La sitcom centrada en la vida de una perrita y su familia combina los puntos de vista de los adultos y del público más pequeño; los 150 capítulos disponibles son los más vistos de Disney+ y hay furor por su continuidad
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Hay pocas -muy pocas, en realidad- series o películas que puedan conmover a todas las edades de modo noble como lo hace Bluey, uno de los grandes fenómenos de Disney+. De hecho, es la serie más vista de la plataforma y la segunda más vista de 2023 según Nielsen, con casi 44.000 millones de minutos vistos solo en ese año. El episodio especial “El cartel”, que inicia la nueva temporada, rompió récords de estreno con 10,4 millones de vistas en menos de una semana. Pero números aparte, Bluey es una rara avis en el cada vez más poblado territorio audiovisual. Las razones de tal éxito son varias, pero basta con que el lector vea aleatoriamente cualquier episodio para que queden tan claras como el diseño de esta tira animada sobre una familia de perritos.
Bluey, si bien se inspira en el diseño clásico de la animación estadounidense –ojos grandes, colores claros, movimientos simples, animales antropomórficos- sigue un camino propio. Creada en Australia por Joe Brumm, tuvo como primer “molde” a Peppa Pig (la familia de Bluey es similar: papá, mamá y dos chicos, aunque aquí son dos nenas) porque el encargo era una tira para chicos de edad preescolar. Pero sin dejar de serlo se volvió absolutamente otra cosa: una sitcom adulta vista desde el punto de vista de los niños, y una serie infantil mirada desde el punto de vista de los adultos. Esa combinación la vuelve una joya televisiva.
En estos momentos se está desarrollando -con episodios nuevos cada semana- la tercera temporada. El personaje titular es una nena-perrita de seis o siete años (depende de la temporada) que tiene un papá arqueólogo (Bandit), una mamá que trabaja medio día en un aeropuerto (Chilli) y una hermanita de cuatro o cinco años, Bingo. Una de las características interesantes de la serie es que los ritmos son los de la vida real: los personajes crecen de acuerdo con las temporadas. Bluey tiene una enorme imaginación y eso la lleva a convertir casi todo en un juego. Pero también sufre los desencantos de un niño que suelen espejarse en los de los adultos: perder o romper un juguete, haber maltratado a un amigo, quedarse sola, extrañar a los padres, querer y discutir al mismo tiempo con su hermanita.
La serie es de una profundidad emocional notable: difícilmente el espectador no se conmueva con alguno de los episodios. Al mismo tiempo, el mundo “adulto” tiene sus complejidades y se muestran temas como la envidia, la infertilidad, el divorcio, las diferencias en la pareja, las tensiones económicas, las presiones laborales, la muerte. Mientras los chicos juegan, los adultos viven en una especie de telecomedia costumbrista donde también “pasan cosas”. El diseño luminoso, los guiones precisos y el diseño de los personajes-perritos vuelven accesibles, con pocos elementos, temas complejos. No hay posibilidad de que el espectador, de la edad que sea, no se identifique con ellos. El tono es siempre de comedia, en ocasiones agridulce, pero siempre alrededor de la búsqueda de la felicidad.
Imposible no llorar
Los episodios tienen nueve minutos cada uno y en la plataforma hay disponibles poco más de 150. Pero Disney+ arrancó la tercera temporada con uno especial de 28 minutos llamado “El cartel” (The Sign). Es una muestra clarísima de cómo funciona la serie. Bluey se enfrenta al hecho de que sus padres venden su casa y van a mudarse a otra ciudad; mientras tanto, el hermano menor de Bandit, Radley, está a punto de casarse con Frisky, a quien conoció como niñera de Bluey y Bingo, pero tienen una discusión y ella huye de la boda. Y las niñas creen que si quitan el cartel de “se vende” del frente de la casa, podrán quedarse para siempre allí. Las tres tramas se combinan de tal modo que se potencian mutuamente: el guion, además, habla de las casualidades y causalidades (una moneda trabada, por ejemplo, cambia la historia). Es bastante difícil no llorar en los últimos minutos del episodio. Cada semana aparece en la plataforma un episodio nuevo, pero aún no se sabe si habrá una cuarta temporada. Los creadores han dicho que “El cartel” cambiará el recorrido de la serie, algo que de algún modo queda claro con el siguiente capítulo, “¡Sorpresa!”. Aunque es interesante ver la serie de manera correlativa (la trama “adulta” adquiere otro peso), se puede acceder a cualquier episodio al azar sin que pierda impacto.
Algo muy importante en el diseño de Bluey es que no hay sombras. Hay contrastes de colores, o colores más suaves o más oscuros para representar el mundo de los personajes. Es muy sofisticada -por momentos, el “mapa” del pueblo de la serie recuerda la Springfield de Los Simpson- y parece muy simple. Pero no hay momentos de verdadera oscuridad: el color es puro en cada uno de los fotogramas, sea en un paisaje nocturno o diurno. No es al azar ni es, recorridas todas las temporadas, solo para que el diseño sea infantil. El gran secreto de Bluey es que, incluso en los episodios más conmovedores, algo brilla, una luz de amor familiar, filial o amistoso que equilibra las tristezas. Es interesante que, en algunas ocasiones, la serie se traslada al futuro y nos muestra qué sucede, por ejemplo, con la Bluey adulta. El mundo cambia y el amor prosigue. No es poco en tiempos donde la ansiedad suele degenerar en cinismo o desesperanza. Bluey es un oasis y tal es el secreto de su éxito.
Diez capítulos imperdibles de Bluey
- “Bob Bilby” (temporada 1, episodio 12)
- “Comida para llevar” (temporada 1, episodio 14)
- “El arroyo” (temporada 1, episodio 29)
- “El basurero” (temporada 1, episodio 34)
- “Copiando” (temporada 1, episodio 38)
- “Escape” (temporada 2, episodio 18)
- “Hora de dormir” (temporada 2, episodio 26)
- “Carrera de bebés” (temporada 2, episodio 47)
- “Críquet” (temporada 3, episodio 47)
- “El cartel” (temporada 3, episodio 49)
Bluey está disponible en Disney+
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