La mujer en el lago: el primer protagónico de Natalie Portman en TV combina el suspenso con la liberación femenina
La actriz de El perfecto asesino debuta con una miniserie policial a la altura de su talento
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La mujer en el lago (Estados Unidos/2024) Dirección: Alma Har´el. Fotografía: Lachlan Milne. Elenco: Natalie Portman, Moses Ingram, Brett Gelman y Byron Bowers. Disponible en: Apple TV+. Nuestra opinión: muy buena.
En la televisión de los últimos años, hay un bienvenido interés por las historias sobre personajes que patean el tablero. En la mayoría de los casos, se trata de mujeres que, decididas a desoír mandatos patriarcales, buscan un camino en el que las reglas existan solo para romperse. No hay que hablar de “mujeres fuertes”, como bien nos enseñó la actriz Emilia Clarke, sino de “mujeres y punto”. Y lo cierto es que invocar a la Khaleesi tiene que ver con que estas protagonistas de ficción no necesitan vivir en los años 50 o en los 60 para derribar muros, porque estas mujeres de televisión bien pueden aparecer en la ciencia ficción (Silo), en la fantasía (Game of Thrones), en ficciones “de época” (Lecciones de química) o incluso en comedias de toques dramáticos (Gilmore Girls). Mirándolo desde ese lugar, Buffy la cazavampiros quizá haya sido de las primeras heroínas en sumergirse en esa temática, que hoy encuentra en La mujer en el lago un nuevo exponente.
La ficción protagonizada por Natalie Portman transcurre en la Baltimore de los años 60. La representación es la de una ciudad que se asomaba a una inminente decadencia, en la que el vicio vivía en todas las esquinas, con un submundo delictivo que se escondía detrás de una clase media que se aferraba a una presunta prosperidad. En ese ciudad, Maddie Schwartz (Portman) es una ama de casa dedicada a cuidar a su hijo, a realizar los mil quehaceres cotidianos y a cocinar todas las noches para su esposo. Ella se siente una bomba de tiempo a un paso de explotar, y algo de eso sucede cuando se entera de la desaparición de la pequeña hija de quien fuera su novio en la secundaria. Atónita frente a la impasibilidad de su entorno, y de la preocupación impostada de su círculo social (el famoso “¡qué barbaridad!” que aplicaría Susanita), Maddie encuentra en ese caso y el apetito por resolverlo una salida a una cotidianidad que la frustra, y que desde su juventud, le impidió desarrollar su verdadero potencial.
Entre la bronca y la angustia, la mujer hace su valija y comienza a averiguar qué le pudo pasar a la pequeña desaparecida. En simultáneo, Cleo Johnson (Moses Ingram) lucha contra el racismo explícito e implícito que la rodea. La necesidad por tener un trabajo que le signifique una mejor calidad de vida para sus hijos la lleva a establecer vínculos con peligrosos delincuentes. Y de forma inesperada, el destino terminará por conectar las historias de ambas mujeres, aunque de un modo atravesado por la tragedia.
En La mujer en el lago, Portman encuentra un rol que le permite navegar a través de los muchos colores que transita su personaje, durante dos etapas clave de su vida: la adultez y la adolescencia. Maddie explota, se cansa de su marido y de su hijo (quienes parecen ser socios a la hora de desmerecerla), y se asoma al vértigo de abrirse paso sin pedir permiso. Y el recuerdo de un noviazgo adolescente que terminó de forma inesperada se proyecta como una mancha de aceite que comienza a salpicarlo todo, y que quizás esconda un terrible secreto.
A medida que la historia se desarrolla queda en evidencia que la trama gira más alrededor de Maddie que del caso policial. Hay un aspecto criminal que sirve como disparador y como contexto de la historia (el famoso MacGuffin), mientras que el verdadero foco está puesto en la protagonista, en su deseo por darle forma a su propia voz, volviendo sobre su ambición y vocación adolescente, para reencauzar de esa manera su vida adulta.
El de Maddie es un proceso caótico, que por momentos parece no tener más timón que el de detonar todo lo que significó su vida adulta. Aunque en realidad no hay tanto caos, porque en cada escena, ella avanza en su búsqueda por recuperar esa energía que le quitó una vida familiar que la anuló, y un pasaje de su juventud que derivó en esa necesidad por aferrarse a un salvavidas (conyugal), que fue en realidad un ancla. Y patalear hasta salir a la superficie en búsqueda de oxígeno es el objetivo de esta mujer.
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