La miniserie de seis episodios, bucea en la brutalidad policial anclada en la ciudad de Baltimore, marca el regreso del creador de The Wire, David Simon, a la ciudad que retrató como nadie a comienzos de 2000
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En buenas manos, el policial es un género de gran riqueza. El mundo del delito, de los agentes de la ley enfrentándose a peligrosos los delincuentes, y los mil grises que habitan dentro de ese esquema, le permite a los hábiles narradores, explorar relatos fascinantes. Y pocos escritores televisivos son tan buenos como David Simon y George Pelecanos, quienes hace varios años lograron con The Wire una ficción perfecta. Y en este 2022, la dupla regresa con otra imperdible serie policial.
Ley corrupta
En la ciudad de Baltimore, una de las divisiones más importantes de las fuerzas policiales era la llamada Gun Trace Task Force, cuyo objetivo consistía en secuestrar armas de fuego que estuvieran en poder de grupos criminales y destruirlas para evitar que volvieran a las calles para ser usadas para cometer otros crímenes. Algunos integrantes de ese grupo comenzaron a dejarse llevar por la avaricia. Bajo el liderazgo del prepotente sargento Wayne Jenkins (Jon Bernthal), un puñado de policías empezaron a utilizar su poder para robar y chantajear, demostrando un encono especial contra la comunidad afroamericana (Baltimore es una de las ciudades de los Estados Unidos con mayor población negra). Por ese motivo, la división de Asuntos internos dio inicio a una investigación para desenmascarar a esa red de agentes que usaban su trabajo para delinquir.
Lejos de ser una ficción, esta miniserie disponible en HBO MAX se basa en el libro We Own This City: A True Story of Crime, Cops and Corruption, escrito por el periodista de investigación Justin Fenton. Como redactor del diario Baltimore Sun (nada casualmente, el mismo lugar en el que David Simon comenzó a cubrir noticias vinculadas al narcotráfico antes de escribir The Wire), Fenton llevó adelante una exhaustiva investigación por la que entrevistó a decenas de oficiales y criminales, que le permitieron adentrarse en uno de los casos más sonados de corrupción policial y racismo sistémico. Con ese material, Simon y su compañero, George Pelecanos, escribieron un minucioso relato, que en muchos aspectos, se revela como una trágica épica urbana de esas que tanto interesa a esta dupla creativa (también responsable de The Deuce y Show Me a Hero, entre otras ficciones disponibles en esa plataforma).
Un epílogo temático
The Wire cambió para siempre la forma de comprender la televisión, pero paradójicamente, ninguna otra serie supo (o pudo) aspirar a continuar con ese espíritu. Esa ficción escrita por Simon y Pelecanos, y emitida entre 2002 y 2008, estableció un nuevo tono para los policiales, haciendo a un lado las escenas de acción y la glorificación de “los muchachos de azul” para poner el acento en la burocracia del departamento, en la tragedia social vinculada al narcotráfico, y la lucha de aquellas personas que quedaban atrapadas en los márgenes de la sociedad. The Wire era una dolorosa radiografía de Baltimore, y en consecuencia, de infinidad de ciudades atravesadas por el negocio de la droga. Y La ciudad es nuestra es una suerte de epílogo a esa obra maestra.
En una conferencia de prensa de la que participó LA NACION, Simon expresó: “Me alegra que The Wire haya dejado un legado y que de alguna forma inexplicable haya encontrado el modo de sobrevivir. Cuando encontramos este proyecto, un libro escrito en Baltimore, George y yo lo leímos, y entendimos que era nuestro siguiente paso. Esta es la coda sobre aquello que tanto debatimos en The Wire, que tenía que ver con que si vos ponés el acento en las cosas equivocadas, si solo trabajás en función de las estadísticas, si ascendés a las personas por las razones equivocadas, y si dejás de darle importancia la noción de “proteger y servir” a la comunidad, eventualmente vas a obtener una policía como la de Baltimore, y en tantos otros lugares”.
