso”.
Desde su estreno en el canal de cable surcoreano TVING el 9 de marzo de 2024, los 16 episodios de La reina de las lágrimas lideraron el encendido en Asia y colocaron a la serie en el tercer puesto del podio de las más vistas en la historia del país. A través de Netflix, el K-drama desembarcó internacionalmente el 23 de marzo, donde continúa liderando los rankings de producciones en idioma no inglés de la plataforma, mientras espera la emisión de los últimos capítulos para el 11 de mayo. En todo el mundo, la pregunta que se hacen los fanáticos es la misma. ¿Habrá segunda temporada? Sin spoilear nada, entre el final de la trama y el final de la serie hay un amplio espacio temporal que podría ser explorado; y algo de eso tal vez se vea en los dos especiales programados por la TV surcoreana para el 4 y 5 de mayo, cuyos contenidos están guardados bajo mil llaves. Detalle que, por supuesto, Ji-eun también se resiste a confirmar o refutar.
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