La miniserie de Shonda Rhimes llega este jueves a Netflix y registra el romance entre la monarca y el rey George; LA NACION habló con sus protagonistas, quienes aludieron a la relevancia del relato
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Cuando a Charlottte (India Amarteifiio) le comunican que va a casarse con George (Corey Mylchreest), la joven quiere escaparse, y poco ayuda el no tener una percepción clara de quién es el individuo con el que la obligan a pasar el resto de su vida y que estará su lado en su ascenso en la monarquía. Intempestiva, temeraria y sin miramientos respecto a las opiniones ajenas, Charlotte trepa una pared y, en ese instante, aparece George detrás suyo para preguntarle si necesita ayuda ¿Su respuesta? “No me molesta su aspecto, me molesta la incertidumbre”.
La construcción de esa breve escena de La reina Charlotte: Una historia de Bridgerton, precuela de Shonda Rhimes de la exitosa serie basada en las novelas de Julia Quinn, tacha todos los casilleros de cómo debe llevarse a cabo la convención del meet-cute, el primer encuentro entre los protagonistas que determinará la química que tendrán a posteriori.
La reina Charlotte, disponible desde este jueves en Netflix, empieza a develarse como una comedia romántica que sufre una metamorfosis en sus seis excelentes episodios coescritos por Rhimes y dirigidos por Tom Verica. El casamiento arreglado es tan solo la punta del ovillo de una historia que aborda, en gran medida, cómo el personaje interpretado por Golda Rosheuvel en Bridgerton logró posicionarse como una monarca que generaba respeto -y cierto temor- cada vez que ingresaba a una habitación. Para Rhimes y Verica, el recorrido es lo que importa, y el recorrido empieza precisamente con una adolescente trepando la pared porque quiere, aunque sea considerado inoportuno, tomar las riendas de su destino y mirar a George a los ojos. Ella mismo lo manifestó: no comulga con lo incierto y nunca lo hará.
Ese acto es tanto un símbolo como un presagio: Charlotte podrá aceptar consejos, pero será siempre ella quien tome la decisión final en los primeros -de muchos- dilemas que se le irán presentando a tan corta edad. Su sabiduría está atravesada por la convicción de que, al notar una anomalía o injusticia, no tendrá otra opción más que la de proceder tras escucharse a sí misma. Si bien en la ficción la vemos segura, plantada, por dentro hay una tormenta de contradicciones que deberá manejar porque es consciente de que su futuro y el de la gente a la que representa yace estrictamente en sus manos. Charlotte lleva ese mensaje grabado a fuego y jamás permite que se le olvide.
El matrimonio con George significó un momento bisagra, la unión permitió que se suscitaran cambios a nivel social, modificaciones en tradiciones que estaban quedando obsoletas, todas aquellas cuyos pormenores se pueden ver en las dos primeras temporadas de Bridgerton. La serie se beneficia del trabajo homogéneo de Rhimes y Verica, quienes colaboraron como tándem para capítulos que no se estiran más de lo debido, y que incluso resultan superiores a su serie madre. Entre los aciertos está el constante ida y vuelta entre la joven Charlotte a la que Amarteifio le imprime un vigor necesario y la Charlotte de Bridgerton con el rostro familiar de Rosheuevel.
Los saltos temporales le permiten a la producción concebir una correlación interesante entre la adolescente que debió cambiar de vida abruptamente, abandonar Alemania y convertirse en el rostro de la monarquía, y la adulta que también siguió enfrentando batallas, como la cotidianidad sin su marido, el tenso vínculo con sus hijos y su constante pedido por un heredero. Por lo tanto, aunque Charlotte se ve sumida en situaciones complejas en su juventud, hay un fuego en ella que sigue encendido cuando, por ejemplo, dialoga con figuras conocidas para los seguidores del mundo Bridgerton como Violet Bridgerton (Ruth Gemmell) y Lady Danbury (Adjoa Andoh, siempre extraordinaria).
Asimismo, La reina Charlotte tiene todos los componentes de una ficción coming of age, de un relato de crecimiento que va en paralelo con ese paulatino desarrollo de la historia de amor entre su protagonista y George, a quien la joven desea conocer, pero a quien nota retraído, un individuo que se recluye y que no comparte tiempo con ella.
De esta manera, la primera gran misión de Charlotte es de índole personal: si va a formar una familia con George, quiere al menos pasar tiempo con él, comprenderlo cabalmente. Esa traba inicial, que la monarca considera un ataque directo a su figura, una desestimación de su presencia, genera las secuencias más atractivas de una serie donde los británicos Amartifio, de 21 años, y Mylchreest, de 25, se lucen en intercambios filosos, apasionados y eventualmente emotivos.
Del desconciero al amor más profundo
En diálogo con LA NACION, los jóvenes actores aludieron al período de ensayo como una parte clave del proceso y lo mucho que contribuyó a que se genere una insoslayable química. “Este es mi primer trabajo propiamente dicho”, le contó Mylchreest a este medio vía Zoom. “Creía que en cine y en televisión no había un período de ensayo en absoluto, pero aquí sí lo hubo, breve, pero nos ayudó muchísimo. En eso también fue muy importante Tom (Verica), quien también es actor, entonces entendía nuestro trabajo. Por eso, cuando se nos pregunta sobre la química, la verdad es que el ensayo fue instrumental a eso, porque pude comprender mejor cómo era el sistema de trabajo de India, cómo le gustaba colaborar y eso me resultó fundamental”, apuntó el joven.
