La jauría, una serie con una sólida producción y buenas intenciones que se marea en sus subtramas
La Jauría (Chile-Argentina / 2020). Dirección: Lucía Puenzo, Nicolás Puenzo, Marialy Rivas y Sergio Castro. Guion: Leonel D'Agostino, Paula del Fierro y Enrique Videla. Música: Andrés Goldstein y Daniel Tarrab. Elenco: Antonia Zegers, Daniela Vega, María Gracia Omegna, Mariana Di Girolamo, Alfredo Castro, Francisco Reyes, Alejandro Goic y Luis Gnecco. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: Regular.
Así como hace poco más de un mes se estrenaba El Presidente, una producción mayoritariamente ligada a Chile (la historia de Sergio Jadue) pero con un showrunner argentino (Armando Bo), ahora Amazon Prime Video repite la fórmula con una producción de Fábula (de los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín) ambientada en Santiago, pero con la dirección general de la porteña Lucía Puenzo.
La serie de ocho episodios de algo menos de una hora cada uno aborda problemáticas muy actuales e intenta sintonizar con estos tiempos de fuertes protestas sociales en Chile contra los sectores del poder tradicional (léase desde la Iglesia hasta los militares, pasando por la educación privada más elitista o los rugbiers como exponenentes principales de la violencia machista). En ese sentido, La Jauría ofrece un rico material para el análisis y, sobre todo, para el debate. El problema, de todas formas, no es el qué, sino el cómo, porque a pesar de haber contado con mucho talento tanto delante (un auténtico dream team del audiovisual chileno) como detrás de cámara el resultado no está a la altura de las expectativas ni de las ambiciones de sus creadores.
Con estructura y climas de thriller, La Jauría tiene como protagonistas a tres investigadoras de la policía, Olivia Fernández (Antonia Zegers), Elisa Murillo (Daniela Vega, protagonista de Una mujer fantástica) y Carla Farías (María Gracia Omegna), quienes más allá de sus diferencias deberán sumar fuerzas para desentrañar el complejo caso de la desaparición de Blanca Ibarra, una estudiante de un colegio secundario católico y líder de un grupo feminista.
La aparición en el primer episodio de un video que se hace viral en el que se ve a varios encapuchados violando en manada a la chica luego desaparecida le otorga a la serie un aspecto bastante perverso, que se va profundizando cuando conocemos la dinámica de un "juego" en línea que consiste en que las jaurías del título sean convocadas para salir a la "caza" de presas (mujeres) para concretar todo tipo de abusos.
La serie -en cuyo trasfondo hay desde tomas de colegios hasta denuncias contra curas abusadores, pasando por el accionar de hackers, adopciones ilegales o el bullying en el ámbito escolar- tiene un buen despliegue técnico y un sólido trabajo actoral, pero el guion acumula demasiadas subtramas, hace por momentos muy obvias las denuncias y -sobre todo en su segunda mitad- no logra sostener varias vueltas de tuerca, la torpe construcción psicológica de los malvados de turno ni las escenas de acción del último episodio.
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