La maldición de Hill House: superlativa revisión de un clásico de terror
La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House, Estados Unidos, 2018). Creada por: Mike Flanagan. Elenco: Elizabeth Reaser, Michiel Huisman, Victoria Pedretti, Kate Siegel, Oliver-Cohen, Carla Gugino, Henry Thomas, Timothy Hutton. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: excelente.
Shirley Jackson fue una de las autoras de mediados del siglo XX que comprendió en sus relatos de horror el pulso neurótico que agitaba a su tiempo. Reacia a las entrevistas, en sus breves y muy escuetas declaraciones siempre dijo que el miedo era uno de los sentimientos claves de su época y que su literatura podía pensarse como un largo documento de esa escalada incesante de ansiedad que dominaba al mundo. La maldición de Hill House –publicada en 1959– fue una de sus obras más célebres, influyente para autores como Stephen King , que siempre se declaró su más ferviente admirador, y objeto de un extraño culto, que se originó con la perturbadora versión de Robert Wise de 1963 y que se magnificó con la trágica muerte de la autora, apenas dos años después. Volver a esa obra es algo que el creador Mike Flanagan hace con irreverencia y originalidad, desandando los caminos trazados por el texto para internarse en sus resquicios, en sus sugerencias, en una concepción del horror que nace del interior más recóndito.
La historia de aquella mansión embrujada se construye en una doble temporalidad: el presente y el pasado de la familia Crain. Antes, los niños eran pequeños y deambulaban entre los pasillos oscuros y despojados, entre cajas de embalaje de una mudanza nunca concluida, entre retazos de una ancestral tradición impresa en paredes y misteriosos objetos; ahora, cada uno parece seguir con su vida, ceñidos por aquel recuerdo maldito, atados a sueños monstruosos y dolorosas adicciones, ateridos por un miedo que parece congénito. El guion de Flanagan consigue una narrativa rigurosa y precisa: los saltos temporales, el armado de las historias personales, los cabos que se van atando y dando sentido a la historia con el correr de los episodios. Pero su logro mayor es dónde sitúa el terror: con muy pocos sobresaltos y contadas apariciones, los momentos más escalofriantes de la nueva serie de Netflix están inmersos en la mente de sus personajes, en esa infancia teñida de huecos y olvidos, en esos presagios que agitan las noches como las más oscuras pesadillas.
Flanagan entiende que la vitalidad de la obra de Jackson está en esa sintonía con su época, que se revela mucho más cercana del presente de lo que parece. Esa permanente sensación de inquietud que agita a sus personajes, esos temores que se ocultan en los escenarios más cotidianos, esa frustración frente a la desatención de los otros, a su falta de empatía o de humanidad, es lo que origina la lenta disgregación de un equilibrio que asume la forma de las escaleras caracol de la tétrica mansión. "Un esqueleto en el bosque", la define el psiquiatra de la hermana menor para conjurar su encantamiento. Pero el hechizo sigue allí, iluminado en su despertar por los recuerdos, porque son ellos los que aún la mantienen con vida.
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