La actriz, quien se abocó a un rodaje de seis meses y que en televisión tuvo participaciones en series como Doctor Who y Sex Education, aseguró que buscaba “romper el hielo” en sus charlas con Mylchreest antes de que empiece el rodaje. “El ensayo me permitió acostumbrarme al lugar en el que íbamos a pasar meses y en el que iba a tener que estar todos los días, pero además tuvimos clases de baile, nos probaban la ropa, navegábamos áreas específicas, cuestiones vinculadas a la época, lecciones que fueron muy importantes para construir los cimientos, para entender qué era lo que pasaba en ese período, afortunadamente pudimos hacer todas las preguntas necesarias, fue imperativo el ensayo porque nos ayudó a generar la química o, al menos, a hacerla más fácil”, remarcó la actriz, cuyas secuencias de peso dramático con su partenaire están muy bien logradas.
Cuando Charlotte se niega a pasar su luna de miel transitando el palacio desconcertada y con la agenda libre de compromisos, la miniserie adquiere otra tesitura: George le está dando pelea a un tormento que ningún médico puede dilucidar y del que, avergonzado, quiere mantener a Charlotte lo más alejada posible. Con el tiempo y por su personalidad avasallante, su esposa se convierte en su principal aliada, su compañera en un día a día plagado de incógnitas. Si bien hay instantes desgarradores en la ficción, es esa unión inquebrantable sobre la que Rhimes decide escribir despojándose de ciertos vicios telenovelescos, con excepción de su soundtrack anacrónico, pero orgánico.
Sobre la lucha de George, Mylchreest explicó cómo vivió el desafío de interpretar a un rey escindido entre sus deberes y su capacidad para llevarlos a cabo. “La serie hace un esfuerzo consciente de no diagnosticar al personaje, entonces no sabemos si tiene algo físico, mental o neurológico, cada uno puede interpretar la situación que está viendo”, subrayó el joven.
“En el mundo de Bridgerton es hermoso que se muestre cómo un hombre tiene una aflicción que lo paraliza, él tiene que lidiar con eso, pero también con la vergüenza y el autodesprecio, con el estigma que se amplificaba entonces pero que persiste hasta el día de hoy; lo que se muestra es que es importante aceptarte como sos, porque hay gente que te ama y que se va a quedar a tu lado, eso fue lo más interesante y significativo que me tocó interpretar”, rescató el británico. De esta forma, La reina Charlotte no posa su atención en los compromisos de la pareja real sino sobre la burbuja que crean para protegerse mutuamente, una elección acertada que contribuye a la atmósfera intimista de la narración y que permite el lucimiento de sus jóvenes protagonistas.
Dos rostros para una Charlotte que pisa fuerte
Cuando LA NACION le pregunta a Golda Rosheuvel qué fue lo que más disfrutó de retomar el personaje de Charlotte en la precuela, la actriz no titubeó: “Las escenas que más me movilizan son aquellas que comparto con (el secretario) Brismley, porque es una amistad interesante que no ves en Bridgerton, que no fue explorada, por eso con Hugh Sachs trabajamos mucho en la concepción de esa relación y ahora podemos mostrársela al mundo, mostrarle al mundo lo que significa esa amistad para Charlotte, esas escenas son las que quiero que la gente vea”, aseguró. En efecto, en la miniserie el personaje de Brismley tiene su propio arco narrativo, uno que está entrelazado con el de la reina, pero en el que también se exploran sus deseos y sacrificios, al igual que los de Lady Danbury, interpretada en la juventud por Arsema Thomas.
En cuanto a la búsqueda de la identidad de Charlotte para la precuela, para Rosheuvel era imperativo dejar que Amarteifio haga su propia exploración. “Con India tuvimos solo una reunión”, recordó, en diálogo con este medio. “Estuvimos un día juntas, estaba soleado y caminamos por la zona del rodaje en Inglaterra y de inmediato sentí empatía hacia ella, me parecía importante que ella le dejara su marca al personaje, porque Charlotte hubiese hecho eso; yo no sentí que tuviera que decirle qué hacer, realmente celebré lo que hizo, porque ambas estábamos en una situación maravillosa en la que podíamos compartir este rol y este viaje que emprende Charlotte, e India hizo un trabajo increíble, es una actriz fenomenal”, manifestó Rosheuvel.
La joven británica también aludió a los desafíos de interpretar a la reina, pero con un tono más moderado, al menos inicialmente. “Soy muy consciente de que los actores somos una pequeña cadena en esta gran industria y eso lo aprendí en esta serie, hay mucha gente trabajando, por lo que, desde el principio, ya fue un honor poder crear este personaje, y lo hice de un modo diferente, vemos a una Charlotte en una versión menor, lo que fue difícil al comienzo. En Bridgerton ya tiene la confianza, y acá tiene que encontrarla. Eso es precisamente lo que aborda la serie: es una historia coming of age sobre encontrarse a uno mismo, y no es igual hacerlo a los 17 años que cuando sos adulto”, apuntó Amartifio.
Por su lado, Rosheuvel destacó cómo el equipo de Bridgerton se convirtió “en una familia” y cómo Charlotte es un personaje que no pide permiso, que lucha por mantener su esencia viva. “La amo y admiro su autosuficiencia, que no pide disculpas por nada, que camina por la vida siempre con el pie firme y que está conducida por el amor, pero además es compleja, tiene sus grises, y de eso se trata la humanidad”. No todos somos una sola cosa, aunque los prejuicios así quieran convencernos. La precuela de Bridgerton parte de esa creencia y la desparrama de manera genuina por sus seis episodios.
La reina Charlotte: Una historia de Bridgerton está disponible en Netflix.
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