Como en muchos de sus relatos, estos guionistas comprenden que la mejor forma de trazar un mundo es dándole importancia a todos sus habitantes. De ese modo, en La ciudad es nuestra no hay personajes menores: todos tienen un conflicto y cumplen una función en ese derruido escalafón policial. En el ecosistema de esta serie, están quienes eligen delinquir y quienes delinquen por omisión, celebrando estadísticas que sirven como propaganda pero no como solución. En esa búsqueda por elaborar esta ambiciosa radiografía, Pelecanos destaca: “Una de las cosas que me enorgullece de este título, es que a todos les dimos una voz. Y los policías tienen su versión de las cosas, la gente de a pie también la tiene, y aunque hay muchas personas (entre los actores y el equipo técnico) cuyos derechos fueron infringidos por la policía durante toda su vida, este no es un relato que gire sobre el odiar a la ley. Lo que intentamos es buscar una manera de salir adelante, y reflexionar sobre cómo vamos a hacer para que todo esto mejore”.
La ciudad es nuestra cumple una doble función. Por un lado, se trata de un relato sólido que analiza los males del accionar policial en los Estados Unidos, la corrupción y el racismos sistémico en esa sociedad; y por el otro, es un cierre temático a ese ensayo que los guionistas desarrollan desde sus tiempos en The Wire.
Un elenco y su objetivo
David Simon tiene un ojo clínico para construir “realidad” en sus ficciones, una lógica contradictoria en su esencia, pero que este autor sabe cómo ensamblar. Sus ficciones tocan fibras que el espectador decodifica como elementos de su propia realidad, jugando a que eso que se refleja en pantalla forma parte de la vida que habita más allá de su ventana. Y en gran medida, lo consigue a través de elencos armados cuidadosamente. En The Wire prácticamente no había nombres famosos, sino que muchos actores no profesionales (en algunos casos, con un pasado vinculado a la delincuencia) se mezclaban con intérpretes con trayectoria. Eso le daba autenticidad a una trama que transcurría en las calles, y en La ciudad es nuestra sucede algo similar. Aquí sí hay algunas caras de peso propio, con Jon Bernthal y Josh Charles a la cabeza, pero también hay una infinidad de nombres desconocidos, que refuerzan esta idea de ver personas más que personajes (y eso sin mencionar el reencuentro con muchas estrellas de The Wire, que aquí regresan e invitan a los espectadores a jugar un Quién es quién entre ambas producciones).
En la conferencia de prensa, Charles (conocido por The Good Wife aquí) explicó de qué forma construyó el retrato de su personaje, el violento agente Hersl: “Antes de comenzar a filmar, Jon Bernthal y yo pasamos mucho tiempo con la policía (…). Y frente a eso, yo sentía una gran responsabilidad con respecto a contar una historia del modo más honesto y preciso que fuera posible. Es algo muy personal para mí, porque yo soy de Baltimore, es mi ciudad y la amo. Lo que David y George están diciendo es que lo que pasa aquí puede suceder en cualquier otra ciudad. Existe una desesperanza que creo que comparte mucha gente. Y aún siendo un relato que no es complaciente, creo que es importante mostrar sus muchos matices”. Ese sentimiento que expresa Charles, la responsabilidad de contar una verdad por muy incómoda que resulte, es el espíritu conductor de una trama que transpira violencia.
Con La ciudad es nuestra, los autores vuelven a esos relatos que deben dejarse macerar, que escapan de los golpes de efecto, y que atrapan al espectador pero no lo comprometen. Porque lo que estos guionistas buscan de su público, es justamente eso: el compromiso, la necesidad por involucrarse en la historia. No son producciones para maratonear, sino todo lo contrario. Son sagas que piden ver varias veces el mismo episodio, convirtiéndose así en anti series. Simon y Pelecanos hacen “ficciones trinchera” que van en contra de las modas, para reivindicar a la pantalla chica como una plataforma tanto de cambio como de posibilidades ilimitadas.
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